LA “HERENCIA”: ¿CHAMUYO O REALIDAD?

Por casualidad, en paralelo con mi nota en Infobae del día de ayer, el ex Ministro de Economía durante la última etapa del kirchnerismo, Axel Kicillof, publicó una columna en Página 12 para responder sobre la «pesada herencia.» Sugiero al lector, tomarse un momento para leer ambas columnas, tras lo cual ofrezco mis propias reflexiones.

El ex Ministro responde allí a cuatro de los diez puntos que planteo en mi artículo. Veamos:

  • Elevadísimo déficit fiscal. Hay muchas formas de medirlo. Generalmente se toma el déficit primario, y éste a su vez se puede tomar con ANSES y BCRA, o sin ellos. El dato del 7 % de déficit fiscal que menciona Kicillof excluye esos recursos porque representan deuda interna. La deuda interna es una forma de financiar el déficit, pero no son recursos genuinos como los impuestos. Además, otros preferimos no tomar el déficit primario, sino también el que incluye los intereses de la deuda pública. En definitiva, esas erogaciones también hay que pagarlas. Ese déficit hoy es del 7,66 %. El gráfico No. 1 muestra la evolución del déficit fiscal durante la gestión de Kicillof, primero en las sombras, luego en su función de Ministro de Economía.

Gráfico No. 1: Resultado fiscal

Kicillof_1

 

 

 

 

 

 

Fuente: MECON y estimaciones propias.

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LA “HERENCIA” EN NÚMEROS

Esta nota intenta aclarar la dimensión de la herencia. Notará el lector que ha habido avances parciales en algunos campos, pero que aún resta mucho camino por recorrer en este proceso de normalización de la economía argentina.

1.
       Sobreempleo público
En la última década se multiplicó excesivamente el empleo público. A nivel nacional el personal aumentó un 61 %, desde 241.400 en 2003 hasta 389.830 en 2015; a nivel provincial el incremento fue del  72 %, desde 1.7 a 3 millones de personas en el mismo período; a nivel municipal la suba fue del 110 %, pasando de 379.000 en 2003 a 796.300 en 2015. En total, en el período bajo estudio, el incremento fue del 77 %, pasando de 2,3 a 4,2 millones de empleados públicos.
En América Latina la relación Empleo Público / Población Económicamente Activa apenas supera el 10 %. En Argentina estamos cerca de alcanzar el 20 %. Duplicar esta relación por supuesto tiene un costo fiscal importante. Debemos interpretarlo como una mochila excesivamente pesada sobre las empresas privadas, y una traba fundamental para la creación de empleo.
Este es quizás el elemento central de la herencia, por las dificultades institucionales para revertir el proceso, por los derechos adquiridos, y por sumergir al país en un problema que ya era estructural, pero que ahora se agrava fuertemente.
 
2.       Excesivo gasto público
Como consecuencia de lo anterior, no sorprenderemos al lector al señalar que el gasto público primario a nivel nacional se incrementó de menos del 15 % en 2003 hasta el 36,7 % en 2015. Si analizamos el gasto público consolidado en los tres niveles de gobierno, entonces el salto se observa desde el 26,2 % en 2003 hasta superar el 50 % en 2015.
La suba del gasto público no incluye sólo el sobreempleo público. Incluye decenas de planes, algunos más importantes que otros, pero que más allá de la reflexión que cada uno amerite, en su conjunto llevan al estado a una situación fiscal imposible de financiar en el largo plazo.
 
3.       Presión tributaria récord
La voracidad fiscal de estos últimos diez años incrementó la presión tributaria desde el 24,33 hasta el 45,5 % del PIB. A nivel nacional se observa un salto desde el  19,21 % del PIB en 2003 hasta el 39 % en 2015. A nivel provincial el salto, en el mismo período, fue desde 3,82 hasta el 5,60 % del PIB. A nivel municipal el salto fue de 1,3 a 1,75 % del PIB. En síntesis, un argentino medio trabaja prácticamente seis meses del año para solventar el gasto público en los tres niveles.
Resulta paradójico que se argumente que el estado crea empleo porque el privado no lo hace, pero se le impide al sector privado hacerlo con esta carga tributaria sin precedentes en nuestro continente, o en la historia económica argentina.
 
4.       Enorme déficit fiscal
Ante este escenario de asfixiante presión tributaria, sorprende que aun exista déficit fiscal. Pero así es. Si incluimos los intereses, el 2015 cerró con un 5,8 % de déficit fiscal sobre el PIB. Si quitamos la deuda interna con ANSES o PAMI entonces el déficit fiscal es del 7,66 %. Son prácticamente 300.000 millones de pesos. Este nivel de déficit supera aquel con el que explotó la convertibilidad, dejando al país al borde de la cornisa. Si hoy este nivel de déficit es “manejable”, es porque se accedió a deuda interna, y porque la ausencia de convertibilidad permite monetizar el déficit fiscal.
 
5.       ANSES descapitalizado
ANSES es una institución que, por supuesto, tiene una finalidad muy distante de aquella de financiar los proyectos de gasto público como Procrear o Fútbol para Todos. Luego de estatizar las AFJP, ANSES “recuperó” entre 30.000 a 40.000 millones de dólares, cuyo destino debió estar en inversiones diversificadas que permitieran cubrir de la mejor manera posible las pensiones a pagarse en el futuro, a medida que los trabajadores de la PEA se pasen al retiro. Lejos de ello, utilizar ANSES para financiar el gasto público generó un vaciamiento de la institución, descapitalizando las cajas de retiro y provocando una deuda interna compleja que deberá ser tratada en el futuro. Este problema está lejos de tratarse en estos cuatro años, pero será una temática a tratar en un futuro que hoy parece muy lejano.
 
6.       Alta inflación
La sumatoria de la enorme presión tributaria y la deuda con ANSES o PAMI tampoco alcanzan para cubrir el gasto público. El gobierno necesita además monetizar el resto del déficit fiscal, con su lógico efecto inflacionario. La expansión de la base monetaria durante cada mes de 2015 superó el 30 % respecto de igual mes del año anterior, pero en diciembre el alza fue del 42,4 %. La suba se puede interpretar de distintas maneras, a saber, dar un impulso a la actividad económica que no despegaba o financiar un mayor nivel de gasto público como consecuencia de los gastos de campaña por la elección que llevó a Macri a la presidencia.
La tasa de inflación que había disminuido gracias a la contracción monetaria provocada por Fábregas, volvió a aumentar una vez que se revirtió tal política. La elevada tasa de inflación actual se puede comprender como  consecuencia del reacomodamiento de precios tras las reformas que el nuevo gobierno viene aplicando, pero también se alimentó de la expansión monetaria de 2015, cuyo efecto llega con rezago en este 2016.
 
7.       Controles de precios, subsidios y tarifas atrasadas
El gobierno anterior luchaba contra la inflación de la peor manera que podía hacerlo. Controlando precios, persiguiendo empresarios, multiplicando subsidios y con tarifas atrasadas en los servicios públicos o en el transporte. El costo político de levantar estos controles recayó sobre el nuevo gobierno, con un “reacomodamiento” difícil, especialmente en un contexto recesivo, o al menos de estancamiento económico.
 
8.       Cepo cambiario
Entre esos controles de precios, quizás el más dañino fue el cepo cambiario, que provocó una fuga de capitales que redujo las reservas del BCRA desde poco más de 50.000 a menos de 30.000 millones de dólares, con las conocidas discusiones aun abiertas acerca de la composición de las mismas, que ponen dudas sobre la solvencia del Banco Central.
Numerosos analistas aseguraban en 2015 que las reservas netas eran cercanas a cero, una vez que se devolvían los dólares a los depositantes, o incluso se quitaban préstamos chinos en yuanes y otras deudas o asistencias de último momento que permitieron sostener la debilitada moneda nacional.
El cepo cambiario además impedía relaciones comerciales normales con el mundo, tanto en la exportación como en la importación, estancando a las economías regionales y paralizando al sector industrial.
 
9.       Aislamiento y déficit en infraestructura
El cepo cambiario fue asociado a una política de aislamiento que también golpeó la cuenta capital. La falta de inversión extranjera directa hizo que se perdieran, según un estudio de Libertad y Progreso, unos 32.000 millones de dólares durante el gobierno de Néstor Kirchner, 60.000 millones de dólares durante el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y 63.500 millones de dólares durante su segundo gobierno. Esta pérdida de inversiones tiene como consecuencia lógica una infraestructura débil para acompañar el desarrollo de la economía argentina.
A su vez, las tarifas atrasadas en los servicios públicos impidieron a los concesionarios invertir lo suficiente para garantizar servicios de calidad, comprometiendo la capacidad productiva de la Argentina que, antes de volver a crecer, necesitará desarrollar inversiones en todos estos sectores para evitar cuellos de botella.
 
10. Estancamiento económico o recesión.
Todo lo dicho no puede tener otra consecuencia que un profundo estancamiento económico que comenzó en 2011, pero que ya se extendió hasta 2015, y que repercute también en un parálisis del consumo y la inversión. En definitiva, lo dicho ha resultado clave en el triunfo de Macri en la última elección, si consideramos que la gente siempre vota con el bolsillo. Este estancamiento promete extenderse también en este 2016, o incluso profundizar la crisis, una vez que se reconoce la inflación reprimida y se sincera el tipo de cambio. De hecho, la devaluación de los primeros meses de 2016 redujo el ingreso per cápita en dólares desde 14.747 a 8.920 dólares. No sorprende entonces que la presión sindical vaya creciendo con el correr de los meses.

¿Sobreviven la Pymes a un plan liberal? [Infobae]

Pymes«Si se aplica un plan liberal, ninguna pyme va a sobrevivir”, dijo el ministro de Economía Axel Kicillof mientras anunciaba la creación de un consejo de defensa a las pequeñas y medianas empresas. Luego sentenció: “En el mercado, si no está el Estado, rige la ley de la selva”.

La frase del ministro deja mucha tela para cortar, como cada una de sus reflexiones. ¿Qué parte es cierta y qué parte no lo es?

Lo cierto es que liberales y socialistas llegan a pocos consensos en la política económica, pero en la medida en que haya buenas intenciones, coincidirán en terminar con la corrupción y también con el favor político que el Estado ofrece a algunos empresarios. En este sentido, el pensamiento del ministro de Economía no encaja en ninguna escuela económica de pensamiento. Su política económica consiste en reemplazar al mercado y ofrecer privilegios o sanciones arbitrarias a quienes él cree que lo merecen. La igualdad ante la ley lógicamente brilla por su ausencia.

Siempre insisto en dejar de llamar Unión “Industrial” Argentina a ese grupo de seudoempresarios y seudoindustriales que se reúnen tras la Presidente para las fotos de sus discursos. ¿Qué empresario puede estar a favor de este modelo? Solo aquellos que reciben la “protección” del Estado. Pero ha sido tan gigantesco el entramado de regulaciones, favores, autorizaciones para compra de divisas, permisos de importación o exportación, subsidios, aranceles y protecciones que se extendieron en los últimos doce años, que engloba a una importante proporción de la estructura productiva.

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Dos gráficos que resumen la situación crítica de Argentina

Muchos somos los que venimos alertando sobre las dificultades del modelo kirchnerista. Decíamos antes de las elecciones que resultaron en una victoria aplastante de Cristinar Fernández de Kirchner:

Cualquiera sea el resultado de la próxima elección presidencial, los desafíos centrales de la política económica post-elecciones son 1) el crecimiento de la economía, 2) el control del gasto público y 3) evitar que se dispare la inflación.

Respecto al punto 1, durante los últimos años, se ridiculizó a aquellos que «agitaban fantasmas». Hoy el INDEC ya reconoce el enfriamiento de la economía, con una caída fuerte de su industria.

Respecto al punto 2, justamente el enfriamiento de la actividad económica, abre dificultades en el frente fiscal, pues se estanca la recaudación. En los últimos meses ha aumentado notablemente la necesidad de financiar el gasto público con emisión de moneda.

En la medida que el déficit fiscal aumenta y se monetiza, es esperable que la inflación se acelere y los argentinos huyan al peso y lo cambien por dólares, a pesar de los intentos del gobierno por evitarlo.

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Angel Martín y la recesión americana

Angel Martín Oro ha publicado un artículo en The Freeman que merece atención. Dadas las dificultades que la economía americana encuentra para abandonar la crisis, ofrece un estudio de economía comparada sobre las causas de esta prolongada recesión. Dado que el artículo está en inglés intentaré resumir lo que considero más relevante.

La respuesta keynesiana, es resumida en la posición de Krugman, aclarando que por supuesto hay keynesianos que no defienden la misma línea de pensamiento. Krugman siempre ha dicho que la gran depresión fue profunda porque el gobierno americano se quedó demasiado corto con el estímulo a la demanda agregada. Hoy insiste con la misma respuesta. Obama estaría siendo demasiado cauteloso al escuchar a los economistas conservadores que piden que no se exceda con el gasto.

La respuesta monetarista es crítica de esta política fiscal y se concentra en la política monetaria. Como representante de la Reserva Federal, Bernanke ha reconocido la responsabilidad de la Fed durante la gran depresión, aludiendo a la tesis de Friedman-Schwartz que identifica a la gran contracción de 1929-1933 como la principal causa de la crisis. Pero prometió no volver a repetir el error. De ahí que Chicago aprueba en gran medida lo que hace Bernanke, esto es, expandir la oferta monetaria para evitar la contracción y una gran deflación de precios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El gráfico que adjuntamos, de hecho, muestra cómo la Reserva Federal duplicó la base monetaria entre septiembre de 2008 y enero de 2009. ¿Fue esto excesivo? Muchos economsitas dirán que sí, pero no todos. Angel Martín cita a Scott Summer afirmando que de hecho, desde 2008 el mercado necesitó más dinero que el inyectado por Bernanke, por lo que debiera ser aun más agresivo.

Las dos respuestas, según Angel, sufren del mismo problema: demasiado agregacionismo. El PBI o el nivel general de precios no permiten observar la distorsión de precios relativos, ni la mala inversión generada en los años previos.

La respuesta austriaca va por otro lado. Apunta a que debió generarse un ajuste de mercado que liquide al menos las malas inversiones desarrolladas durante el período 2001-2007. Cita algunos estudios que muestran que el sector privado sigue estando demasiado endeudado, y menciona al economista Juan Ramón Rallo, señalando que la política de mantener la tasa de interés en niveles cercanos a cero, incentiva a los agentes a mantenerse endeudados.

Finalmente, Angel menciona la tesis del “Regime Uncertainty”, formulada por Robert Higgs, estudio cuyo origen estuvo también en el análisis de  la gran depresión. Higgs apunta que Roosevelt generó desconfianza en el sector privado con sucesivos ataques (retóricos y a través de políticas) que dañaron las instituciones y privaron a la economía americana de una rápida recuperación. Lo que sigue es simplemente señalar un paralelismo entre Roosevelt y Obama.

Un nuevo debate comienza, similar a aquel entre Hayek y Keynes, entre mercado versus estado, que dará lugar a una profunda literatura que será central para el siglo XXI.