UN SACERDOTE EJEMPLAR: JAMES S. SADOWSKY – Por Alberto Benegas Lynch (h)

De modales sumamente cordiales, de un gran sentido del humor, de una bondad infinita y de una cultura y versación en muy diversas ramas del conocimiento, así se lo puede definir al Padre James Sadowsky (1923-2012). Enseñó filosofía, lógica matemática y ética de los negocios en la Universidad de Fordham en New York durante treinta años y durante quince en la Universidad de Aix-en-Provence hasta que se retiró de la enseñanza y vivió en Loyola Hall que es el edificio que tienen los jesuitas para los sacerdotes retirados en el campus de esa misma universidad estadounidense. Un sacerdote jesuita que había estudiado parte de su colegio y en la universidad de esa orden -precisamente la de Fordham- estudios que luego completó en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Su padre era ruso y su madre de ascendencia inglesa aunque él nació en Estados Unidos.

Sostenía que el apostolado es mucho más trascendente, perdurable y productivo que el entregar bienes materiales a los necesitados por aquello de que “es mejor enseñar a pescar que regalar un pescado”. Insistía en que el ayudar con bienes materiales puede hacer de apoyo logístico circunstancial pero el trasmitir valores y principios consistentes con el cristianismo en cuanto a la importancia de la libertad y la responsabilidad individual contribuye a modificar de base las instituciones en dirección al progreso de todos. Incluso agregaba que muchas veces la entrega material no ayuda a la dignidad del receptor y crea una malsana dependencia.

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Estado Vaticano – por Alberto Benegas Lynch (h)

ABLAdelanto que esta no es una nota que puedan absorber fanáticos (en realidad, ninguna de las que escribo): es para mentes abiertas que puedan analizar hechos demostrables con prudencia y en profundidad mirando distintos ángulos y capaces de sostener un debate con argumentos.

Lord Acton, el gran historiador y profesor decimonónico, el 5 de abril de 1887,  al responder una misiva del obispo inglés Mandell Creighton quien sostenía que a los Papas y reyes había que tratarlos con vara más indulgente que a los ciudadanos corrientes, Acton responde que “no puedo aceptar su criterio en cuanto a que debemos juzgar al Papa y al Rey de manera distinta al que aplicamos a otros hombres con una presunción favorable de que no hacen mal. Si existe alguna presunción debe ser en sentido contrario para los que ocupan posiciones de poder y más aun cuanto mayor sea el poder. La responsabilidad histórica debe estar a la altura de la responsabilidad legal. El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.” Como es sabido, esta última oración encierra el dictum más difundido de Acton pero es de interés recordar el contexto en el que lo escribió al dirigirse a una autoridad eclesiástica.

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Reflexión de domingo: «Peligros del fanatismo» – Por Alberto Benegas Lynch (h)

ABLComo es bien sabido, la característica central del ser humano es su capacidad para discernir, para decidir entre distintos cursos de acción, para razonar, conceptualizar y para argumentar. Esto es un privilegio de la condición humana que no posee ninguna otra especie conocida. Esto hace posible el conocimiento y las refutaciones. Posibilita el intercambio de ideas en el aula, en debates abiertos, conversaciones y a través de ensayos, libros y artículos.

El fanático es aquel que renuncia a su condición humana y adhiere ciegamente a lo que otros le dicen, deja de ser una voz para convertirse en puro eco. No digiere, no medita, solo obra por impulso, en verdad no actúa ya que no hay acción propiamente dicha sino reacción. La expresión proviene del latín antiguo: fanum, lo cual quiere decir templo, de ahí que los fanatismos más comunes son de carácter religioso donde la fe juega un rol decisivo. Sin duda que puede concebirse una persona religiosa no fanática en el sentido que razona la existencia de una primera causa (necesaria, no contingente como el Big-Bang), de lo contrario sabe que no hubiera nacido ya que las causas que lo generaron irían en regresión ad infinitum, por tanto, nunca hubieran comenzado. Pero el fanático atropella a los congéneres, los quiere convertir a su credo a toda costa e incluso se pone agresivo con los que no aceptan su modo de ver la religiosidad.

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ISRAEL NO DEBE SER BORRADO DEL PLANETA

israelNo, claro, dirán algunos. Pero parece que para muchos, así debe ser.

Decía el sabio D. Hume que tanto la propiedad como el poder político no se justifican del pasado hacia el presente. Si nos vamos para atrás, en ambos casos, nadie resistirá la prueba de un asesinato o un robo en el origen de los tiempos. Por lo tanto, en ambos casos, la legitimidad debe juzgarse en función de la utilidad social del “desde aquí para adelante”. Igual planteo hace J. Buchanan en su clásico “The LImits of Liberty”, de 1975.

Por lo tanto, no es cuestión de seguir debatiendo ad infinitum los orígenes históricos del Estado de Israel. Quien estas líneas escribe no es precisamente partidario de la “creación de Estados”, así que se podrán imaginar que el tema, in abstracto, no me entusiasma, y de la misma manera veo con pena las absurdas disputas territoriales entre todos los estados, cuando lo que todos deberían hacer es bajar los muros, eliminar visas, pasaportes, aduanas, establecer la plena y libre inmigración de capitales y de personas, ejerciendo todos los seres humanos la libertad de comercio y la libertad religiosa y olvidándose de la categoría de “extranjero”. (Ver http://gzanotti.blogspot.com.ar/2009/01/haz-el-comercio-y-no-la-guerra.html)

No es cuestión de debatir, tampoco, como si tuviera que ser debatido, la existencia misma de la guerra, o que no se debe matar a poblaciones civiles inocentes. ¿Eso es lo que está en discusión? ¿Alguno es tan dicotómico e ingenuo para pensar que de un lado están los buenos y del otro lado los malos, frotándose las manos cuando caen inocentes en el conflicto?

El asunto es que el Estado de Israel, el único estado democrático-constitucional en medio de un “mar” de autoritarismos, “ya está”, y las circunstancias que promovieron su creación, después de la masacre de Hitler a los judíos, son más que comprensibles aunque todo se podía debatir antes de 1948. Ahora, ya está, y la legitimidad, como dice Hume, es la legitimidad de ejercicio, del presente para adelante, garantizada por la democracia constitucional del sistema. Que los palestinos tienen también derecho a su propia nación, tampoco está en discusión. El asunto es que algunos hablan como si Israel tuviera que quedarse pasivo frente a los misiles que recibe, como si Hamas fueran niños que disparan flechas. ¿Qué pretenden realmente? ¿Qué Israel desaparezca?

Confiésenlo: sí. Israel pudo y puede haber cometido acciones de guerra indefendibles, pero ese no es el problema. Detrás de ello, utilizado como excusa, se encuentra lo simbólico, tan importante en política. Israel representa la civilización occidental, secularizada, sanamente laica, democrática, liberal, en medio de sociedades tribales –al decir de Hayek- que no entienden ni conciben la existencia misma de las libertades individuales como ontológicamente anteriores a cualquier sociedad. Israel también representa la existencia misma del enemigo más odiado, “el judío”, el chivo expiatorio por excelencia de todos los nacionalismos atávicos; el ser libre e independiente, activo, inteligente, científico, emprendedor, representante de lo que todo autoritario de pura cepa odia con toda la furia de su alma. Israel es la victoria contra el antisemitismo, y esa victoria no será aceptada nunca por muchos que hoy sólo dicen defender a niños inocentes pero serían los primeros en defender el edicto de Herodes contra los niños primogénitos.

Las sociedades liberales y democráticas no entran en guerra contra otras sociedades liberales y democráticas. No es ontológicamente necesario pero es una predicción de Kant que hasta ahora se ha cumplido. Saquen todos las obvias consecuencias.

Fuente: Filosofía para Mí

Reflexión de domingo: «La renuncia del Pontífice más brillante de los últimos siglos»

RatzingerEn el libro Informe sobre le Fe, de 1985, una entrevista que el Card. Ratzinger concede a Vittorio Messori, este último le pregunta qué ha pasado con ese joven Ratzinger, entusiasta del Vaticano II, co-fundador de “Concilium”. ¿Ha cambiado? ¿Se ha corrido a la derecha? ¿Ha prestado sus oídos a aquellos que ya no quieren saber más nada con el Vaticano II? La respuesta de Ratzinger fue clarísima: “Yo no soy el que ha cambiado, han cambiado ellos” (p. 23). O sea, Ratzinger responde claramente que él se ha mantenido fiel al Vaticano II; los que no, son los que han avanzado más allá de su correcta hermenéutica. Ratzinger no es el conservador, si por conservador implica correrse hacia Lefebvre; él se ha mantenido perfectamente en el Vaticano II mientras que varios de sus amigos teólogos han leído en el Vaticano II lo que sencillamente no está.
Sin embargo, fue todo inútil. El falso progresismo dentro de la Iglesia, que no hace sino retroalimentar a los lefebvrianos, no perdonó nunca a Ratzinger su correcta interpretación del Vaticano II, que nunca fue una ruptura con el Depósito de la Fe. La fama de “conservador” corrió en los medios de comunicación y ocultaron al sutil y abierto teólogo agustinista, perito del Vaticano II. Para colmo le tocó ser el prefecto de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, durante el pontificado de JPII. ¡Peor! Quiso renunciar tres veces, pero JPII lo quiso a su lado. Pero entonces, mientras que JPII se movía mejor en la política y en los medios, Ratzinger tenía que moldear el núcleo central de los documentos más antipáticos que JPII aprobaba. Juan Pablo, Segundo, te quiere todo el mundo, todo el mundo, sí, que no había leído ni entendido ni un micrón de dichos documentos. No era precisamente una justa situación.

Reflexión de domingo: «Un argumento moral para defender la economía de mercado»

SiricoEn un tiempo en el que la actual crisis económica global está causando que los expertos en la materia vuelvan a considerar las nociones vinculadas a la teoría económica, el último libro del padre Robert Sirico, Defending the Free Market: The Moral Case for a Free Economy (2012), defiende la tesis de que la economía de libre mercado es capaz de armonizar dos principios: el de la satisfacción de las necesidades materiales de la sociedad, al tiempo que puede ser un vínculo para promover la justicia y el florecimiento moral de las personas.

El Acton Institute for the Study of Religion and Liberty, del que el P. Sirico es cofundador, es un think tank cuya principal iniciativa consiste en en el estudio de la economía de libre mercado, en un contexto informadado por la fe religiosa y la convicción de la existencia de verdades morales objetivas.

Con posterioridad a una conferencia con periodistas en la sede del Acton Institute en Rorma, y ello con motivo de la presentación de su último libro, el P. Sirico tuvo una entrevista con ZENIT acerca de su libro Defending the Free Market, en donde se presenta una perspectiva en la que la economía de mercado puede ser positivamente entendida desde el punto de vista de la teología católica.

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