La Rebelión de Atlas, Parte I, II y III (película completa)

John_GaltHace algún tiempo posteamos en este blog las partes I y II de la película «La Rebelión de Atlas». Ya disponemos on line de la película completa. Cabe señalar que hasta donde pudimos encontrar en la web, la 3ra parte aun no ha sido traducida al español.

«Conócete a ti mismo»: clave de la actitud liberal ante el poder [Video]

En enero de este año, Gabriel J. Zanotti visitó la Universidad Francisco Marroquín y ofreció algunas reflexiones filosóficas acerca de este planteo de Sócrates: «Conócete a ti mismo».

El carácter innovador de esta presentación, es su aplicación a un caso no común. El «conócete a ti mismo», como «clave» de la actitud liberal ante el poder.

Dejo aquí el acceso a la presentación.

 

Filosofía para mí – el cuarto libro de filosofía de Gabriel J. Zanotti

gabriel-zanottiEl «punto de vista económico» es para quienes trabajamos en este blog, el punto de vista multidisciplinar que engloba a todas las ciencias sociales. Así al menos lo definimos en la bienvenida! Una muestra de ello es cómo nuestros posts en estos últimos tres años han recorrido temas del derecho, de la historia, de las ciencias políticas, de la filosofía, además de lo que estrictamente se suele denominar «economía».

En este sentido, muchos de nuestros lectores que comparten con nosotros este «punto de vista económico», se han acercado al blog por los libros, artículos y comentarios del «filósofo» Gabriel J. Zanotti. Las comillas no son casuales. Zanotti pudo haber completado su licenciatura y doctorado en filosofía, o puede ser docente de esta disciplina hace muchos años, pero no es sólo un filósofo. Sus libros, sus reflexiones constantes muestran que ha traspasado hace tiempo las fronteras de la «filosofía» para aportar contribuciones en otros campos.

En esta oportunidad, sólo quiero difundir su cuarto libro de filosofía (en tanto filosofía), el que afortunadamente se encuentra on line, y que «sus» lectores podrán leer sin costo.

A continuación sólo transcribo el por qué del título, pero el lector puede acceder al libro completo al final de este post.

Este es mi cuarto libro de filosofía en tanto filosofía. Los tres anteriores, aunque muy diferentes entre sí, tienen una característica en común: están escritos para todos. Están escritos con la intención de presentar a la filosofía como un camino abierto a todos, despertando al filósofo que habita en cada ser humano. Al primero lo llamé “filosofía para no filósofos”, y su intención didáctica era obvia. Allí intenté que la filosofía fuera “fácil”. Hoy no lo intento más: la filosofía no es fácil ni difícil, es un hábito, y, como todo hábito, difícil al principio, fácil después.

El segundo fue “para los amantes del cine”. Era casi lo mismo que el primero pero usaba a las películas como fuentes de ejemplos. Hoy considero que el cine es una privilegiada forma de relato de mundos de vida, y, por ende, un privilegiado lugar donde ejercer la actitud teorética esencial a la filosofía. Dios me de fuerzas para escribir una segunda parte.

El tercero fue “para filósofos”: allí me dirigía a todo ser humano, porque todo ser humano es filósofo (aunque tiene que des-cubrirlo) y a los “filósofos”, diciéndoles algunas cositas, y tratando de hacer una hermenéutica global de la historia de la filosofía occidental.

Y este cuarto libro, ¿qué es? No es una introducción, en la filosofía uno no se introduce, uno se sumerge. Es para “no filósofos” en tanto no es un ensayo para ser publicado en una revista especializada, pero es para filósofos porque también les hablo a ellos. Me parece que este libro es un retrato de mis inquietudes filosóficas, hoy, más profundas: la unión entre filosofía y vida, la filosofía de las ciencias naturales y sociales, la hermenéutica, el lenguaje, el sentido de la existencia humana, y todo ello en diálogo con los temas clásicos de siempre: la libertad, el alma, Dios. El estilo del libro revela una vuelta hacia cierta forma analítica de exposición, mezclada abruptamente con analogía y simbolismos más hermenéuticos. O sea, el libro refleja mi estado filosófico actual: parece haber sido escrito para decirme a mí mismo dónde estoy hoy, filosóficamente hablando (dejando de lado mi vida de astronauta existencial, donde estoy todo el día en la luna). Por eso es “para mí”. Pero, como siempre, es un yo que se dirige a un tú, con la esperanza, permanente esperanza, de despertar en el otro su conciencia teorética, con la esperanza de dialogar con el otro en un intercambio de bien y verdad. Una esperanza permanente en mi existencia. De allí el subtítulo.

Acceda aquí al libro completo.

Reflexión de domingo: ¿Qué es la razón?

gabriel-zanottiCuando comencé a estudiar filosofía, pensaba que lo sabía. Ok, ok, no es que lo ignorara absolutamente. Había leído a Descartes, a García Morente, y estaba entusiasmado con la prueba de la existencia de Dios como primer motor. Había leído, por supuesto, las definiciones habituales de filosofía, y me eran diáfanas. Y allí fui, con la luz natural de mi razón, a recorrer un largo camino, en el cual sigo, aunque en un punto interesante: mirando para atrás, mirando para adelante, casi detenido, casi confundido.
La diferencia entre intellectus y ratio caló muy profundo en mi interior. Me metí hasta la más profunda intimidad de Santo Tomás, casi se podría decir que almorzaba con él todos los días (con motivo de predicación, él podía dispensarse del silencio conventual). Pero, al mismo tiempo, seguía visitando a Descartes, cuya claridad y distinción me capturaron también desde el principio. No era tan diferente: también allí Dios y la razón iban juntos. Kant, un autor diáfano, pero un choque profundo: ¿la metafísica no es racional? Hegel, según Leocata, la profunda culminación de Parménides-Plotino-Spinoza, y siempre me conformé con eso, para escándalo de muchos. Pero, en medio de todo eso, la filosofía, esa “razón”, era para mí la vida palpitante: “. . . La filosofía, por tanto, lejos de estar separada de la vida, como un castillo de fórmulas abstractas y de palabras extrañas, como un fútil juego de conceptos o recorrido inútil de soluciones contradictorias. . . compromete hasta las raíces de nuestra vida espiritual y tiene como objeto de investiga­ción lo que de más serio, de verdaderamente serio (que da espanto y gozo a un mismo tiempo), hay en nuestra existencia de hombre”. M.F. Sciacca dixit, en uno de sus tantos libros que me regaló la vida de mi padre. Había un San Agustín viviendo en mí, como un bondadoso super yo filosófico, que ahora es más yo que super (sólo juego. Analogías freudianas y supermercadescas, diviértanse :-))
Por influencia de Leocata llegó Husserl. Viví en su casa varios años. La filosofía como actitud teorética sobre la vida, sobre el mundo de la vida, quedó en mí sin problemas, y desde allí, cruzar a la ciudad de Gadamer y de Wittgenstein, en armonía con esa misma razón, no era difícil. Por supuesto, Popper ya había aparecido en mi horizonte, como un filósofo que hablaba de la ciencia que hablaba “de las cosas exteriores”, ubicándola donde corresponde: conjeturas. Eso era la razón también. De allí seguir el recorrido, y llegar a Feyerabend como creatividad como una razón que se despliega en diversas formas, según diversos desafíos, ¿qué problema fue?
Solito partí y llegué a que la razón, o era una razón sobre la vida, o era lo mismo que la historia del ping pong, tan fascinante e intrascendente para lo más esencial de la vida humana (los que jueguen ping pong, perdón). Solito partí y llegué de una razón donde ella es un compromiso con la existencia, con la existencia humana, desde luego, con la existencia que sufre y que me compromete desde una mirada anhelante de ayuda y comprensión. ¿Qué tenían contra eso los silogismos de Aristóteles o el sentido en Husserl? Eran parte del maletín del médico que se sienta en la existencia, toma su fiebre, pone la mano en cabeza del enfermo, mira, escucha….
Pero en medio de todo esto, allí estaba, como siempre, en un debate permanente, torturante, Heidegger. Que no, que la razón es el olvido del ser. Que no, dice un amado discípulo, que no dice eso. ¿Qué dice? Hace 30 años que trato de saberlo. Mientras tanto, lo que sí sé es que muchos heider-fans dirían que todo lo anterior parece estar sumergido en las aguas de la ontoteología, olvidado del ser, y en una razón en que realidad es sólo el logos griego, ajeno a la existencia. A la fresca.
El ser. El ser. Qué interesante. Eso debe ser. Por es que yo no lo entiendo. Porque yo nunca “pensé” (¿razoné?) en el ser. Pensé (¿recé?) en Dios. Pensé en mi existencia y en la de los demás. Pensé en la vida. ¿Es la vida de cada ser humano ontoteológica? Y debe ser, ¿qué es cada ser humano sino, precisamente, no el ser?
En medio de todo esto, con motivo de un viaje, y pensando en las largas horas de aeropuerto, tomé de vuelta en mis manos a García Morente. (a un libro se lo toma así: se lo huele y se lo acaricia. ¿Desplazamiento de la libido? Je je….). No hablaba con él (el libro, sí, con los libros se habla) desde unos 30 años atrás. Y entonces me habló, creo, por primera vez. La verdad cuando uno es muy chico puede hacer razón, pero tal vez no filosofía :-). Allí ví de vuelta a la vida, a mi amada vida, unida con la razón. Claro, se respiraban allí los temas de Ortega: su razón vital, el tema de nuestro tiempo. La unión de la vida con la razón, la superación del debate realismo-idealismo. No muy diferente a lo que Husserl y Gadamer habían llegado por su cuenta; no muy diferente a lo que Wittgenstein hace con el lenguaje (ponerlo de vuelta en la vida); no muy diferente a lo que la epistemología actual, llegando hasta Feyerabend, hace con la ciencia (ponerla de vuelta en la vida).
¿Qué es entonces la razón? ¿Hay una razón, hay varias?
Pero, ¿no es que la vida humana y sus problemas existenciales básicos son los mismos?
Hay una escena conmovedora de la filosofía Perdidos en Tokio, donde el personaje femenino, una chica occidental, perdida no sólo en Tokio, sino en la vida, hace un viaje, sola, nostálgica, meditabunda, hacia Kyoto. Allí ve, entre muchas cosas, un casamiento según el rito shintoísta. La chica que se casa, con su vestimenta tradicional, su paso corto y su rostro blanquecino, mantiene su mirada hacia abajo, por supuesto. Pero en un momento, uno, dos, tres segundos, se atreve, y mira hacia la mujer occidental que la mira desde su nostalgia. Se miraron las dos. Hubo allí un cruce, unos segundos, donde las dos evidenciaron….. Entenderse. Se miraron y se entendieron. Eso es la razón.
¿Logos griego? ¿Silogismos aristotélicos? ¿Mitos shintoístas?
¿Muros infranqueables?
¿O nosotros los hemos construído?
La vida razona de otro modo, no razona como muchos filósofos, que creen que la vida es más complicada que esa mirada. Que tal vez es muy complicada, sí, al lado de filosofías que la complican. ¿Será esa mirada un “sin-sentido”? ¿Se podrá expresar en lógica matemática? ¿Será empíricamente testeable? ¿Qué tipo de categoría es? ¿Es cantidad, cualidad, ubi o situs? ¿Es física o metafísica? ¿Es un juico sintético a priori? ¿Es ontoteológica o es una expresión poética del ser olvidado?
¡Oh señor filósofo! ¿Qué está usted haciendo? ¿Qué tipo de “argumento” es este? Señor filósofo zanotti, (si, con minúsculas), esta ponencia no será aceptada en el congreso. Esto no es serio. Esto no es un argumento “filosófico”.
¿Ah no?
¡Mis colegas, los nuevos sacerdotes del templo! ¡Los filósofos, los nuevos inquisidores que excomulgan, definen y pontifican!
Yo mientras tanto seguiré viviendo.
¿Tendré razón?

Publicado originalmente el 7 de septiembre de 2008, en Filosofía para mí.

Reflexión de domingo: «El microondas intelectual (un experimento ético-ideológico)»

gabriel-zanottiVamos a sonreir un rato. Les propongo este experimento mental que viene bien para bajar nuestros decibeles ideológicos. También lo había escrito en Guatemala, a principios del 2003. Los ejemplos tienen que ver con esa época (ahora es lo mismo, pero sencillamente empeorado). Planteo un dilema moral. ¿Alguno se juega a decir qué hacer?

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EL MICROONDAS INTELECTUAL

La filosofía moral, como muchas otras ciencias, usa habitualmente experimentos imaginarios como método de trabajo. En este caso, voy a proponer al lector uno de esos experimentos mentales para poder después plantear una pregunta cuya respuesta no va a ser, tal vez, fácil.El ejemplo, al principio, tendrá algo de humor.Imagínese el lector un horno de microondas que pudiera transformar un libro en ondas cerebrales. No… no me confundí. Ese es el experimento. Suponga que usted pudiera colocar dentro del aparato los libros de Mises y Hayek y que esos libros se transformaran en ondas electromagnéticas, las cuales, por medio de un pequeño casquete lleno de electrodos, llegaran a la cabeza y, consiguientemente, al cerebro de alguien, transformándose en ondas cerebrales. ¿Interesante, no? Podríamos entonces secuestrar a Castro -y dejo al lector la opción de otros dictadores particularmente interesantes-, colocarles el peculiar casquete y, en medio de sus protestas, poner en marcha nuestro peculiar aparatito. Entonces, en unos minutos sus ondas cerebrales recibirían toda la sabiduría liberal clásica. Después de unos minutos, los tendríamos transformados en liberales, en liberales instantáneos (algo así como el café instantáneo). Se levantarían felices de su asiento, se sacarían el casquito, nos agradecerían por la profunda e importantísima transformación recibida, pedirían perdón al mundo por las atrocidades cometidas, retornarían felices a sus territorios, los liberarían de la opresión e instalarían en ellos una democracia liberal clásica con economía de mercado. Después renunciarían a su puesto y se pondrían a dar conferencias sobre Mises y Hayek. ¿Impresionante, no? ¿No sería maravilloso? Sí… ya sé que no se puede. Claro que no se puede. El espíritu humano no se reduce a ondas cerebrales. Santo Tomás ya dijo hace mucho tiempo que el alma humana es inmaterial e inmortal; Kant, sin decir lo mismo, afirmó que la ley moral es un reino independiente del cielo estrellado del cosmos físico, y Karl Popper dijo claramente que dialogamos y argumentamos precisamente porque la verdad no es al cerebro lo que la bilis al hígado.Pero el dilema moral es: si se pudiera hacer, ¿lo haríamos? Esa es la hipótesis de trabajo. Si se pudiera hacer algo así, ¿sería ético hacerlo? No es lo mismo no hacer algo porque no se puede que porque no se debe. Yo no debo tratar mal a mi prójimo no porque no pueda, sino porque, por el amor que le debo, no debo. En este caso, si pudiéramos hacer algo así, ¿lo haríamos? ¿Resistiríamos la tentación de hacerlo? ¿No serían los resultados sencillamente revolucionarios y beneficiosos para todos los sojuzgados por la ignorancia totalitaria de esas personas? Pero, ¿sería “liberal” hacerlo? ¿Es liberal convertir en liberal a alguien por la fuerza? (Por la fuerza técnica, en este caso.) La pregunta nos puede llevar a reflexionar sobre otra pregunta que he escuchado desde hace mucho: ¿cómo hacer para difundir las ideas? ¿Por qué las ideas de la libertad tardan tanto en comprenderse? ¿No podríamos recurrir a técnicas de persuasión un tanto más eficaces?Lo curioso es que esto último sí es posible. Hay técnicas lingüísticas de persuasión, de manipulación intelectual. Manipular a la gente no es tan difícil. Supongamos que alguien no quiere saber nada con Mises. ¿Y por qué no le “introducimos” a Mises sin que se dé cuenta? Los keynesianos hacen eso todo el tiempo… (Con Keynes, claro.) De nuevo: ¿sería eso liberal? Porque, tal vez, la esencia del liberalismo es el diálogo, la conversación, que nada tiene que ver con la manipulación… Lo dijo Karl Popper, sobre todo hacia el final de su vida. Tal vez deberíamos meditar profundamente en todo esto, sobre todo cuando nos ponemos nerviosos por el destino de la civilización. Finalmente, ¿podría Dios hacer algo así? Si Jesús era Dios, ¿por qué no convirtió ipso facto a Pilatos y a Herodes al cristianismo?Para aquellos que verdaderamente estamos convencidos de que Jesús es Dios, viene bien meditar la respuesta.

Publicado originalmente en Filosofía para mí, el 17 de mayo de 2008.

Al rescate del científico social

SabinoEn esta presentación, Carlos Sabino ofrece respuestas a una pregunta esencial: Es la Historia, ¿ciencia o arte?

Propongo tomar esta presentación como punto de partida para intentar responder también a otras preguntas. ¿Qué relación existe entre la teoría y la historia? ¿Puede haber historia sin teoría previa? ¿Debe el historiador formarse en filosofía, antropología, economía, política, derecho o puede trabajar de forma independiente de esas y otras ciencias sociales? Lo mismo cabe decir de estas otras ciencias. ¿Debe el economista formarse en historia? ¿Debe el politólogo estudiar derecho? Yo creo que sí.

Mi impresión es que el historiador, el politólogo o el economista, no harán un trabajo profundo y responsable si no se forman hasta cierto punto en las otras disciplinas. Las ciencias sociales gradualmente crecen en complejidad, y esto lleva a los profesionales a la especialización, pero con ello, se va perdiendo al «científico social» capaz de ver más allá de las fronteras de esas disciplinas, y con ello, lamentablemente se está perdiendo al verdadero profesional capaz de ayudarnos a entender la problemática social.

Los economistas del siglo XVIII y XIX no son Licenciados en Economía. Son más bien, filósofos sociales. Muchos han señalado que entonces, no había economistas. Yo creo que al contrario, hoy no tenemos economistas, y que «economistas» eran los de antes.

¿Cuánto saben de historia, derecho y política, los economistas modernos? ¿Cuánto saben de economía, derecho y ciencias políticas, los historiadores modernos? ¿Cuánto saben de derecho, economía e historia los politólogos?

Lo que vengo pensando desde hace algún tiempo es que quizás se debería formar a un científico social con una base común, pero interdisciplinaria, y luego cada uno profundizará, quizás con estudios de posgrado en la filosofía del derecho, en la economía, en las ciencias políticas, o en la práctica de la historia, pero con ese tronco común e interdisciplinario que le permitirá comprender mejor la realidad social. Visto así, la especialización sólo puede venir después de un estudio general de las ciencias sociales, del que hoy carecen la mayor parte de los profesionales.

Desde luego hay otras carreras más prácticas, como abogacía o contador público, que siguen siendo necesarias bajo la estructura actual. Pero cuando el abogado abandona la práctica jurídica y estudia la filosofía del derecho, no siempre cruza de vereda para estudiar las otras ciencias sociales. Y lo mismo ocurre con las otras profesiones.

Esto es tan sólo una reflexión. Invito a los lectores a ofrecer las suyas.