En un post anterior (¿Es posible la mano invisible?, 1/11/21), propuse comenzar a considerar contribuciones recientes que llevan a demostrar nuevamente que así es. En este caso, va una primera parte sobre el desarrollo de la Teoría de los Juegos. En un post posterior veremos cómo ha evolucionado hacia el opuesto de su origen. Es decir, inicialmente el Dilema del Prisionero mostraba el fracaso de la cooperación voluntaria; luego la teoría llegará a demostrar su éxito. Pero comencemos:
El Dilema del prisionero presenta una situación bastante particular, en la cual dos presos se encuentran en celdas separadas, sin contacto entre sí. Enfrentan dos opciones: cooperar con el otro jugador para obtener un resultado medianamente positivo, o traicionarlo y obtener un resultado aún más favorable. La lógica de la búsqueda del interés personal, en particular en este caso de la maximización del resultado, los lleva a elegir la segunda opción y obtener un resultado peor que el de la cooperación o el de la traición unilateral. Al perseguir su mejor opción individual termina obteniendo el peor resultado total: La solución del dilema es un equilibrio de Nash, el resultado de que cada jugador persiga su mejor resultado individual. La búsqueda del interés personal se contrapone con el interés social. La mano invisible fracasa.
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