Hace poco en una de mis columnas semanales subrayaba la importancia de la enseñaza clásica de las humanidades, hoy prácticamente olvidadas en la mayor parte de las facultades de las universidades más destacadas del mundo. Importancia para la formación de la persona antes que el aprendizaje estrictamente profesional al efecto, entre otras cosas, de mejorar el rendimiento en la propia profesión. Evitar “la desarticulación del saber” como señalaba Ortega y Gasset.
En otra oportunidad escribí sobre lo que denominé “la distribución del conocimiento”: en una punta se encuentra el diletante que habla de todo pero sabe bien poco de lo que expone y, en la otra, el especialista extremo que sabe cada vez más y más de menos y menos. La división del trabajo reclama la especialización, lo cual no es óbice para escarbar en otras direcciones al efecto de contar con una formación adecuada que ayuda a la propia especialización. En términos económicos, el balance tendrá en cuenta los beneficios y los costos marginales de cada cual.
Ahora me topo en mi biblioteca con un libro que he leído hace tiempo y que recuerdo disfruté mucho. También en esa oportunidad le escribí al autor Tom Morris, quien obtuvo un doctorado en la Universidad de Yale y fue durante mucho tiempo profesor de filosofía en la Universidad de Notre Dame (pasando por los tres niveles que existen en el mundo académico estadounidense: assistant, associate y full professor) y luego dedicado a enseñar la relevancia de los valores tradicionales en el mundo de los negocios. La obra de marras se titula If Aristotle Ran General Motors para ilustrar su propuesta. Morris respondió muy amablemente a mi misiva y se extendió en señalar otros proyectos que en aquél momento tenía en carpeta en la misma línea argumental.
Actualmente preside el Morris Institute for Human Values que mantiene como clientes a corporaciones tales como Toyota, General Motors, Ford Motor Company, Merrill Lynch, IBM, Coca Cola, Wells Real Estate Funds, Price Waterhouse, NBC Sports, Business Week Magazine, Bayer, Deloitte and Touche, Federated Investors, Prudential, Citi Mortgage, Goldman Sachs (como banca comercial después de 2008), Campbell Soup, The American Heart Association, United Health Group y The Young President’s Organization.
Antes de comentar el libro de Morris, menciono tres apectos clave para situar en contexto los temas que trata la obra. En primer lugar, el estar en guardia de los empresarios en el sentido que si bien los que se destacan lo hace debido a su notable intuición para percibir oportunidades donde conjeturan que los costos están subvaluados en términos de los precios finales y, por tanto, sacan partida del correspondiente arbitraje. Sus cuadros de resultados permiten timonear la administración adecuada de los siempre escasos recursos en dirección a las necesidades de la gente. Pero, el empresario, independientemente del talento mencionado, por ser empresario no necesariamente tiene que entender el significado del proceso de mercado y, por tanto, a la primera tentación de privilegios ofrecidos por el poder de turno los acepta y así se convierte en un destructor del sistema denominado de libre empresa.