Publicado en Sapientia en el año 2000.
- Introducción.
Quienes, como el autor de este artículo, se han formado en el tomismo –creo que pocos podrían decir “directamente en Santo Tomás”[1]– no sienten “empatía” por las diversas filosofías del diálogo tan importantes en el siglo XX. Paradójicamente, no hay un buen diálogo entre los diversos tomismos y las diversas filosofías del diálogo. Pero ello es comprensible. Nombremos algunos de los filósofos “dialógicos” más destacados. Una línea muy conocida podría ser la línea Habermas-Apel[2]. Más allá del neokantismo, la habitual interpretación de estos autores como colocando al consenso antes que la misma verdad dificulta obviamente las cosas. Yo pienso que no es esta la clave del pensamiento de estos autores y que si lo es no es lo relevante de ellos, pero mi opinión es irrelevante para lo que que estamos tratando.
Otro caso es Popper. Lo habitualmente interpretado de él es que una especie de relativismo conjeturalista es la base para la importancia que da al diálogo y a la crítica. Me alegro no estar absolutamente solo en pensar lo contrario, sino en muy buena compañía[3], pero, nuevamente, lo importante aquí es comprender que, dado lo difundido de la otra interpretación, el diálogo con Popper no sea sencillo.
Otro caso es la estructura dialógica de la pre-comprensión en Gadamer[4]. A pesar de que sus aportes en este ámbito lo han convertido en todo un clásico al respecto[5], sin embargo, su obvia conexión con Heidegger y el tema del círculo hermenéutico retro-trae la discusión sobre Gadamer a la polémica del sentido de la obra heideggeriana y su compatibilidad o no con el sentido del esse en Sto. Tomás, polémica ante la cual, esta vez, los diversos tomismos no han sido para nada indiferentes. En la Argentina ha surgido una escuela tomista pro-heideggeriana muy interesante, aunque sus intereses van más bien por el lado metafísico y no tanto por el hermenéutico[6]. Volviendo a Gadamer, es su énfasis en lo histórico, en nuestra opinión, lo que los diversos tomismos temen y/o no saben cómo incorporar a un pensamiento “perenne”. Tal vez la clave es que la metafísica del ente finito de Tomás es el punto de partida de interpretación de lo singular y temporal, pero no puedo siquiera introducirme ahora en ese tema.
Muy relacionado con el punto anterior está la filosofía de E. Husserl, cuyo tratamiento de la esencia, de la intersubjetividad y de la empatía[7] –no por casualidad Edith Stein hace su tesis sobre este último tema[8]– ofrecen caminos para una filosofía del diálogo, pero esos caminos fueron casi inexplorados por la interminable polémica sobre el supuesto idealismo de su filosofía.