Cada vez más economistas se suman a la crítica a la economía neoclásica. En este caso, Orlando Ferreres, conocido por sus columnas de coyuntura económica y política en el diario La Nación de Argentina, nos sorprende con la siguiente reflexión:
Se requiere producir un cambio radical en la enseñanza de la Economía, pues siendo una ciencia orientada a resolver problemas concretos, está dedicada en gran parte a discutir largamente sobre hechos irrelevantes aunque con mucha pomposidad y poco o ningún provecho concreto, salvo el de ganar concursos en la vida académica autocontenida. Esto ocurre en el momento en que el mundo se desploma por la crisis de las subprime.
Y luego agrega:
Que se requiere un cambio en la manera de enfocar los estudios de Economía, no lo decimos solamente nosotros, sino que de otra manera también lo dice el Presidente de la International Economic Association (IAE), Masahiko Aoki, en su discurso ante los miembros de la entidad en 2008, publicado en marzo de 2009 (Traducción libre mía): «En la ultima década han aparecido estudios sobre experimental economics, behavioural economics, psychological and epistemic game theory entre otras novedades, que han hecho reexaminar algunas de las premisas fundamentales que el economista había aceptado tradicionalmente. Se ha puesto más atención en el rol de varias categorías sociales como el sistema de creencias, la información social, las normas, las leyes y las instituciones. Estas nuevas tendencias emergentes implican dos importantes cambios metodológicos en el análisis de los problemas económicos. Primero un approach trans-diciplinario, es decir que se requiere un diálogo más integrativo y sustantivo y se debe superar el diálogo inter-diciplinario que, en definitiva, no es mas que un mero intercambio basado en charlar y escuchar. Y segundo, todos estos cambios temáticos y metodológicos van a requerir un cambio importante orientado a un approach comparativo».
Lo curioso es que Ferreres copia en su artículo el siguiente gráfico, el que nos recuerda a los admiradores de Hayek sobre un artículo central de 1964 titulado «La teoría de los fenómenos complejos«.
En este artículo, Hayek plantea que la física es más sencilla como ciencia que la economía, definiendo el grado de simplicidad o complejidad a través del número de variables que se utilizan en sus modelos abstractos. Dicho por el mismo Hayek:
Por supuesto, de esta forma los fenómenos físicos pueden alcanzar cualquier grado de complejidad. Sin embargo, cuando analizamos el problema desde el punto de vista del número mínimo de variables distintas que debe poseer una fórmula o un modelo para reproducir las constantes características de estructuras de campos distintos (o para mostrar las leyes generales a las que dichas estructuras obedecen), se hace bastante obvia la complejidad creciente a medida que nos movemos desde los fenómenos inanimados hacia los animados y sociales («más organizados»). […]
Es justamente esta complejidad que caracteriza a las ciencias sociales, lo que debiera llevarnos a establecer límites a la predicción. El propio Hayek lo explica:
No nos debería resultar difícil reconocer las limitaciones similares que afectan a las explicaciones teóricas de los fenómenos de la mente y la sociedad. Me parece que uno de los resultados más importantes alcanzados hasta la fecha en este campo por los trabajos teóricos es la demostración que, regularmente, los eventos individuales dependen de tantas circunstancias concretas que nunca estaremos, de hecho, en una posición tal de identificarlos a todos ellos; y que, en consecuencia, no sólo el ideal de predicción y control debe permanecer en gran parte fuera de nuestro alcance, sino que también permanece ilusoria la esperanza de poder descubrir mediante la observación conexiones regulares entre los
eventos individuales.
La crítica a la economía neoclásica y al abuso de la matemática en economía, ya es una constante, reconocida por muchos. La ciencia económica sufre una transformación, aunque es difícil predecir hacia dónde vamos. Un retorno a la «economía política» parece ser un camino adecuado. Por algo los «clásicos» son «clásicos».