Reseña: Leonidas Zelmanovitz, Ontología y función del dinero. Los fundamentos filosóficos de las instituciones monetarias, Lexington Books, Nueva York y Londres, 2016.

El libro que aquí se reseña es un trabajo ambicioso que bien podría calificarse como un Tratado moderno sobre instituciones monetarias y política monetaria. Si bien es un libro que trabaja sobre el campo de la economía monetaria, su enfoque desborda esta disciplina para incorporar un estudio multidisciplinar que analiza la metafísica (parte I), la epistemología (parte II), la ética (parte III) y la política (parte IV) del dinero.

Acceda aquí a la reseña completa.

LA INMORALIDAD DEL SOCIALISMO – Por Alberto Benegas Lynch (h)

ABLLos sistemas sociales en última instancia debe ser juzgados por sus fundamentos éticos, es decir, por su capacidad de respetar la dignidad del ser humano, por la consideración a las sagradas autonomías individuales y, por consiguiente, a las mejores condiciones de vida posibles en este mundo, espirituales y materiales según sean las preferencias de cada cual dada la liberación máxima de las energías creativas.

Los socialismos en cualquiera de sus variantes significan quitar en mayor o menor medida la libertad de las personas por parte del monopolio de la fuerza que llamamos gobierno. No tiene sentido alguno hablar de moral cuando no hay libertad. No es moral ni inmoral aquél acto que se realizó por medio de la violencia y es pertinente recordar que la libertad significa ausencia de coacción por parte de otros hombres. No es correcto extrapolar la idea de libertad en el contexto de relaciones sociales a otros campos como la biología o la física. Como hemos subrayado antes, no se deja de ser libre en el sentido de las relaciones sociales cuando se comprueba el hecho de que hay personas que alegan no “son libres” de bajarse de un avión en pleno vuelo, o de ingerir arsénico sin sufrir las consecuencias, ni son “menos libres” los que están aferrados al tabaco. En este contexto carece de significación sostener que los pobres “no son libres” para comprarse un automóvil de lujo con lo que se confunde la idea de la libertad con la de oportunidad. Sin duda que el lisiado no puede ganar una competencia de cien metros llanos, pero esto nada tiene que ver con la libertad en el contexto de las relaciones sociales.

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Milton Friedman escandaliza: la responsabilidad social de los empresarios es aumentar sus ganancias

Milton-FriedmanLos alumnos de Historia del Pensamiento Económico I leyeron a Milton Friedman: “La responsabilidad social de los empresarios es incrementar sus ganancias”.

El artículo, publicado en la revista del New York Times es claramente desafiante, típico de Friedman. Con un título agresivo busca llamar la atención de los lectores. Así lo comenta una alumna:

“Friedman hace hincapié en su rechazo a la responsabilidad social de la empresa. Friedman establece que no puede hablarse estrictamente sobre RSE ya que, quienes adquieren responsabilidades son las personas y no una corporación artificial. Quienes deben ser responsables son las personas y no una corporación artificial. Quienes deben ser responsables son los empresarios, dueños, o quienes representan a las compañías, es decir, los ejecutivos corporativos. Ahora bien, ¿en qué consiste esa responsabilidad?”

“El ejecutivo corporativo es también una persona en su propio derecho y, como tal, puede que tenga muchas otras responsabilidades que reconozca o asuma de forma voluntaria: para con su familia, su conciencia, sus sentimientos de caridad, su iglesia, sus clubes, su ciudad, su país. Puede que se sienta obligado por dichas responsabilidades a dedicar parte de sus ingresos a causas que considera respetables, a rechazar trabajar para ciertas corporaciones, e incluso a abandonar su trabajo, por ejemplo, para incorporarse al ejército de su país. Si lo deseamos, podemos referirnos a algunas de estas responsabilidades como “responsabilidades sociales”. Sin embargo, en este sentido el ejecutivo corporativo está actuando como principal y no como agente; está gastando dinero, tiempo o energía, y no el dinero de sus empleadores o el tiempo o la energía que por contrato se ha comprometido a dedicar a los objetivos de los mismos.”

 

El tema es tan sensible que muchos no llegan a ver los argumentos de Friedman. No digo estar de acuerdo, sino simplemente entenderlo. Lo mismo debe haber sucedido con muchos de sus lectores.

Algunas de las preguntas que los alumnos plantearan:

¿El individuo en el rol del individuo corporativo pierde la capacidad de hacer cualquier acción responsable socialmente?

Respuesta: No, como dice el texto antes puede hacer lo que quiera con su propio dinero, digamos, con su sueldo de ejecutivo. Pero incluso podría hacerlo como parte de la política la compañía si muestra a los accionistas que esas acciones aumentarán el valor de la empresa.

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LA DIMENSIÓN ÉTICA DEL LIBERALISMO – Por Alberto Benegas Lynch (h)

El término más empleado es “capitalismo” pero personalmente prefiero el de “liberalismo” puesto que el primero remite a lo material, al capital, aunque hay quienes derivan la expresión de caput, es decir, de mente y de creatividad en todos los órdenes. Por otro lado, la aparición de esta palabra fue debida a Marx quien es el responsable del bautismo correspondiente, lo cual no me parece especialmente atractivo. De todas maneras, en la literatura corriente y en la especializada los dos vocablos se usan como sinónimos y, por ende, de modo indistinto (incluso en el mundo anglosajón -especialmente en Estados Unidos- se recurre con mucho más frecuencia a capitalismo ya que, con el tiempo, liberalismo adquirió la significación opuesta a la original aunque los maestros de esa tradición del pensamiento la siguen utilizando, algunas veces con la aclaración de “in the classic sense, not in the american corrupted sense”).

La moral alude a lo prescriptivo y no a lo descriptivo, a lo que debe ser y no a lo que es. Si bien es una noción evolutiva como todo conocimiento humano, deriva de que la experiencia muestra que no es conducente para la cooperación social y la supervivencia de la especie que unos se estén matando a otros, que se estén robando, haciendo trampas y fraudes, incumpliendo la palabra empeñada y demás valores y principios que hacen a la sociedad civilizada. Incluso los relativistas éticos o los nihilistas morales se molestan cuando a ellos los asaltan o violan. La antedicha evolución procede del mismo modo en que lo hace el lenguaje y tantos otros fenómenos en el ámbito social.

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II Congreso de Economía y Libertad: ¿Sostenibilidad del sistema público de pensiones?

relojArenaMonedasRemito una invitación que recibí para participar del II Congreso de Economía y Libertad de la Universidad Católica de Ávila en España. Este es un tema central tanto en España como en casi todos los países de América Latina.

El hundimiento de la tasa de natalidad y el notable aumento en la esperanza de vida han despertado una creciente preocupación en la ciudadanía sobre las garantías que ofrece el actual sistema público de pensiones a los jubilados. De hecho, son muchos los que consideran que la sostenibilidad del actual modelo es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan las sociedades occidentales y, muy especialmente, la española.

Por este motivo, la Universidad Católica de Ávila, en colaboración con el Instituto Juan de Mariana y el Centro Diego de Covarrubias, queremos organizar un Congreso de Economía sobre el futuro de las pensiones. En él reuniremos durante tres días a los mejores expertos y analizaremos si el actual sistema de reparto es viable y qué alternativas privadas existen.

El propósito de este II Congreso de Economía y Libertad es doble, ya que, en primer lugar, queremos ofrecer a nuestros alumnos y demás asistentes una formación integral sobre problemas económicos y sociales de actualidad y, en segundo lugar, reivindicar la Universidad como entidad catalizadora y transmisora conocimiento a la sociedad.

Estos son los ejes temáticos sobre los que versarán las comunicaciones que serán presentadas en las “sesiones paralelas”:

  1. Historia de los sistemas de pensiones
  2. Tendencias demográficas y sostenibilidad de las pensiones
  3. Transición entre sistemas
  4. Fiscalidad y pensiones privadas
  5. Pensiones, crecimiento económico y crisis económicas
  6. Ética, sociedad y pensiones

6, 7 y 8 de noviembre de 2014

Normas y plantilla abstract

Normas y plantilla comunicaciones

PRIMER PLAZO: ENVÍO DE ABSTRACT

Fecha límite: 16 de junio de 2014

SEGUNDO PLAZO: NOTIFICACIÓN DE ACEPTACIÓN DE TRABAJOS

Fecha límite: 30 de junio de 2014

TERCER PLAZO: ENVÍO DE COMUNICACIONES

Fecha límite: 1 de septiembre de 2014

Más información aquí.

La nueva economía institucional – North

NorthEn la última clase de Applied Economics, en el Doctorado, los alumnos leyeron el artículo de Douglass North: “La Nueva Economía Institucional”.

Es interesante porque una de las figuras prominentes de esta “escuela” explica de qué se trata. Su objetivo no es menor, según North la nueva economía institucional es un paradigma alternativo y superior al de la economía neoclásica. En el artículo explica que este útlimo, predominante en la teoría económica durante todo el siglo XX, asume que no existen “costos de transacción”, esto es, los costos de utilizar al Mercado.

Estos costos, señalados por primera vez por Ronald Coase, son los de buscar a quien nos pueda proveer el bien o servicio que necesitamos para resolver nuestra necesidad, encontrar quien mejor lo haga, negociar, llegar a un acuerdo, establecer un contrato y luego controlar su cumplimiento. Esto se aplica tanto sea a contratos formales como informales. Al no asumir la existencia de esos costos, la economía neoclásica no presta atención a las instituciones, tomando a estás como las normas, las pautas de conducta, escritas o no escritas, que delimitan nuestros incentivos y nos permiten, en mayor o menor medida, coordinar nuestra acciones. Las instituciones, según North, se desarrollan para reducir esos costos de transacción y facilitar los intercambios.

El Nuevo paradigma de la Economía Institucional es uno, entonces, donde los individuos buscan su interés personal, pero donde las preferencias que pueden satisfacer se encuentran acotadas por el marco institucional existente. Esas normas son básicamente las normas de acción política y los derechos de propiedad.

No les extrañará, entonces, que se hable en el libro de instituciones y que su título sea “El Foro” o donde se discuten las normas políticas, y “El Bazar”, el Mercado donde se intercambian derechos de propiedad.

Los supuestos que la Nueva Economía Institucional asume, según North, son los siguientes:

1. Que el individuo persigue su interés personal. Esto es algo clásico, desde los filósofos escoceses. Ese interés personal puede incluir la preocupación por los demás.

2. Que existen costos de transacción, que es costoso medir los atriibutos de bienes y servicios y que las normas e instituciones los reducen.

3. Que es fundamental, y también costoso, “hacer cumplir” esas normas, y estamos hablando particularmente de derechos de propiedad y su transmición por contrato. Que esas normas se cumplen a través de tradiciones, de códigos éticos y, en la economía impersonal, a través de la figura del estado.

4. Y el ultimo punto, muy interesante, es que las preferencias de las personas no solamente están “mediadas” por los incentivos que establecen las normas, sino también por su “vision” de la realidad, esto es, el papel que tienen las ideas.

Dice North:

Al construir sus modelos, los economistas por lo común han ignorado la ideología, considerando los gustos como importantes, pero constantes. Sin embargo, las preocupaciones por la equidad, así como también la distribución de las ganancias del intercambio, influyen sobre los puntos de vista de las personas acerca de la justicia y la rectitud de los contratos. Más aun, la estructura política hace posible, y en algunos casos deliberadamente, crear un marco en el cual los mandantes están separados de los mandatarios. Estos últimos tienen entonces una amplitud sustancial con respecto a la toma de decisiones políticas, y por lo tanto en la manifestación de preferencias ideológicas en la designación de derechos de propiedad. El análisis político debe tomar en cuenta los costos de convicción ideológica como variables en distintos marcos institucionales.

Luego, presenta la que fuera su posición incial respecto al cambio institucional, que explica a través de cambios en los precios relativos (el típico ejemplo es el de las pestes en Europa que, al diezmar la población, generan escasez de mano de obra y esto lleva al final de las relaciones feudales y el avance hacia la contratación).

Pero luego dice:

Si bien he descripto el proceso del cambio institucional en términos de modificaciones en los precios relativos, puede quizás producirse por cambios fundamentales en la percepción de la justicia de los contratos como resultado de cambios en los costos de información que llevan a las partes a percibir el potencial de formas alternativas de contratar intercambios, tanto económicos como políticos. En este momento estamos lejos de poder comprender cómo evolucionan las ideologías. Con seguridad están relacionadas con cambios fundamentales en los precios relativos. Pero seria peligroso y verdaderamente temerario asumir que las percepciones acerca de la justicia, de la ecuanimidad y de los valores son puramente un derivado de la función de cambios en los precios relativos, y que no tienen vida propia en el contexto de la evolución de ideales morales y percepciones.

Más adelante, el artículo es de 1986, se acercaría mucho más a esta última interpretación, basada en el papel que cumplen las ideas y valores, sobre todo en su libro “Understanding the Process of Economic Change”.

Pues cambios en los precios relativos tienen que ser “interpretados” a través de una determinada vision del mundo. Sobre esto presento un ejemplo en el libro, analizando las razones de la implementación de políticas agropecuarias en Argentina cuando suben los precios de los bienes exportables. Políticas que castigan a los eficientes productores, basadas en un teoría económica (la enfermedad holandesa), un negocio politico (extraer de pocos y repartir a muchos) y una vision ideological del papel del estado (que solo está para redistribuir).

Reseña: La ética de la redistribución, de Bertrand de Jouvenel

JouvenelCompartimos a continuación una reseña de Jorge Martínez acerca del libro de Bertrand de Jouvenel «La ética de la redistribución», publicada en el sitio web de la Fundación Progreso y Libertad, de Chile, en septiembre de 2013. 

A mediados del siglo XX ya se tenía certeza de la superioridad del capitalismo y la libertad por sobre el socialismo, pero, de los aspectos filosóficos, era el ético el flanco más débil de aquél y el objeto de la crítica más acerba de parte de los socialistas de todos los partidos, como diría Hayek en su “Camino de Servidumbre”. El lucro, la primacía de lo individual, el hecho de que en una economía de mercado es el dinero la medida y llave hacia los bienes y la satisfacción material, siempre ha sido difícil de asimilar por las masas ignorantes del funcionamiento de una sociedad capitalista. Entonces, era la brutalidad del régimen totalitario soviético lo que mantenía a la opinión pública reticente ante su implacable avance luego de la Segunda Guerra Mundial; en contraste, sus fundamentos morales aparentaban ser altruistas y solidarios, lo que atraía a los más ingenuos, especialmente, en los países subdesarrollados que menos habían conocido las ventajas de una economía libre. Se pensaba que, en el fondo, el socialismo era más humano y moral, sólo que aún no había tenido tiempo de demostrar sus bondades.

Este es el contexto en que Bertrand De Jouvenel, filósofo y economista francés, escribió las dos conferencias dictadas en 1951 en el Colegio Corpus Christy de Cambridge, y que forman del librito que reseñamos. En él aborda, con singular claridad, dos cuestiones fundamentales: el ideal socialista y el gasto fiscal.

El afán de redistribuir, según el autor, no es una noción que provenga del socialismo, al menos no en su concepción moderna. Históricamente, lo primero que se puso como objeto de redistribución fueron las tierras, lo que se conoce como agrarismo, y en esto se tuvo buen cuidado de no incluir las herramientas que hacen producir la tierra e igualarían los ingresos (que éste no era el fin de redistribuir la tierra) sino repartir entre los hombres los bienes que Dios proveía, pero no lo que los hombres producían.

Diferente del igualitarismo agrario, que buscaba justa distribución, es el socialismo. Para nuestro autor, el sentimiento esencial que origina al socialismo no es la indignación moral por la injusta distribución de la tierra o el ingreso, sino la intención de implantar un nuevo orden de “amor fraternal” entre los hombres: “más bien, es una rebelión emocional contra los antagonismos dentro de la sociedad, contra la fealdad del comportamiento de los hombres unos con otros”, desde ya podemos ver como De Jouvenel en su diagnóstico del socialismo coincide con el que unos años antes dio Ludwig von Mises, en su obra “Liberalismo”, el austríaco sobre el particular decía lo siguiente: “[la resistencia al liberalismo no proviene de la razón] sino de una actitud psicológica que tiene aspectos patológicos: de un resentimiento y de un complejo que podemos llamar ‘complejo de Fourier’, del nombre del célebre socialista francés”; entonces, de lo que se trata no es de reducir los contactos entre los hombres y de renunciar a la división del trabajo, y así acabar con la fealdad del mundo, tampoco de dejar su parcela individual a cada cual para que en ella haga lo que estime conveniente, al estilo del agrarismo. El socialismo tiene su propia propuesta que es a la vez su contradicción vital.

El socialismo propone un nuevo espíritu de aceptación gozosa de la interdependencia que existe entre los hombres, que la división del trabajo y los intercambios entre los hombres no estén ya orientados por el propio interés, en otras palabras, que llamados por el progreso económico los hombres se sirvan mutuamente entre sí, pero, con un “espíritu nuevo”, no como el “viejo” hombre que a regañadientes medía su servicio contra su compensación, sino como el “nuevo” hombre que halla su felicidad en el bienestar de sus hermanos.

Identificado el fin sentimental del socialismo es necesario conocer cuáles son sus medios. Respecto de esto, el socialismo ha identificado a la propiedad privada como la fuente de los antagonismos que repulsa en la vida social, ya sea entre los que son propietarios y los que no, como entre los mismos propietarios. El bálsamo de Fierabrás socialista es, por tanto, eliminar la propiedad privada y así exterminar las contradicciones y jerarquías que tensan las relaciones entre los individuos. Hecho esto, será innecesaria toda coacción porque los hombres serán hermanos unos con otros, toda policía o uso de la fuerza institucional ya no será necesaria, y la siguiente promesa del evangelio socialista, consecuentemente, es la disolución del Estado por resultar innecesaria su existencia.

Pero, esa sociedad fraterna a la que aspira el socialismo ya existe y funciona desde hace siglos, es una comunidad monástica. Aunque sus fundamentos son muy otros de los acariciados por el ideal socialista. Los monjes se han unido no por interés propio sino por amor al “Padre”, y su relación altruista respecto de los bienes materiales se debe a que a no los valoran, los desprecian: “Sus deseos no se dirigen a objetos materiales escasos, lo que los haría competitivos, sino que se dirigen a Dios, que es infinito”.

A fin de cuentas, el socialismo pretende fundar una sociedad monástica pero sin la fe que es su causa. Se inserta en el mundo con total apego a lo material y al progreso que la humanidad ha conocido con el capitalismo. No acepta la visión de que el consumo es algo trivial sino que lo venera y anhela, siempre que se dé con las características del “nuevo” hombre. Sin embargo, si para la sociedad está bien que aumente la riqueza y los bienes disponibles, por qué razón tal cosa es repudiada cuando se predica del individuo. Por qué si se desea el triunfo del hombre sobre la naturaleza y disfrutar del botín que ello provea, se rechaza la actitud necesaria para alcanzar ese objetivo. No será acaso que muchos de los rasgos de la sociedad que el socialismo rechaza, provengan justamente del propósito que él también anhela.

Las dos conclusiones finales que podemos obtener de De Jouvenel: que todo el tinglado redistributivo tiene una letal consecuencia para la libertad de quienes no forman parte del aparato estatal, esto es, traslada el poder desde los ciudadanos hacia los gobiernos que terminan decidiendo en nombre de ellos cómo gastar sus ingresos; y su fundamento moral no es un genuino altruismo o preocupación por el bienestar ajeno, sino la envidia por los bienes que no se puede disponer.

Reflexión de domingo: «El microondas intelectual (un experimento ético-ideológico)»

gabriel-zanottiVamos a sonreir un rato. Les propongo este experimento mental que viene bien para bajar nuestros decibeles ideológicos. También lo había escrito en Guatemala, a principios del 2003. Los ejemplos tienen que ver con esa época (ahora es lo mismo, pero sencillamente empeorado). Planteo un dilema moral. ¿Alguno se juega a decir qué hacer?

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EL MICROONDAS INTELECTUAL

La filosofía moral, como muchas otras ciencias, usa habitualmente experimentos imaginarios como método de trabajo. En este caso, voy a proponer al lector uno de esos experimentos mentales para poder después plantear una pregunta cuya respuesta no va a ser, tal vez, fácil.El ejemplo, al principio, tendrá algo de humor.Imagínese el lector un horno de microondas que pudiera transformar un libro en ondas cerebrales. No… no me confundí. Ese es el experimento. Suponga que usted pudiera colocar dentro del aparato los libros de Mises y Hayek y que esos libros se transformaran en ondas electromagnéticas, las cuales, por medio de un pequeño casquete lleno de electrodos, llegaran a la cabeza y, consiguientemente, al cerebro de alguien, transformándose en ondas cerebrales. ¿Interesante, no? Podríamos entonces secuestrar a Castro -y dejo al lector la opción de otros dictadores particularmente interesantes-, colocarles el peculiar casquete y, en medio de sus protestas, poner en marcha nuestro peculiar aparatito. Entonces, en unos minutos sus ondas cerebrales recibirían toda la sabiduría liberal clásica. Después de unos minutos, los tendríamos transformados en liberales, en liberales instantáneos (algo así como el café instantáneo). Se levantarían felices de su asiento, se sacarían el casquito, nos agradecerían por la profunda e importantísima transformación recibida, pedirían perdón al mundo por las atrocidades cometidas, retornarían felices a sus territorios, los liberarían de la opresión e instalarían en ellos una democracia liberal clásica con economía de mercado. Después renunciarían a su puesto y se pondrían a dar conferencias sobre Mises y Hayek. ¿Impresionante, no? ¿No sería maravilloso? Sí… ya sé que no se puede. Claro que no se puede. El espíritu humano no se reduce a ondas cerebrales. Santo Tomás ya dijo hace mucho tiempo que el alma humana es inmaterial e inmortal; Kant, sin decir lo mismo, afirmó que la ley moral es un reino independiente del cielo estrellado del cosmos físico, y Karl Popper dijo claramente que dialogamos y argumentamos precisamente porque la verdad no es al cerebro lo que la bilis al hígado.Pero el dilema moral es: si se pudiera hacer, ¿lo haríamos? Esa es la hipótesis de trabajo. Si se pudiera hacer algo así, ¿sería ético hacerlo? No es lo mismo no hacer algo porque no se puede que porque no se debe. Yo no debo tratar mal a mi prójimo no porque no pueda, sino porque, por el amor que le debo, no debo. En este caso, si pudiéramos hacer algo así, ¿lo haríamos? ¿Resistiríamos la tentación de hacerlo? ¿No serían los resultados sencillamente revolucionarios y beneficiosos para todos los sojuzgados por la ignorancia totalitaria de esas personas? Pero, ¿sería “liberal” hacerlo? ¿Es liberal convertir en liberal a alguien por la fuerza? (Por la fuerza técnica, en este caso.) La pregunta nos puede llevar a reflexionar sobre otra pregunta que he escuchado desde hace mucho: ¿cómo hacer para difundir las ideas? ¿Por qué las ideas de la libertad tardan tanto en comprenderse? ¿No podríamos recurrir a técnicas de persuasión un tanto más eficaces?Lo curioso es que esto último sí es posible. Hay técnicas lingüísticas de persuasión, de manipulación intelectual. Manipular a la gente no es tan difícil. Supongamos que alguien no quiere saber nada con Mises. ¿Y por qué no le “introducimos” a Mises sin que se dé cuenta? Los keynesianos hacen eso todo el tiempo… (Con Keynes, claro.) De nuevo: ¿sería eso liberal? Porque, tal vez, la esencia del liberalismo es el diálogo, la conversación, que nada tiene que ver con la manipulación… Lo dijo Karl Popper, sobre todo hacia el final de su vida. Tal vez deberíamos meditar profundamente en todo esto, sobre todo cuando nos ponemos nerviosos por el destino de la civilización. Finalmente, ¿podría Dios hacer algo así? Si Jesús era Dios, ¿por qué no convirtió ipso facto a Pilatos y a Herodes al cristianismo?Para aquellos que verdaderamente estamos convencidos de que Jesús es Dios, viene bien meditar la respuesta.

Publicado originalmente en Filosofía para mí, el 17 de mayo de 2008.

Reflexiones de domingo: ¿Qué es el bien común?

ZanottiSe habla mucho hoy de “la economía del bien común”. Pero, ¿qué es el bien común? Ofrecemos nuevamente nuestras reflexiones al respecto, escritas en nuestros libros “Economía de mercado y DSI”, y “El humanismo del futuro”.

Capítulo 1

LA PRIMACIA DEL BIEN COMUN

1.   Qué es el bien común

Para comenzar ordenadamente nuestro estudio, debemos analizar primero el principio de ética social que a nuestro juicio es el eje central de la DSI, pues engloba y permite entender a los restantes. Nos estamos refiriendo al famoso bien común.

Los fundamentos metafísicos del concepto del bien común demostrarán que son vanas las pretensiones del totalitarismo de utilizar este concepto para su propio provecho.

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