Hay quienes todavía, a pesar de los progresos de la ciencia, insisten en utilizar el calificativo de ortodoxos a quienes se estima están empecinados en mantener ideas distintas a las generalmente expuestas, como si pudiera existir esa categoría en el ámbito del conocimiento. No parecen percatarse que la ortodoxia es en todo caso una característica exclusiva de ámbitos religiosos en los que se cumple a pie juntillas con dogmas que se consideran indiscutibles.
En la ciencia, la ortodoxia y el dogma constituyen insultos de cierta envergadura (para no decir estupideces mayúsculas) puesto que la apertura mental y la modificación frente a refutaciones se traducen en la quintaesencia del conocimiento científico. El debate abierto y el cuestionamiento a lo establecido son los pilares básicos para el desmoronamiento de telarañas mentales al efecto de progresar en la ciencia, cualquiera sea el terreno en el que se instale.