El gasto de las Universidades Públicas Nacionales – Por Oscar Cetrángolo y Javier Curcio

El presente informe, elaborado por Oscar Cetrángolo y Javier Curcio para el CECE, tiene por objeto presentar la información disponible sobre la situación actual en materia de gasto universitario, introducir una tipología de universidades que permita analizar los diferenciales de erogaciones por grupos de instituciones y, finalmente, brindar una primera aproximación a la situación del gasto durante el año 2016 y el presupuesto aprobado para 2017.

Acceda aquí al documento.

B. Frey: El fracaso del gobierno es más significativo que el fracaso del mercado (en verdad, su ausencia)

Con los alumnos de Public Choice vemos a Bruno Frey en “La relación entre eficiencia y la organización política”, donde compara el fracaso del estado y el del mercado. En verdad, en el caso de este último, se trata más bien de su ausencia, por la ausencia de derechos de propiedad. También, por la comparación con una situación ideal que no existe ni podría existir :

“A. El fracaso del mercado

Los mercados privados competitivos no logran un óptimo de Pareto o un resultado eficiente cuando existen externalidades o bienes públicos o cuando las economías de escala llevan a los proveedores a una posición monopolista. Éste fue el mensaje de la teoría económica de posguerra, que gozó de general aceptación. En consecuencia, el gobierno (que, según se da por sentado, tiene que elevar al máximo el bienestar social) debe intervenir para obtener un resultado más eficiente. Después de haber llegado a esta conclusión, considerándola satisfactoria, los políticos obran en consecuencia, tanto en el nivel microestructural (e. g., nacionalizando empresas o llevando a cabo políticas estructurales) como en el macroestructural (adoptando una política fiscal y monetaria de neto corte keynesiano).

Esta concepción, que dominó la escena económica hasta fines de la década del sesenta y parte de la del setenta, todavía existe en la actualidad. Si bien no es sorprendente que muchos políticos continúen aprovechando esta invitación a aumentar las actividades gubernamentales, también comparten este punto de vista destacados representantes de la teoría económica. Por ejemplo, en el enfoque neoclásico de la economía pública, los impuestos y los precios públicos se determinan sobre la base del supuesto de que el gobierno eleva al máximo el bienestar social.

  1. El fracaso del gobierno

El advenimiento de la moderna economía política (que incluye la elección pública, el nuevo institucionalismo y el análisis de los derechos de propiedad y de los costos de transacción), en la que se da por sentado en todos los aspectos que el gobierno es un actor endógeno dentro del sistema político-económico, afectó notablemente la ortodoxia respecto del fracaso del mercado (por ejemplo, véanse los trabajos de Mueller, 1989; Eggertsson, 1990, y Frey, 1983). En este enfoque se analizan cuidadosamente las propiedades de los sistemas de toma de decisiones políticas.

El “Teorema de imposibilidad general” (Arrow, 1951, cuyo antecedente es Condorcet, 1795), que establece la conclusión fundamental de que bajo supuestos “razonables” no existe un equilibrio político entre opciones siempre que se tomen en cuenta las preferencias individuales, despertó gran interés entre los eruditos. Los resultados electorales revelan una inestabilidad cíclica; en el caso de los asuntos multidimensionales, pueden abarcar todo el espacio político, incluyendo los resultados ineficientes (McKelvey, 1976).

Otros fracasos políticos también han sido objeto de un profundo análisis: debido al problema de los bienes públicos involucrado, los votantes no tienen demasiados incentivos para informarse acerca de la política y para participar en los procesos electorales; el resultado medio de una elección resultante de una competencia perfecta entre dos partidos en general no es eficiente; no todos los intereses en juego tienen la misma capacidad de establecer grupos de presión política (Olson, 1965); y las burocracias y la búsqueda de rentas constituyen un elemento adicional para desnaturalizar las asignaciones destinadas a lograr eficiencia.

Sobre la base de estos y otros fracasos políticos se ha llegado a la conclusión de que el gobierno no puede superar las deficiencias del mercado. Lo que ocurre en la realidad es más bien que la intervención política impide aun más la eficiencia. Un ejemplo de esto es el incentivo gubernamental en favor de la creación de un ciclo de negocios (Nordhaus, 1989) que incremente sus posibilidades de reelección.

  1. El fracaso del gobierno es más significativo que el fracaso del mercado

La moderna economía política ha alcanzado resultados tan convincentes que en este momento los eruditos ortodoxos piensan que los fracasos del mercado tienen menos importancia que los fracasos políticos. Esta creencia se afianza aun más por el redescubrimiento de la proposición de Coase (1960) de que si los derechos de propiedad están bien definidos y los costos de transacción son bajos, las externalidades no impiden el funcionamiento de un mercado eficiente. Además, se considera cada vez más que las ganancias de las empresas monopolistas son un indicador de eficiencia en la producción. De estos resultados se desprende que los mercados funcionan bien y la política funciona mal (véase un análisis de este tema en Wintrobe, 1987, pp. 435-6, o en Wittman, 1989, pp. 1.395-6), y en consecuencia habría que reducir generalmente la intervención gubernamental o eliminarla por completo, reservando la asignación de recursos a los mercados privados.”

¿Es el gobierno necesario? – Juan Carlos Cachanosky, Martín Krause y Eduardo Marty

Abrimos con este post, una serie de videos que ocuparán toda una semana, en homenaje a Juan Carlos Cachanosky. Qué mejor que escucharlo a él mismo explicar lo que pensaba sobre difíciles preguntas a las que todavía hoy muchos de los que participamos en este blog nos siguen dando vueltas.

PRESENTES GRIEGOS EN MATERIA FISCAL – Por Alberto Benegas Lynch (h)

ABLHomero en la Odisea y varios siglos más tarde Virgilio en Eneida nos relatan la estratagema de invadir militarmente vía el regalo del Caballo de Troya, de ahí “el presente griego” que no solo puede aplicarse a la situación de Grecia hoy con su colosal endeudamiento presentado como una ayuda que hunde a los griegos, sino que puede aplicarse a toda política que aparentemente beneficia pero que en definitiva arruina como es el caso del estatismo en general.

En esta nota quiero centrar brevemente la atención en un aspecto del antedicho estatismo. Me refiero a las falacias tejidas en torno a la política fiscal que tratamos en los siguientes diez puntos (el decálogo tiene buena prensa), todos de una u otra manera disfrazados de “presentes griegos”: la inexistencia de la traslación fiscal, la idea equivocada de los llamados impuestos al consumo, la relevancia de la curva Laffer, lo destructivo de la progresividad impositiva, una mirada más atenta a los principios de nacionalidad y territorialidad, la variante del valor agregado, el verdadero federalismo fiscal, la noción contradictoria de la “inversión pública”, los ineludibles desajustes de la exención fiscal y el equilibrio de la caja concebido como un fin en si mismo.

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La preocupación del economista frente a la del liberal

Comparto aquí mi 2da columna en PanamPost. Sostengo allí que «el economista no es populista», en el sentido de que en general, y por consenso, se preocupa por el equilibrio fiscal. Aquellos economistas que no buscan cierta sostenibilidad de largo plazo en las cuentas públicas, no son economistas, sino pseudo economistas que en general se han alineado a incentivos políticos de partido. Pero el liberal, va un poco más allá de la preocupación genuina del economista. Al liberal le preocupa que el nivel de gasto público sea lo más bajo posible, independientemente de que ese nivel de gasto pueda ser financiable. En la nota recuerdo las palabras de Alberto Benegas Lynch (h) quien sostiene en clase que «céteris paribus es peor un Gobierno que gasta 1000 sin déficit fiscal, que un gobierno que gasta 900 con un déficit fiscal de 50.» Aplicando lo dicho al caso argentino: el próximo gobierno no debe únicamente preocuparse por alcanzar el equilibrio fiscal, sino también por reducir la órbita del estado e incrementar el espacio del mercado.

Acceda aquí a la nota en español y aquí a su traducción al inglés.

Fundamentos de la expansión del estado moderno en el siglo XX

Criterio_LibreLa Revista Criterio Libre acaba de publicar en su Vol. 11, No. 18, un artículo que escribí en coautoría con Stefany Bolaños.

ABSTRACT: Explicar la expansión del Estado moderno en el siglo XX constituye uno de los principales desafíos de los científicos sociales. En este artículo nos proponemos sistematizar los componentes históricos, políticos, ideológicos y económicos que han destacado en la literatura, concluyendo que si bien estos elementos son fundamentales en algunos países, no podemos encontrar aspectos que nos permitan desarrollar una explicación general, y que los historiadores y economistas que se planteen este interrogante deberán –tomando en cuenta estos elementos generales–, analizar cuál de ellos explica la expansión del Estado moderno en cada economía.
Acceda aquí al artículo completo.
Acceda aquí al volumen 11, No. 18.
Acceda aquí a información general de la revista.

Presupuesto Base Cero como solución al Estado de Bienestar

Muchos lectores coincidirán conmigo que la crisis europea en general, y la crisis de España en particular, es la crisis del Estado de Bienestar. ¿Cómo enfrentar una reforma integral del Estado que permita ordenar las finanzas públicas y terminar con los desequilibrios? La respuesta, me parece, la encontramos en una herramienta poco estudiada: «El presupuesto base cero» o el «Zero Based Budgeting» (ZBB).

El presupuesto base cero tiene su origen en el mundo de la empresa, específicamente en 1970, cuando Peter Pyhrr, su creador, lo introdujo en la empresa americana Texas Instruments. El caso fue exitoso, y poco a poco se extrapoló a otras empresas, hasta que en 1971, Jimmy Carter contrató a su creador para aplicar la herramienta a la administración estatal. Primero como gobernador del Estado de Georgia, luego como Presidente de los Estados Unidos, Carter utilizó esta herramienta para enfrentar el proceso inflacionario de los años 1970.

Con el tiempo la práctica se extendió al Reino Unido, Singapur, Nueva Zelanda y algunos otros estados de Norteamérica.

La mayor ventaja de este sistema, es que ignora la práctica habitual de considerar el gasto del año anterior y sumar algo más de dinero a cada partida. En este caso, se ignora la historia presupuestaria del gobierno municipal, provincial o nacional, y se reconsidera, o reevalúa, la necesidad de cada partida, tanto histórica como nueva. En otras palabras, se busca que se vuelva a justificar cada una de las partidas del nuevo presupuesto.

Algunos analistas insisten en que esta propuesta requiere de mucho tiempo, puesto que se debe reelaborar todo el presupuesto, o más bien, volver a discutir cada función del estado.

Mi impresión es que esta herramienta debieran utilizarla todos los gobiernos, al menos una vez cada década, justamente para mejorar la calidad del Estado, pero especialmente en casos de crisis fiscales como la del Estado de Bienestar Europeo de hoy.

Acceda aquí a un artículo de The Economist sobre el tema.

A ver qué piensan los lectores.

¿Vota la gente con los pies?

Ante la crisis de 2001, muchos argentinos emigraron a España o Estados Unidos en búsqueda de una vida mejor. Ante la crisis actual de España y el primer mundo, muchos están volviendo.

Existe una teoría económica que explica este comportamiento. «A pure theory of local expenditures«, escrito por Charles M. Tiebout, es un clásico de la literatura de las finanzas públicas, en el que justamente se explica que las personas «votan con los pies» al poder movilizarse entre jurisdicciones buscando mejor calidad de bienes públicos y menor carga tributaria.

A la competencia vertical entre poderes, se agrega una competencia horizontal entre gobiernos nacionales, provinciales o municipales en los que se atrae o expulsa a contribuyentes según la calidad de bienes públicos que se ofrece y la carga tributaria que se impone.

Ejemplos hay muchos, como empresas alemanas o francesas que se han instalado en Irlanda atraídos por la menor carga tributaria o argentinos que se ven expulsados de su país por la enorme inseguridad. Milton Friedman incluso ha aprovechado la tesis de Tiebout para observar las diferencias entre capitalismo y socialismo, viendo como millones de personas arriegan su vida para cambiar de sistema.

Muchos analistas hoy ofrecen análisis empírico para estudiar si realmente la gente vota con los pies. H. Spencer Banzhaf y Randall P. Walsh, por ejemplo, se concentraron en la calidad del Medio Ambiente.  María Marta Ferreyra se concentró sobre la educación pública y privada. Oates se concentró especialmente en los impuestos. Pero independientemente de los casos analizados, me parece que -como ha demostrado Friedman- la pregunta podría extenderse a muchos campos. Los pasaportes y las visas representan una limitante, pero sin duda los movimientos migratorios no pudieron detenerse.

El Hombre Olvidado, por William Graham Sumner

“Yo, el lápiz” de Leonard Read o “El uso del conocimiento en la sociedad” de Friedrich Hayek, se han constituido en clásicos de la literatura económica por su claridad conceptual y su validez universal. “El hombre olvidado” de  William Graham Sumner también es un clásico, pero para los lectores de habla hispana es menos conocido. El artículo fue escrito en 1883 y luego publicado por Yale University Press en 1925. Libertas, la revista académica de ESEADE con base en Argentina, lo publicó por primera vez en español en 1997.

Este artículo no intenta ser original en ningún sentido. Sólo intentamos tentar al lector a leer un artículo que entendemos debiera ser parte de la formación económica y política de todos los jóvenes profesionales y de los hacedores de políticas públicas.

¿Quién es el hombre olvidado?

Dice el autor: “La mayoría de los proyectos filantrópicos o humanitarios se ajustan al siguiente esquema: A y B se reúnen para decidir lo que C debe hacer por el bien de D. Todos los esquemas de este tipo están viciados radicalmente, desde el punto de vista sociológico, por el hecho de que a C no se le permite opinar acerca del asunto, y de que su posición, su carácter y sus intereses, así como los efectos que se producirán sobre la sociedad por su conducto, se pasan totalmente por alto. C es lo que yo llamo el Hombre Olvidado”.

El ejemplo del salario mínimo

Consideremos el caso del salario mínimo. Los sindicatos (A) presionan para elevar el salario. El gobierno (B) accede. Los beneficiarios (D), son algunos trabajadores que verán aumentar sus salarios. Sin embargo, un análisis simple de oferta y demanda del mercado laboral nos permite comprender que algunos trabajadores que en ausencia de la legislación hubieran logrado establecer contratos voluntarios de trabajo con los empresarios, por salarios inferior al mínimo establecido, quedan ahora desempleados. Los hombres olvidados (C) son aquellos empresarios y fundamentalmente aquellos trabajadores que en estas circunstancias quedan al margen del trabajo formal.

El ejemplo del rescate durante la crisis estadounidense de 2008

Veamos otro ejemplo. A es el gobierno estadounidense. B es la Reserva Federal de EE.UU. D son las decenas de empresas estadounidenses que durante la crisis de 2008 eran “demasiado grandes para caer”. ¿Quién es C? Si tomamos en cuenta que A decidió ayudar a D con los planes de estímulo financiados con los impuestos, C son los contribuyentes estadounidenses. Si tomamos en cuenta que B para ayudar a D decidió duplicar la cantidad de dólares que circulaba en el mundo, y tomamos en cuenta que tal decisión reduce el poder adquisitivo de sus tenedores, C son las millones de personas que creían en el dólar como reserva de valor.

El reclamo de William

No será difícil para el lector extrapolar el análisis a los cientos de casos que día a día publican los diarios en todo el mundo. Cada nueva legislación que se aprueba, tiene un alto porcentaje de posibilidades de haber olvidado a estos hombres.

“Por una vez, siquiera, pensemos en él [el hombre olvidado] y consideremos su caso, ya que todos los médicos sociales tienen la característica de concentrarse sobre algún hombre, o grupo de hombres, cuya situación despierta simpatía y estimula la imaginación, y planifican sus remedios para tratar ese problema en particular. […] [I]gnoran totalmente cuál es la fuente de la que deben extraer la energía que emplean en sus remedios y pasan por alto todos los efectos que éstos producirán sobre los demás miembros de la sociedad, ya que sólo tienen en cuenta los que les interesan. Están dominados por la superstición del gobierno y, olvidando que éste no produce nada en absoluto, pierden de vista lo primero que deberían recordar al hacer cualquier análisis social: que el estado no puede obtener un céntimo de ningún hombre sin quitárselo a otro, y este último es quien lo ha producido y ahorrado: el Hombre Olvidado”.

La literatura moderna

El mensaje de William está comprendido en la literatura, e incluso se han logrado importantes avances sobre la cuestión. La Teoría de la Elección Pública por ejemplo, ha logrado desarrollar modelos que explican que aun cuando los beneficiarios de las políticas gubernamentales sean pocos, éstos pueden lograr que una legislación sea sancionada porque sus intereses están concentrados, mientras que los hombres olvidados, aun cuando sean muchos, están dispersos. Esto lleva a que los grupos de presión (A), convenzan a los legisladores (B) a sancionar leyes a favor de cierto grupos (D), pero nunca consultan a quienes en definitiva pagan por aquellos gastos y que en definitiva representan la mayoría.

La democracia de las mayorías también se ve vulnerada con el logrolling o intercambio de votos, en el sentido que un legislador puede apoyar el proyecto de otro a cambio de que éste último apoye el del primero. Es así como pequeños grupos de presión van logrando aprovecharse de aquel hombre olvidado, el que “pasa de largo y nadie repara en él, porque se ha comportado bien, ha cumplido sus promesas y no ha pedido nada”.