Déficit y gasto público: presupuesto base cero, el modelo de TI que usó Carter

Néstor Kirchner inició su gestión en 2003 con un superávit fiscal del 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Rápidamente decidió enfrentar la crisis económica de 2002 con un gasto publico creciente, lo que dio resultado en fomentar la demanda agregada y recuperar la actividad económica. Para 2007, cuando termina su mandato, la economía argentina se encontraba recuperada de la crisis, aunque el superávit fiscal había desaparecido.

Primer error: se pudo salir de esta crisis por otros medios de mercado y sostener el superávit fiscal, especialmente en un contexto de precios de commodities elevadísimos que contribuyeron a fomentar el crecimiento de la región.

Cristina Kirchner fue elegida en 2007 y mantuvo a su marido como un virtual ministro de Economía. La tendencia fue la misma. El gasto público siguió creciendo, aunque con él crecía también el deficit fiscal. Como los recursos tributarios ya no eran suficientes y el proceso de monetización ya generaba altas tasas de inflación, se decidió estatizar las pensiones, lo que permitió el resurgimiento de Anses con unos 40.000 millones de dólares provistos por las AFJP desmanteladas. Este dinero se volcó al mercado para enfrentar la crisis económica de 2008-09, lo que permitió la reelección en 2011. En estos otros cuatro años, el gasto público se exacerbó y el déficit fiscal consolidado llegó a 8% del PIB, un valor superior incluso al que hizo explotar la convertibilidad.

En estos doce años hasta 2015, en materia de gasto público, Argentina puede mostrar un extenso listado de programas y planes sociales. El problema es que este gasto público genera de algún modo “derechos adquiridos” que no se pueden sostener con recursos genuinos.

Segundo error: en finanzas públicas se dice que el gasto puede financiarse de tres maneras, con impuestos, los que ya no pueden crecer porque la presión tributaria es extremadamente elevada; con emisión monetaria, lo que ya genera una inflación alta que perjudica a los más pobres; o con endeudamiento, lo que termina encareciendo el crédito al que pueden acceder las familias y las empresas privadas, reduciendo el potencial de inversión y de generación de empleo.

Si se quiere reducir la inflación a un dígito y evitar un proceso destructivo de endeudamiento, Argentina tiene que balancear el gasto público con la recaudación tributaria, la que además debería reducirse prácticamente a la mitad si se desea ser competitiva con nuestros países vecinos.

¿Qué hacer entonces? ¿Cómo se puede reducir el gasto público antes que la misma deuda explote y volvamos a sufrir las consecuencias del default y el aislamiento?

El modelo de Texas Instrument que usó Carter

No está de más señalar que el mayor gasto público no es necesariamente un sinónimo de mejores servicios públicos. Los argentinos no perciben que luego de expandir el gasto tengan mayor seguridad, mejor educación o mejores servicios sanitarios. Por el contrario, y aunque parezca paradójico, la calidad de los servicios público cayó a medida que los recursos económicos aumentaban en todas las áreas.

Lo que proponemos aquí, en definitiva, es aprender de aquellos que enfrentaron situaciones semejantes, no sólo en el ámbito público, sino también en el ámbito privado. Las empresas a menudo deben enfrentar una reestructuración de sus partidas de gasto para reorientar al Estado a un gasto más bajo, pero además, más eficiente.

Es por ello que algunos economistas proponemos estudiar una herramienta bastante desconocida en la Argentina, pero que ha mostrado éxito en sus aplicaciones. Se trata del “Presupuesto Base Cero” o “Zero Based Budgeting” (ZBB).

El presupuesto base cero tiene su origen en el mundo de la empresa, específicamente en 1970, cuando Peter Pyhrr, su creador, lo introdujo en la empresa americana Texas Instruments. El caso fue exitoso, y poco a poco se extrapoló a otras empresas, hasta que, en 1971, Jimmy Carter contrató a su creador para aplicar la herramienta a la administración estatal. Primero como gobernador del Estado de Georgia, luego como presidente de los Estados Unidos, Carter utilizó esta herramienta para enfrentar el proceso inflacionario de los años 1970.

Con el tiempo la práctica se extendió exitosamente al Reino Unido, Singapur, Nueva Zelanda y algunos otros estados de Norteamérica.

La mayor ventaja de este sistema es que ignora la práctica habitual de considerar el gasto del año anterior y sumar algo más de dinero a cada partida. En este caso, se ignora la historia presupuestaria del gobierno municipal, provincial o nacional, y se reconsidera, o reevalúa, la necesidad de cada partida, tanto histórica como nueva. En otras palabras, se busca que se vuelva a justificar cada una de las partidas del nuevo presupuesto.

Algunos analistas insisten en que esta propuesta requiere de mucho tiempo, puesto que se debe reelaborar todo el presupuesto, o más bien, volver a discutir cada función del estado.

Mi impresión es que esta herramienta deberían utilizarla todos los gobiernos, al menos una vez cada década, justamente para mejorar la calidad del Estado, pero especialmente en casos de crisis fiscales como la que hoy presenta nuestro país. El Ministerio de Modernización debe tomar el organigrama del Estado y replantearse qué funciones queremos que ejerza con un nivel adecuado de presión tributaria, lo que no sólo permitirá reducir el tamaño del Estado y alcanzar el equilibrio fiscal sino que además permitirá generar un Estado más eficiente.

Publicado en El Cronista, viernes 9 de marzo de 2017.

Resumen 2012 No. 7: Macroeconomía y coyuntura global

globalContinuamos con la síntesis del 2012, y encontramos aquí un campo de estudio que absorbió mucha atención.

Personalmente ofrecí una conferencia en la UFM donde intenté explicar la teoría austriaca del ciclo económico en los términos de la praxeología de Mises-Machlup. Pero mucho más interesante para el lector y mucho más creativo es el trabajo que Nicolás Cachanosky viene desarrollando en torno a su tesis doctoral. Nicolás fue compartiendo avances de su trabajo, ampliando la teoría austriaca del ciclo económico en un marco de economía abierta, incluyendo también un trabajo empírico que compara a Colombia con Panamá, y enfatiza en el impacto de la política monetaria sobre la estructura de la producción.

Otra conferencia que tuve la suerte de ofrecer en la UFM versó sobre la Curva de Phillips y la Macroeconomía Comparada, la que a su vez dio lugar a un artículo de pronta publicación: Monetary Dynamics and the Phillips Curve with a positive slope.

Nicolás además ofreció avances sobre un tema muy relevante en la macroeconomía moderna como las expectativas racionales y su crítica a la teoría austriaca del ciclo económico, lo que posiblemente también de lugar a una nueva publicación.

Entrevistamos a un experto de la macroeconomía austriaca moderna como John Cochran, quien a su vez, pre-anuncia lo que será el volumen 3 del libro «La Escuela Austriaca desde Adentro», allí traducida al español.

En Macroeconomía Aplicada, prestamos atención a la coyuntura global, en especial los casos de Estados Unidos y Europa. Primero, presentamos algunas posiciones alternativas de Claudio Borio, Richard Koo y Paul Krugman,  respecto a la recesión global, pero también difundimos las críticas que este último recibió de Steven Horwitz y Pedro Schwartz en su visita a España. Nicolás atendió también a ciertos mitos que surgieron en torno al Huracán Sandy, como factor que podía recuperar la economía.

También publicamos un par de videos sobre la crisis, el primero titulado «Fraude«, en el que participaron varios amigos libertarios españoles como Jesús Huerta de Soto, Carlos Rodriguez Braun y Juan Ramón Rallo (el que recibió un review de Mario Silar), y el segundo titulado «la gran recesión», por Benjamin Powell.

Por mi parte, fue un placer y un verdadero honor, la coautoría junto a Peter Lewin de un artículo sobre la crisis subprime en el QJAE, donde intentamos ofrecer una mirada austriaca de la debacle americana. Este trabajo a su vez, pudimos presentarlo en APEE, Las Vegas, y también en la UFM, Guatemala, conferencia esta última que fue grabada.

En cuanto a Europa, nos planteamos el debate entre austeridad y crecimiento, que hoy respalda las posiciones de la mayoría de los economistas. Publicamos una entrevista a Martín Krause con su lectura de la crisis, y de acuerdo a las lecciones argentina de la última crisis, explicamos lo que España no debe hacer para salir de ella. Finalmente ofrecimos una propuesta de presupuesto base cero para ajustar el gasto.

Presupuesto Base Cero como solución al Estado de Bienestar

Muchos lectores coincidirán conmigo que la crisis europea en general, y la crisis de España en particular, es la crisis del Estado de Bienestar. ¿Cómo enfrentar una reforma integral del Estado que permita ordenar las finanzas públicas y terminar con los desequilibrios? La respuesta, me parece, la encontramos en una herramienta poco estudiada: «El presupuesto base cero» o el «Zero Based Budgeting» (ZBB).

El presupuesto base cero tiene su origen en el mundo de la empresa, específicamente en 1970, cuando Peter Pyhrr, su creador, lo introdujo en la empresa americana Texas Instruments. El caso fue exitoso, y poco a poco se extrapoló a otras empresas, hasta que en 1971, Jimmy Carter contrató a su creador para aplicar la herramienta a la administración estatal. Primero como gobernador del Estado de Georgia, luego como Presidente de los Estados Unidos, Carter utilizó esta herramienta para enfrentar el proceso inflacionario de los años 1970.

Con el tiempo la práctica se extendió al Reino Unido, Singapur, Nueva Zelanda y algunos otros estados de Norteamérica.

La mayor ventaja de este sistema, es que ignora la práctica habitual de considerar el gasto del año anterior y sumar algo más de dinero a cada partida. En este caso, se ignora la historia presupuestaria del gobierno municipal, provincial o nacional, y se reconsidera, o reevalúa, la necesidad de cada partida, tanto histórica como nueva. En otras palabras, se busca que se vuelva a justificar cada una de las partidas del nuevo presupuesto.

Algunos analistas insisten en que esta propuesta requiere de mucho tiempo, puesto que se debe reelaborar todo el presupuesto, o más bien, volver a discutir cada función del estado.

Mi impresión es que esta herramienta debieran utilizarla todos los gobiernos, al menos una vez cada década, justamente para mejorar la calidad del Estado, pero especialmente en casos de crisis fiscales como la del Estado de Bienestar Europeo de hoy.

Acceda aquí a un artículo de The Economist sobre el tema.

A ver qué piensan los lectores.