Carta abierta al Presidente – Por Alberto Benegas Lynch (h)

No creo ser original al escribirle una carta abierta. Hay muchos antecedentes, incluso en mi caso con usted y otros presidentes pero lo hago ahora en vista de los problemas que son del dominio público. Está inspirada en el deseo que comparto con muchos argentinos de que tenga el mayor de los éxitos en su gestión, no solo por tratarse de usted sino por los graves riesgos que el país corre si resurgen las tendencias que han dominado durante las últimas siete décadas, muy especialmente durante la última que ha acentuado notablemente la decadencia moral y material de nuestro medio.

Su gobierno no ha procedido con la firmeza necesaria para rectificar el rumbo y se ha mantenido en la misma pendiente del pasado por más que sus intenciones y las de sus colaboradores hayan sido las mejores. El gasto público es sideral, las exacciones fiscales son insoportables, la deuda estatal es creciente, el volumen total del déficit fiscal resulta descomunal y las manipulaciones monetarias y cambiarias contribuyen a agravar el problema. Como usted sabe, lo relevante son los resultados y no las explicaciones.

Se que usted pretende reducir la pobreza pero el camino elegido no conduce a buen puerto sino más bien lo aleja de los objetivos. Todavía estamos a tiempo para adoptar medidas de fondo que eliminen de cuajo funciones incompatibles con un sistema republicano. Como he consignado antes, no se trata de hacer más eficiente el gasto puesto que cuando algo es inconveniente si se torna eficiente es mucho peor. Tampoco se trata de podar gastos puesto que como también puntualicé en su momento, igual que con la jardinería la poda hace que el desarrollo resulte más vigoroso. Por último, no se trata de pretender un crecimiento al efecto de disimular la relación gasto/producto.

Usted no ha comenzado bien su administración al crear nuevos ministerios cuando, como queda dicho, deben eliminarse funciones y modificar drásticamente el organigrama del Ejecutivo. Somos concientes que su coalición no cuenta con mayoría en las Cámaras del Parlamento y que la batalla cultural es difícil, pero destaco sus errores no forzados que algunos pocos hemos puntualizado reiteradamente junto a propuestas varias para lograr el cometido.

Algunas de las medidas sugeridas son nominales en cuanto al volumen del gasto que representan pero muy demostrativas de una firme decisión de retomar nuestra mejor tradición alberdiana que hizo de la Argentina uno de los países más prósperos del planeta.

A esta altura podrán adoptarse medidas coyunturales que eventualmente pueden tapar los problemas que subyacen, pero descuento que usted quiere verdaderamente hacer que nuestro país retome la senda del progreso moral y material de antes de los golpes fascistas del 30 y del 43 que nunca debió abandonarse. La función medular de los aparatos estatales de compulsión son principalmente para que haya Justicia y seguridad, los entrometimientos en las vidas y en el fruto del trabajo ajeno perjudican a todos pero muy especialmente a los más necesitados. Décadas de estatismo nos han llevado a una situación de vulnerabilidad y de pobreza alarmantes.

Concretamente propongo que usted declare de inmediato que se abstiene de presentarse  a la reelección y postule a una candidata o candidato de su preferencia, anuncie medidas espectaculares que se han sugerido  para revertir la situación al efecto de volver a ganar la confianza de sus compatriotas que creen en las virtudes de la sociedad abierta y oxigene su gabinete. Que resulte claro que usted no está dispuesto a consumir tiempo y energías en campañas electorales. De este modo usted será juzgado como un estadista que se preocupa y ocupa de resolver los problemas que nos aquejan  y  podrá usted  presentarse con gran éxito en una futura contienda presidencial.

Publicado originalmente en la edición impresa de Ambito Financiero, el lunes 3 de septiembre de 2018.

LIBERTAD POLITICA Y LIBERTAD ECONOMICA – Alberto Benegas Lynch (h) y Ezequiel L. Gallo (Libertas No. 1 – ESEADE – octubre de 1984)

El prestigio creciente de las ideas liberales en círculos académicos e intelectuales ha estimulado, como es lógico, tentativas por mejorar y hacer más consistentes sus principios básicos. Paralelamente a este encomiable esfuerzo, muchos autores han intentado ajustarlo a lo que a veces se denominan “las exigencias de los tiempos que corren”. Este segundo aspecto, en nuestra opinión, ha llevado a conclusiones que resultan incompatibles con los principios centrales de aquel cuerpo de ideas. Pocos de esos ajustes han tenido tanta influencia como el que intenta una separación tajante entre la llamada “libertad política” y lo que habitualmente se denomina “libertad económica”. Los que corrientemente hacen esta distinción señalan, también, la supremacía de la primera sobre la segunda.(4)

Este ensayo intenta ser una primera aproximación al problema, que estimule un amplio debate de un tema que consideramos crucial. En él se intentará señalar la invalidez de la distinción señalada y que, con las correcciones menores del caso, el viejo principio liberal de la “indivisibilidad de la libertad” sigue manteniendo toda su vigencia.(5) Se procura precisar, asimismo, los aspectos más relevantes del funcionamiento del mercado, puesto que pensamos que su conocimiento imperfecto es una de las causas principales de la subestimación de las llamadas libertades económicas. Finalmente, se tratará de demostrar que la fundamentación de la tesis en discusión ha descansado en un uso ambiguo, y a veces desacertado, de alguno de los conceptos centrales en discusión. Antes de iniciar el análisis del tema resulta conveniente esbozar algunos conceptos básicos del pensamiento liberal clásico.

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LA IMPORTANCIA DE LOS CONTRATOS – Por Alberto Benegas Lynch (h)

Uno de los pilares de mayor peso en la sociedad abierta consiste en las relaciones contractuales. Desde que nos levantamos a la mañana se hacen patentes los contratos: abrimos la heladera, usamos el microondas, engullimos mermelada, tostadas y queso que son todos fruto de contratos de compra-venta. Tomamos un colectivo (contrato de transporte), llevamos a nuestros hijos al colegio (contrato de educación), si voy en el automóvil al trabajo cargo nafta (contrato de compra-venta de energía), lo dejo en una playa de estacionamiento (contrato de locación), llego al trabajo (contrato laboral), voy al banco (contrato de depósito) o solicito un crédito (contrato de mutuo), concedo una garantía (contrato de fianza), entrego una suma de dinero a una Fundación (contrato de donación), encargo aun funcionario que gestione un trámite (mandato) etc.

El contrato presupone la propiedad ya que significa intercambio de valores entre las partes para lo cual usan y disponen de lo propio o por encargo de terceros. Depende del valor de que se trate, el contrato puede ser escrito o tácito (de adhesión como, por ejemplo, cuando se adquiere un boleto en el subterráneo o una entrada al cine se presupone que la contrapartida del contrato es prestar el servicio correspondiente.

Como la característica medular de los bienes económicos es su escasez, es decir, no hay para todos, de lo contrario no serían bienes económicos y, como el aire, en este planeta en este momento simplemente se usa sin que se pague precio alguno. La propiedad y el precio son términos correlativos. No hay lo uno sin lo otro. Donde se ha abolido la propiedad no hay precios y, por ende, no hay posibilidad alguna de contabilidad ni evaluación de proyectos, situación que consecuentemente no permite saber cual es el estado de la economía: cuanto se consume de capital.

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BASTIAT, UN ECONOMISTA ACTUAL – Por Alberto Benegas Lynch (h)

A pesar de ser decimonónico, debido al contenido de sus escritos y conferencias es de una notable actualidad. La primera publicación de las obras completas de Frédéric Bastiat fue editada por Paul Paillottet y René V. Fontenay en París, en 1854. Sus libros y sus numerosos ensayos fueron objeto de sucesivas ediciones, la última de las cuales fue realizada en 1980 por la Universidad de París. En 1858 Francisco Pérez Romero tradujo por primera vez al español una de las obras de Bastiat.
Recién en 1964, en Estados Unidos, la editorial Van Nostrand de Princeton tradujo al inglés buena parte de sus obras, a partir de lo cual siguieron traducciones al italiano, al alemán y al chino.

La primera obra traducida al inglés incluye una introducción del premio Nobel en economía Friedrich A. von Hayek. Dicha obra se titula Selected Essays on Political Economy y en la introducción, entre otras cosas, Hayek dice lo siguiente: «Bastiat esgrimió argumentos contra las falacias más importantes de su tiempo… ninguna de estas ideas ha perdido influencia en nuestro tiempo. La única diferencia es que Bastiat, al discutirlas, estaba completamente del lado de los economistas profesionales y en contra de creencias populares explotadas por intereses creados, mientras que, propuestas similares, hoy, son propagadas por algunas escuelas de economistas y envueltas en un lenguaje ininteligible para el hombre común».

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La Argentina debe retomar la senda del liberalismo – Por Alberto Benegas Lynch (h)

Al contrario de lo que desafortunadamente muchos sostienen, es de desear que nuestro país retome la senda del liberalismo iniciada por el padre de nuestra Constitución fundadora, Juan Bautista Alberdi. La aplicación de estas recetas nobles permitieron que la Argentina se ubicara entre las naciones más prósperas del planeta.

Desde la Constitución de 1853 hasta los golpes fascistas, primero del 30 y luego del 43, nuestros salarios e ingresos en términos reales de los peones rurales y de los obreros de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. Los inmigrantes a estas costas competían con los ámbitos atractivos estadounidenses. Las exportaciones se encontraban a la altura de las de Canadá y Australia. En el Centenario, miembros de la Academia de Francia comparaban los debates de esa entidad con los que tenían lugar en nuestro Parlamento dada la versación y elocuencia de sus integrantes.

Luego vino el derrumbe estatista, provocado por gastos públicos siderales, déficit fiscales monumentales, regulaciones asfixiantes, impuestos exorbitantes y deudas gubernamentales galopantes. Y las crisis se sucedieron sin solución de continuidad.

A pesar de este cuadro de situación lamentable hay quienes critican un liberalismo inexistente al que pretenden sustituir por el adefesio de un denominado «neoliberalismo» con el que ningún intelectual serio acepta identificarse. Bajo tamaña etiqueta fantasiosa, irrumpen en escena timoratos que aconsejan no prestar atención a las pocas voces liberales y machacan con la mediocridad del estatismo. El liberalismo es nada más y nada menos que el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros. Por su lado, todos formamos parte del mercado cuando en libertad llevamos a cabo nuestras transacciones diarias.

Veamos el tema medular de los derechos de propiedad. Lo primero es entender que la preservación de la vida es una condición indispensable para subsistir. Es una verdad de Perogrullo, es una tautología. Para alimentar y desarrollar la vida en plenitud se hace necesario proteger lo que cada cual produce y lo que recibe legítimamente, es decir, el uso y la disposición de lo propio.

Como no vivimos en Jauja y no hay de todo para todos todo el tiempo, se hace necesario, por una parte, respetar el derecho de propiedad para evitar invasiones y usurpaciones y, por otra, para que los usos y disposiciones sean los más eficientes posibles. Esto último es así en una sociedad abierta, por definición ausente de privilegios, puesto que cada uno para progresar y mejorar su estado patrimonial inexorablemente debe atender las necesidades de su prójimo. En este contexto el que acierta en las demandas de sus congéneres obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos.

El que vende naturalmente lo hará al precio más alto que pueda, no el que quiera puesto que si excede lo que resulta posible la demanda decaerá o será nula. Del mismo modo, el que percibe una retribución por su trabajo intentará que sea la mayor posible. Esto último depende exclusivamente del volumen de inversiones que, a su turno, proceden de ahorros internos y externos al país en cuestión y no de la voluntad de las partes contratantes. Y este proceso tiene lugar allí donde los marcos institucionales son confiables y predecibles, no donde el derecho se confunde con el pseudoderecho, a saber, la facultad de asaltar el fruto del trabajo ajeno.

Cuando se producen quejas respecto a tal o cual precio de tal o cual producto o servicio no se contemplan dos aspectos cruciales. En primer lugar, el respeto a la propiedad, lo cual significa que el titular puede sugerir el precio que le venga en gana de lo que le pertenece, lo cual, como queda dicho, no quiere decir que logre concretar una venta. De lo que se trata en este contexto es de subrayar la libre disposición de lo propio y no dejarse atropellar por manifestaciones de quienes simplemente se quejan pero que son incapaces de producir lo que estiman es caro.

El mismo razonamiento debe aplicarse a las relaciones laborales. Quienes se emplean en no pocas ocasiones suponen que el lugar de trabajo les pertenece y actúan con la pretensión de disponer de lo que es de otros como si fueran los dueños del lugar, en lo que fuera una relación contractual mutuamente beneficiosa. Esto revela una tergiversación de valores, lo cual perjudica especialmente a los más necesitados. Derroches y ataques a la propiedad generan daños a todos pero sobre los más débiles la carga es más contundente y recae con mayor fuerza debido a la sensibilidad y repercusión en las franjas de ingresos bajos.

Por otra parte, como se ha señalado reiteradamente, a medida que las intromisiones de los aparatos estatales se intensifican se van deteriorando y desfigurando las únicas señales que tiene el mercado para operar. Esas señales indican dónde es más atractivo invertir y dónde no conviene hacerlo. Al fin y al cabo los precios no son más que transacciones de derechos de propiedad. Si se elimina la propiedad como reclaman los marxistas se derrumba el sistema de señales. En este sentido, como he ejemplificado otras veces, no se sabe si conviene construir caminos con oro o con asfalto cuando desaparecen las referidas señales. Y sin llegar a ese extremo, cuando los gobiernos intervienen en el sistema de precios se va deteriorando y desdibujando la contabilidad, la evaluación de proyectos y el cálculo económico en general.

En buena parte del llamado mundo libre, hoy observamos legislaciones que van a contracorriente de lo dicho y, por ende, ponen palos en las ruedas a la productividad y, consecuentemente, al progreso de las personas que se encuentran atrapadas en un laberinto infame. Es interesante detenerse a repasar conceptos vertidos por Alberdi, quien escribió en 1854, en Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853: «La propiedad sin el uso ilimitado es un derecho nominal […] El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado en nombre de la utilidad pública».

Por eso es que también James Madison, el padre de la Constitución estadounidense (en la que se inspiró Alberdi junto a la Constitución de Cádiz de 1812), ha consignado en 1792 en «Property» (compilado en James Madison: Writings): «El gobierno ha sido instituido para proteger la propiedad de todo tipo […] Este ha sido el fin del gobierno, solo un gobierno es justo cuando imparcialmente asegura a todo hombre lo que es suyo». La misma Justicia es inseparable de la propiedad ya que como bien reza la definición clásica de Ulpiano se trata de «dar a cada uno lo suyo» y lo suyo remite a la propiedad de cada cual.

Mientras sigamos con la cantinela de la redistribución de ingresos no progresaremos puesto que la distribución cotidiana que todos hacemos de modo pacífico en el supermercado y afines contradice las antedichas asignaciones políticas que se llevan a cabo coactivamente. Recordemos una vez más a Alberdi en la obra ya citada: «¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra».

Publicado originalmente en La Nación, lunes 30 de julio de 2018

«Continente y Contenido: los marcos institucionales y la economía». Conferencia de ALBERTO BENEGAS LYNCH (h) en ESEADE

El pasado 21 de junio a las 19 hs el Dr. Alberto Benegas Lynch (h) ofreció esta conferencia en el marco de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE cuya grabación aquí podemos compartir. De este modo respondemos a la solicitud de muchos interesados que por distancia o tiempo no pudieron participar.

En esta conferencia el Dr. Benegas Lynch (h) nos recuerda que este programa tuvo su origen y diseño en el pensamiento de James M. Buchanan, quien recibiera el Premio Nobel en Economía en 1986. Sostenía Buchanan sobre ESEADE:

Desde mi punto de vista, el esfuerzo educativo de ESEADE puede hacer mucho para que se entienda la mayor eficiencia en un mercado libre y el espíritu necesario de la libertad individual en el contexto de un orden social caracterizado por la tolerancia.

DONALD TRUMP Y LAS GUERRAS COMERCIALES – Por Alberto Benegas Lynch (h)

En este mismo medio bajo el título de “La guerra comercial ya afecta la economía estadounidense” da cuanta de los graves perjuicios que se proyecta sufrirá Estados Unidos como consecuencia de las nefastas políticas arancelarias que ha impuesto su gobierno.

Ahora quisiera ver el asunto desde la perspectiva de lo que enseña la ciencia económica. Todo arancel aduanero inexorablemente significa mayor erogación por unidad de producto, es decir que el receptor debe destinar más de sus siempre escasos recursos para atender el pago de productos de precio más elevado respecto a lo que hubiera sido de no haber mediado la tarifa en cuestión.

Esto a su vez se traduce en menores bienes y servicios a disposición de la gente, lo cual, puesto de otra manera, implica menor nivel de vida y salarios más reducidos debido al antes mencionado despilfarro.

Si se conjetura que un emprendimiento  empresario es redituable pero en las primeras etapas resulta deficitario, es el mismo comerciante o sus socios eventuales quienes deben aportar fondos en esas primeras etapas para luego ser más que compensados en el futuro, pero no endosar la carga sobre las espaldas de los consumidores.

Si el empresario en cuestión no obtiene los fondos necesarios es por uno de dos motivos: o el proyecto es un cuento chino (con perdón de los chinos) o está bien evaluado pero como hay otros emprendimientos más urgentes y todo no puede llevarse a cabo simultáneamente, debe quedar sin efecto por el momento.

En realidad se suele dramatizar el problema con el sector externo pero el análisis es igual dentro de las fronteras de un mismo país si un productor del Norte es mas eficiente que uno del Sur no se justifican aduanas interiores (ni barriales ni de una cuadra respecto de otra) porque, como queda dicho, el nivel de vida bajará abruptamente si se aplica el “vivir con lo nuestro” y otras sandeces equivalentes.

Cuando el comerciante local alega dumping, esto es venta bajo el costo, habitualmente  no se toma el trabajo de estudiar la contabilidad respectiva pero de todos modos si fuera así los competidores compran a ese precio artificialmente deprimido y revenden sacando partida del arbitraje, sea local o internacionalmente.

El economista decimonónico Frédéric Bastiat con ironía escribía que para cuidar a los productores de candelas había que obligar a que se tapiaran todas las ventanas al efecto de protegerse de la competencia desleal del sol.

Las rabietas de Trump contra los aliados tradicionales de Estados Unidos fabricando inauditas guerras comerciales en base a su nacionalismo y xenofobia inaceptables están perjudicando a toda la comunidad internacional pero muy especialmente la de su propio país, por más que haya reducido impuestos al tiempo que eleva sideralmente el gasto público.

Se pelea con sus aliados mientras dice que admira al dictador norcoreano que, dicho sea de paso, se ha constatado que sigue con sus preparativos nucleares.

Publicado en la edición impresa de El Cronista, martes 3 de julio de 2018.

Reflexión de domingo: «Sobre el aborto y los derechos individuales» – Por Alberto Benegas Lynch (h)

Como han explicado todos los científicos de valía encabezados hoy cronológicamente por el médico Luis F. Leujone de la Sorbona, la vida humana comienza con la fusión de los gametos masculino y femenino –la fecundación del óvulo- que aportan 23 cromosomas cada uno, lo cual da lugar a una persona en acto con 46 cromosomas, una estructura distinta del padre y la madre.

Un embrión humano que contiene la totalidad de la información genética (ADN o ácido desoxirribonucleico). Una persona que tiene la carga genética completa en si misma, en potencia de cambios del mismo modo que les ocurre a todos en el transcurso de sus vidas.

La secuencia embrión-mórula-blastoncito-feto-niño-adolecente-adulto- anciano es un proceso lineal sin solución de continuidad de la vida humana. Solo recurriendo a la magia más rudimentaria puede desconocerse este hecho incontrastable. Como ha consignado el neurobiólogo Ángel S. Ruiz, antes o después de la anidación no se trata de una persona distinta.

La mujer sin duda es dueña de su cuerpo pero no del de otro ser y como la vida humana no aparece en los árboles, la forma de cuidar al nuevo ser es en el transcurso del embarazo de la madre.

Carece de sentido declamar sobre “la calidad de vida” o “la salud pública” si simultáneamente se extermina a una persona en el seno materno.

No cabe tampoco alegar procedimientos antihigiénicos para justificar la legalización  de dicho exterminio, del mismo modo que no se legalizaría un crimen para llevarlo a cabo de modo profiláctico.

La lucha contra el llamado aborto constituye un tema mucho más grave que la lucha contra la aberración de la esclavitud puesto que en este caso siempre hay la posibilidad de un Espartaco exitoso, mientras que el caso considerado resulta irreversible.

La pretensión de justificar la mencionada aniquilación debido a malformaciones sería similar a liquidar sordos o paralíticos.

Sostener que la criatura en cuestión es inviable por si misma es equivalente a lo que ocurre con ancianos.

La violación es el acto más monstruoso que pueda concebirse pero no permite la violación de otra vida que en su caso puede entregarse en adopción pero no matarla.

El primer derecho es el de la vida, no tiene sentido manifestarse a favor de “los derechos humanos” (una redundancia) y, al mismo tiempo, arremeter  contra la vida humana, lo cual no puede despenalizarse puesto que es lo mismo que concluir que ese acto debe quedar impune. Cual será la pena dependerá de la situación concreta y el contexto que evaluará el juez, desde un tirón de orejas a la cárcel.

Todos los debates son bienvenidos y necesarios al efecto de engrosar conocimientos, pero a esta altura discutir sobre si debe o no respetarse la vida suena incivilizado. Aunque lo dicho en esta nota nada tiene que ver con la religión, este debate me recuerda a lo acaecido en la Convención Constituyente santafecina en 1921 que derivó en una votación sobre la existencia o no de Dios.

Publicado originalmente en la edición impresa de El Cronista, martes 26 de junio de 2018.

DISLATE: LEY EN DEFENSA DE LA COMPETENCIA – Por Alberto Benegas Lynch (h)

En el caso argentino al que ahora nos referimos, no es para nada una concepción nueva la legislación que alardea con defender la competencia, terreno que fue iniciado por Perón con sus conocidas amenazas al agio y la especulación, luego utilizado con distintas etiquetas por otros muchos gobiernos estatistas.

Igual que con la libertad de prensa, la mejor ley sobre el proceso competitivo es la que no se promulga. Para fraudes, abusos y corrupciones varias está el Código Penal y el Civil y Comercial, no solo no es necesaria sino del todo contraproducente una ley nacional en defensa de la competencia que, al igual que otros documentos de tenor equivalente, aparecen dirigidos a buenos propósitos pero esconden veneno bajo el poncho.

En el contexto de este gobierno no es de extrañar que semejante ley se promulgue puesto que varios de sus encumbrados funcionarios han despotricado contra empresas que mueven sus precios, en lugar de afrontar con el vigor necesario las causas de dichos movimientos como es el elefantiásico gasto público, el déficit fiscal y la consiguiente manipulación monetaria.

Lo primero es comprender que técnicamente no hay tal cosa como traslación a precios. El empresario siempre intenta cobrar el precio más alto que las circunstancias permitan, lo cual no significa que sean las que quieran, de lo contrario el vendedor de pollos colocaría sus precios a un billón de libras esterlinas por unidad pero, en ese caso, la demanda será cero.

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EL PAPA Y LA ECONOMÍA MUNDIAL – Por Alberto Benegas Lynch (h)

La Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “El teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza”.

Gracias a Dios porque el Papa Francisco se ha pronunciado en un extenso documento que consta de cuatro capítulos divididos en treinta y cuatro secciones sobre aspectos del actual sistema económico y financiero mundial.

Resulta extraño que el Sumo Pontífice se exprese sobre aspectos de técnica bancaria, sobre instrumentos como los derivados, sobre la evaluación de las carteras crediticias, sobre el modo de llevar a cabo préstamos interbancarios, sobre organigramas internos de las finanzas, sobre la política respecto a los accionistas en las entidades del ramo etc. A juzgar por las referencias poco rigurosas, es de esperar que sus asesores en la materia no hayan sido miembros del Banco del Vaticano debido a los escándalos del caso.

El documento está impregnado de las mejores intenciones y referencias bíblicas de interés, pero en lugar de condenar estatismos concretados en aparatos estatales que asfixian a la gente con regulaciones absurdas, con cargas tributarias astronómicas y con inflaciones que roban a los más necesitados. En lugar de ello, el Papa insiste en la necesidad de que las autoridades nacionales coordinen sus acciones para acentuar controles al fruto del trabajo ajeno a través de la regulación de mercados.

La emprende contra la especulación, los negocios supranacionales, la asimetría que es consecuencia natural de arreglos contractuales entre personas con preferencias diferentes y arremete contra “la lógica perversa” del lucro y las desigualdades, a favor de impuestos con carácter redistributivo y pontifica como debe la gente consumir y ahorrar lo suyo.

Pocas veces he constatado tantos errores conceptuales en un solo escrito. En un reducido espacio no pueden analizarse tamaños propósitos, por otra parte me he referido a temas semejantes en otras oportunidades por lo que centraré mi atención telegráficamente solo en dos aspectos.

Primero la especulación que está atada a toda acción humana. Especular significa conjeturar que con el acto se pasará de una situación menos favorable a una que proporcione mayor satisfacción, ya se trate de caridad, de un arbitraje o lo que fuere.

Segundo en un mercado libre las desigualdades de rentas y patrimonios son el resultado de atender las necesidades del prójimo que distan de las obtenidas al explotar a la gente en un contexto estatista vía alianzas con el poder de turno. En una sociedad abierta aquel delta es el resultado de las votaciones de la gente en supermercados y afines. Las diferencias entre países  que critica el Papa se deben a sistemas distintos pero también hay que mirar al Vaticano en relación a Níger.

Publicado originalmente en la edición impresa de El Cronista, lunes 28 de mayo de 2018.