Hay miradas infinitas respecto a las clasificaciones de la historia, algunas quedan completamente desactualizadas, como por ejemplo la que alude a la anacrónica “historia moderna” de otros tiempos, como si el presente quedara estanco, contradiciendo la visión agustiniana de cómo se escapa el presente entre pasado y futuro. Hay otras clasificaciones por lo menos curiosas como la de mi cuentista favorito Giovanni Papini quien la divide en grandes categorías según se use la fruta de la manzana.
Así, Papini concluye que hubo cuatro manzanas decisivas en la historia de la humanidad. La primera la de Adán que abrió cauce a la noción del mal. La segunda, la de la discordia, fue la de oro para premiar a la mujer más bella en el relato de Homero, entruerto que finalmente zanjó Paris -el hijo del rey de Troya- que la concedería a Afrodita, pero al secuestrar a Helena desencadenó la conocida trifulca. La tercera fue la de Guillermo Tell fabricada por Schiller y ejecutada por Rossini que desafió al poder político, y la cuarta fue la científica de Isaac Newton, un relato confirmado en la biografía de William Stukeley en cuanto a aquello de la célebre manzana que derivó en la formulación de la ley de la gravedad.
En el campo de teoría monetaria aplicada, hemos discutido si el euro es un buen sistema, lo hemos comparado con el caso de Panamá e incluso planteamos la posibilidad de que Colombia termine dolarizando la economía, como ya lo han hecho El Salvador y Ecuador, considerando que acaban de firmar un tratado de libre comercio con el Nafta.
En los últimos días nos hemos ocupado de tomar distintos artículos para analizar el peronismo. Publicamos posts referenciando a Roberto Cortés Conde, Meir Zylberberg, Alberto Benegas Lynch (h) y Gabriel Zanotti. En los intercambios, resurgió el tema de buscar el origen de la crisis argentina, y concluimos que sería un error comenzar con el propio Perón.
El pasado 18 de junio se cumplieron tres años de la desaparición de uno de los mejores historiadores que supo conocer la Argentina. A continuación, a modo de recuerdo u homenaje, José Ignacio García Hamilton nos invita a la reflexión sobre las raíces de la decadencia argentina, con un artículo [también disponible en inglés] que espero el tiempo convierta en clásico de la literatura.
En este artículo, sostendré que la crisis de Argentina es el resultado de prácticas políticas coloniales manifiestas en la economía argentina moderna. Mostraré que el increíble desarrollo de Argentina después de la Constitución Nacional de 1853–60 se debió a la creación de una serie de instituciones y valores culturales que modificaron aquellos que provenían de la época de la colonia española. Sin embargo, en los inicios del siglo XX —un período en el que, paradójicamente, el país se había convertido en uno de los más ricos del mundo—, reaparecieron ciertos rasgos culturales de la época colonial que provocaron un proceso de decadencia económica. Esta decadencia se intensificó después de la Segunda Guerra Mundial. Las reformas que comenzaron en 1989 no constituyeron la causa de la situación actual, pero tampoco lograron impedir el regreso de ciertos hábitos y rasgos originados en tiempos de la colonia. En primer lugar, exploraré los rasgos que caracterizaron la época de la colonia española. Luego, me referiré a la modernización que se llevó a cabo después de 1853, los retrocesos del siglo XX y los motivos por los que las reformas de 1989 no pudieron evitar la decadencia. El artículo concluye con una reflexión sobre las causas de estos retrocesos y una consideración de las perspectivas para el futuro.
No es un texto de reciente publicación, pero yo acabo de descubrirlo. Roberto Cortés Conde explica en sólo doce páginas la economía política del peronismo (1946-1955). Particular interés puede generar el gráfico de la página 11.
En pocas palabras, el peronismo significó un punto de quiebre en la historia argentina, del cual ya no hubo retorno.
Ya se puede acceder a los ensayos de la RIIM, Vol. 55, Año XXVIII.