EL PAPA Y LA ECONOMÍA MUNDIAL – Por Alberto Benegas Lynch (h)

La Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “El teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza”.

Gracias a Dios porque el Papa Francisco se ha pronunciado en un extenso documento que consta de cuatro capítulos divididos en treinta y cuatro secciones sobre aspectos del actual sistema económico y financiero mundial.

Resulta extraño que el Sumo Pontífice se exprese sobre aspectos de técnica bancaria, sobre instrumentos como los derivados, sobre la evaluación de las carteras crediticias, sobre el modo de llevar a cabo préstamos interbancarios, sobre organigramas internos de las finanzas, sobre la política respecto a los accionistas en las entidades del ramo etc. A juzgar por las referencias poco rigurosas, es de esperar que sus asesores en la materia no hayan sido miembros del Banco del Vaticano debido a los escándalos del caso.

El documento está impregnado de las mejores intenciones y referencias bíblicas de interés, pero en lugar de condenar estatismos concretados en aparatos estatales que asfixian a la gente con regulaciones absurdas, con cargas tributarias astronómicas y con inflaciones que roban a los más necesitados. En lugar de ello, el Papa insiste en la necesidad de que las autoridades nacionales coordinen sus acciones para acentuar controles al fruto del trabajo ajeno a través de la regulación de mercados.

La emprende contra la especulación, los negocios supranacionales, la asimetría que es consecuencia natural de arreglos contractuales entre personas con preferencias diferentes y arremete contra “la lógica perversa” del lucro y las desigualdades, a favor de impuestos con carácter redistributivo y pontifica como debe la gente consumir y ahorrar lo suyo.

Pocas veces he constatado tantos errores conceptuales en un solo escrito. En un reducido espacio no pueden analizarse tamaños propósitos, por otra parte me he referido a temas semejantes en otras oportunidades por lo que centraré mi atención telegráficamente solo en dos aspectos.

Primero la especulación que está atada a toda acción humana. Especular significa conjeturar que con el acto se pasará de una situación menos favorable a una que proporcione mayor satisfacción, ya se trate de caridad, de un arbitraje o lo que fuere.

Segundo en un mercado libre las desigualdades de rentas y patrimonios son el resultado de atender las necesidades del prójimo que distan de las obtenidas al explotar a la gente en un contexto estatista vía alianzas con el poder de turno. En una sociedad abierta aquel delta es el resultado de las votaciones de la gente en supermercados y afines. Las diferencias entre países  que critica el Papa se deben a sistemas distintos pero también hay que mirar al Vaticano en relación a Níger.

Publicado originalmente en la edición impresa de El Cronista, lunes 28 de mayo de 2018.

Reflexiones después de la visita papal a Chile y a Perú – Por Alberto Benegas Lynch (h)

Dado que el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad sujeto a refutaciones en un contexto evolutivo, el debate, la crítica y la autocrítica resultan indispensables para progresar. Esta nota no es para fanáticos que, muchas veces con la mejor buena voluntad, son incapaces de seguir un hilo argumental; si fuera por ellos aún estaríamos con los Borgia en la Iglesia. En su respuesta a Gladstone el cardenal Newman propuso un brindis: «Primero por la conciencia y luego por el Papa».

El Papa ha visitado Chile y Perú. Entre otros aspectos surgen dos que comentamos, uno secundario en Chile y otro principal en Perú. El primero alude a su mensaje a los denominados «pueblos originarios», algunos de cuyos miembros han incurrido en delitos de diversa índole a ambos lados de la cordillera, pero lo que aquí señalo se circunscribe a un error genealógico. No son originarios puesto que todos los humanos procedemos del continente africano; son en todo caso los primeros inmigrantes en aquellas zonas, que merecen todo el respeto, que debe ser recíproco. Si hay conflictos sobre propiedades deben resolverse en la Justicia (aunque no todos parecen suscribir la idea de los derechos de propiedad).

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UN MILAGRO EN LA IGLESIA CATÓLICA – Por Alberto Benegas Lynch (h)

Tal vez esté de más subrayar que todo lo que consigno en esta nota periodística es de mi entera responsabilidad y, como en todos los casos en que escribo, no compromete la opinión de ninguna de las personas que menciono.

Después de batallar durante décadas con las ideas atrabiliarias por parte de algunos representantes de la Iglesia sobre temas económico-sociales al efecto de refutar propuestas estatistas que hunden a la gente en la pobreza, ahora aparece un Papa que enfatiza aquellas ideas contraproducentes. Es cierto que no son pocos los preocupados con estas propuestas empobrecedoras, tanto sacerdotes como laicos, pero henos aquí que ahora se publica un libro del Padre Martín Khonheimer -suizo que vive en Viena, pertenece al Opus Dei, de familia judía, doctor en filosofía, profesor en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma y presidente del Instituto Austríaco de Economía y Filosofía Social- titulado Libertad económica, capitalismo y ética cristiana. Ensayos sobre economía de mercado y pensamiento cristiano (Madrid, Unión Editorial, 2017, editado por Mario Silar).

Resume la tesis de toda esta obra en el primer párrafo del primer capítulo donde se lee que “Es un hecho histórico que el sistema económico capitalista, tal y como se ha desarrollado en Europa desde la industrialización, ha significado para las masas –por primera vez en la historia de la humanidad– la liberación del hambre y de la miseria, es más, la ´democratización´ del bienestar”.

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POBRES LOS POBRES – Por Alberto Benegas Lynch (h)

ABLEl Cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga -designado por el Papa Francisco para presidir la Comisión de Cardenales para la reforma de la Curia en el Vaticano- ha pronunciado un discurso en Forum Nueva Economía en el Hotel Ritz de Madrid, pieza oratoria destinada a criticar al capitalismo y al mercado; en sus extensas reflexiones sobre el tema queda en evidencia que lamentablemente no entiende el significado de lo uno ni de lo otro. Por más que intente hacer salvedades, sus “pero” revelan su desconocimiento más palmario en esta materia, en ese sentido concluye en su exposición que “El pilar, la piedra basilar más débil del gran constructor del capitalismo ideológico es la pobreza”.

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En Laudato Si, el Papa Francisco carga contra el consumismo. ¿Y qué podemos hacer al respecto?

En la última encíclica del Papa Francisco, “Laudato Si”, relacionada con temas ambientales, el Papa carga contra el consumismo.

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En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramo con los alumnos de la UBA en Derecho. Su segunda conferencia se tituló “Socialismo” y trata ese tema:

“Pero la noción que una forma capitalista de gobierno pueda impedir que la gente se perjudique a sí misma, a través del control de su consumo, es falsa. La idea de un gobierno como una autoridad paternal, como un guardián para todos, es la idea de aquellos que favorecen el socialismo. En los EEUU, hace algunos años atrás, el gobierno intentó lo que fue llamado un ‘noble experimento’- Este noble experimento consistió en una disposición legal convirtiendo en ilegal comprar o vender bebidas alcohólicas. Es totalmente cierto que mucha gente bebe demasiado brandy y whiskey, y que pueden perjudicarse a sí mismos haciendo eso. Algunas autoridades en los EEUU se oponen al fumar. Es cierto que hay mucha gente que fuma demasiado y que fuma a pesar del hecho que sería mejor para ellos no hacerlo. Esto plantea el tema que va más allá de la discusión económica: muestra lo que la libertad significa realmente.

Concedido, es bueno impedir que la gente se perjudique a sí misma bebiendo o fumando demasiado. Pero una vez que Uds. hayan admitido esto, otra gente dirá: ¿Es el cuerpo lo único importante? ¿No es la mente del hombre mucho más importante? ¿No es la mente del hombre el verdadero atributo del hombre, la real calidad humana? Si se le otorga al gobierno el derecho a determinar el consumo del cuerpo humano, determinar si uno debiera fumar o no fumar, beber o no beber, no hay buenas respuestas que pueda dar a la gente que diga: ‘Más importante que el cuerpo es la mente y el alma, y el hombre se perjudica mucho más leyendo malos libros, escuchando fea música y mirando malas películas. Por lo tanto es el deber del gobierno impedir a la gente cometer estas faltas’. Como saben, por muchos cientos de años los gobiernos y las autoridades creyeron que este era realmente su deber. Y esto no pasó solamente en las épocas remotas; no hace mucho tiempo hubo un gobierno en Alemania que consideraba un deber gubernamental distinguir entre las buenas y las malas pinturas, lo cual – desde ya – significaba bueno y malo desde el punto de vista de un hombre que, en su juventud, había fracasado en el examen de ingreso a la Academia de Arte, de Viena; bueno y malo desde el punto de vista de un dibujante de tarjetas postales, Adolf Hitler. Y se volvió ilegal que la gente emitiera otra opinión sobre arte y pintura que la de él, el Supremo Führer.

Una vez que comience a admitir que es un derecho del gobierno controlar su consumo de alcohol, ¿qué puede responder a aquellos que digan que el control de los libros y de las ideas es mucho más importante?

La libertad significa la libertad de cometer errores. Esto es lo que tenemos que comprender. Podemos ser muy críticos con respecto a la manera en que nuestros conciudadanos gastan su dinero y viven sus vidas. Podemos estar convencidos que lo que están haciendo es totalmente insensato y malo pero, en una sociedad libre, hay muchas maneras para que la gente manifieste sus opiniones sobre cómo sus conciudadanos deberían cambiar su forma de vida. Pueden escribir libros; pueden escribir artículos; pueden hacer discursos; pueden hasta incluso predicar en las esquinas si así lo desean – y así lo hacen en muchos países. Pero no deben tratar hacer de policía con otra gente, para impedirles que hagan ciertas cosas, simplemente porque no desean que esta otra gente tenga la libertad de hacerlo.

Esta es la diferencia entre la esclavitud y la libertad. El esclavo debe hacer lo que su superior le ordena que deba hacer, pero el ciudadano libre – y esto es lo que la libertad significa – está en posición de elegir su propia forma de vida. Desde ya, en este sistema capitalista puede haber abusos – y en efecto los hay – que cometan ciertas personas. Es ciertamente posible hacer cosas que no deberían ser hechas. Pero si estas cosas reciben la aprobación de una mayoría de la gente, el que desapruebe siempre tiene una manera de intentar cambiar la mentalidad de sus conciudadanos. Puede tratar de persuadirlos, de convencerlos, pero no puede tratar de forzarlos usando su poder, el poder de la policía del gobierno.”

El Papa defiende al Padre Mugica – Por Alberto Benegas Lynch (h)

ABLLo vengo siguiendo a Jorge Bergoglio hace muchos años, en sus diversos destinos quien desde su participación en la llamada Guardia de Hierro peronista en adelante ha comulgado con ideas socialistas. Y esto no es un asunto menor dado que emprenderla contra la propiedad y el sistema capitalista, es decir, los mercados abiertos y competitivos en ausencia de privilegios, demuelen un aspecto medular del basamento moral de la sociedad civilizada y perjudica muy especialmente a los más necesitados.

En el caso que nos ocupa, se trata de una persona imbuida de las mejores intenciones pero, como es sabido, esto no resulta relevante, lo determinante son los resultados de los consejos y reflexiones que se ponen de manifiesto.

No repetiré aquí los argumentos que consigné en seis otras oportunidades en las que me expresé públicamente sobre las ideas económico-sociales del ahora Papa Francisco con consecuencias morales de envergadura, pero consigno los títulos de esas manifestaciones mías por si interesara ahondar en este delicado e importante asunto.  En diciembre de 2011 “Mensaje del Arzobispo de Buenos Aires” (New York, Diario de América), marzo de 2013 (reportaje de Xavier Serbia en CNN en español), octubre de 2013 “La malvinización del Papa” (Buenos Aires, La Nación), noviembre de 2013 “Teología de la Liberación” (Caracas, El Diario), diciembre de 2013 (nuevamente reportaje de Xavier  Serbia en CNN en español) y, también en diciembre de 2013, “Otra vez, el Papa Francisco” (Washington D.C., Cato Institute).

Ahora el actual Papa acaba de declarar “cuando se le preguntó su opinión sobre la obra de algunos curas que fueron a trabajar a las villas en los años 60 y 70, como Rodolfo Ricciardelli, Jorge Vernazza y Carlos Mugica. «Algunos dicen que son curas comunistas. No. Éstos eran grandes sacerdotes que luchaban por la justicia», afirmó. Y añadió que esos sacerdotes, muchos de los cuales integraban el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y fueron muy cuestionados por sectores conservadores o tradicionalistas de la Iglesia en la Argentina, eran «sacerdotes, hombres que rezaban, hombres que escuchaban al pueblo de Dios, hombres que enseñaban el catecismo y que luchaban por la justicia» (La Nación de Buenos Aires, marzo 14, 2014).

Demás está decir que el Papa conoce sobradamente las ideas de los sacerdotes tercermundistas que menciona y no se le escapa todo lo ocurrido en la Argentina en los años que cita pues la vivió igual que el que estas líneas escribe. Por razones de espacio me concentraré en lo que decía el Padre Carlos Mugica que, además, personalmente lo escuchaba en sus sermones en la iglesia del Socorro y la de Santiago Ápostol.

Antes de consideraciones y conclusiones finales, estimo pertinente recoger directamente de la fuente, es decir, del libro más difundido del Padre Mugica titulado Peronismo y cristianismo (Buenos Aires, Editorial Mierlin, 1967), al efecto de que el lector saque sus propias conclusiones.

–              “Para el rico la única posibilidad de salvación es dejar de serlo”

–              “Por eso el burgués o el que tiene mentalidad de burgués, es el menos capacitado para entender el mensaje de Jesucristo”

–              “Uno de los grandes daños que nos hace esta sociedad llamada de consumo, pero de consumo de unos pocos y hambre para muchos, es el de hacernos creer que el amor es una cosa dulce, más o menos afectuosa. No. Por amor, muchas veces me veo obligado a hacer sufrir mucho a los seres que amo”

–              “Que nos puede importar que nos acusen de comunistas, de subversivos, de violentos y todo lo demás. Además, si yo cristiano, en alguna medida no soy signo de contradicción y no suscito simultáneamente el amor y el odio, mala fariña”

–              “Jesucristo es mucho más ambicioso. No pretende crear una sociedad nueva, pretende crear un hombre nuevo y la categoría de hombre nuevo que asume el Che, sobre todo en su trabajo El socialismo y el hombre, es una categoría netamente cristiana que San Pablo usa mucho”

–              “Marx y Lenin al postular la comunidad de bienes más que parafasear, copian el Evangelio. Cuando Marx habla de dar a cada uno según su trabajo o a cada uno según su necesidad, que para mí es profundamente evangélico, no hace más que asumir ese contenido”

–              “Si hoy todos los que se dicen católicos en la Argentina pusieran todas sus tierras en común, todas sus casas en común, no habría necesidad de reformas agrarias, no habría necesidad de construir una sola casa”

–              “Yo personalmente, como miembro del movimiento del Tercer Mundo, estoy convencido que en la Argentina solo hay una salida a través de una revolución, pero una revolución verdadera, es decir simultánea: cambio de estructuras y cambio de estructuras internas. Como decían los estudiantes franceses de mayo del 68, tenemos que matar al policía que tenemos adentro, al opresor que tenemos adentro […] El cristiano, entonces, tiene que estar dispuesto a dar la vida”

–              “Yo pienso que el sistema capitalista liberal que nosotros padecemos en un sistema netamente opresivo”

–              “Por eso, como norma los sacerdotes del Tercer Mundo propugnamos el socialismo en el cual se pueden dar relaciones de fraternidad entre los hombres”

–              “Los valores cristianos son propios de cualquier época, trascienden los movimientos políticos, en cambio el peronismo es un movimiento que asume los valores cristianos de determinada época”

Estas citas reflejan muy resumidamente el pensamiento del Padre Mugica que son más que suficientes para una nota periodística. Me parece de una gravedad inusitada la referida declaración de apoyo del Papa Francisco, no es que me extrañe pues, como queda dicho, conozco su pensamiento que viene cultivando desde hace mucho tiempo, es por el efecto devastador y el lamentable ejemplo para quienes lo escuchan y leen. No es que el Papa patrocine la violencia (muchos tercermundistas tampoco la suscriben), se trata de las ideas que apoya.

Incluso hay asuntos teológicos y de forma inadecuados sobre los que no me quiero involucrar puesto que ya bastante hay con sus reflexiones sobre los temas aquí telegráficamente mencionados. Por eso es que, por ejemplo, John Vennari, el editor de “Catholic Family News” declara con enorme pesar que “yo nunca permitiría que el Papa Francisco le enseñe religión a mis hijos” (Agencia Reuters, marzo de 2014).

Pero más alarmante aun que el jefe de la Iglesia católica se pronuncie del modo en que lo viene haciendo sobre los aspectos vitales que ahora apuntamos y que hemos consignado antes en los artículos y entrevistas referidas, nos preocupa sobremanera la actitud de no pocos católicos que cubren con manifestaciones varias estos desaciertos superlativos. La preocupación estriba en que los hijos y nietos observan estos comportamientos de doble discurso cuando del Papa se trata respecto a dichos similares de otras personas, lo cual, en el mejor de los casos, conduce a confusión.

Esto es lo mismo que ocurre en muchos centros católicos que, en definitiva, sin quererlo, se convierten en una fábrica de producir ateos y agnósticos. Porque hay solo tres avenidas que pueden tomarse frente a esta situación. Primero, abandonar la Iglesia con fastidio al extrapolar lo expresado a toda la institución. Segundo, el fanático que agacha la cabeza, lo cual abre las puertas para más episodios contrarios a las bases del catolicismo. Y tercero, los que se mantienen firmes y critican abiertamente lo incorrecto y peligroso, los que no son tibios en el sentido bíblico del término.

Otra vez, el Papa Francisco

Ya hemos compartido en este blog las reflexiones de Gabriel Zanotti y Nicolás Cachanoksy acerca de las palabras del Papa Francisco contra la economía de mercado. En esta oportunidad, compartimos una reflexión de Alberto Benegas Lynch (h), y una entrevista que ofreció en CNN sobre este tema.

Otra vez, el Papa Francisco

Esta es la quinta vez que me pronuncio sobre las ideas económico-sociales del actual Pontífice de la Iglesia católica: la primera vez, en diciembre de 2011 (“Mensaje del Arzobispo de Buenos Aires” en Diario de América de New York), la segunda en marzo de 2013 en un reportaje que me hicieron en CNN, la tercera en octubre de 2013 (“La malvinización del Papa” en La Nación de Buenos Aires), la cuarta en noviembre de 2013 (“Teología de la Liberación” en El Diario de Caracas) y ahora lo hago nuevamente a raíz de la Exhortación Apostólica “Evangelli Gaudium” recién promulgada.

En este último caso, el Papa Francisco lamentablemente vuelva a insistir con sus ideas estatistas y contrarias a la sociedad abierta reflejada en los mercados libres. Sin duda esto tiene una clara dimensión moral puesto que la tradición del liberalismo clásico y sus continuadores modernos se basan en el respeto recíproco y la asignación de los derechos de propiedad como sustento moral de sus propuestas filosóficas, jurídicas y económicas. De allí es que el primer libro de Adam Smith, ya en 1759, se tituló The Theory of Moral Sentiments, preocupación mantenida por los más destacados exponentes de esa noble tradición.

No quiero repetir aquí argumentos que ya consigné en mis antes referidos trabajos, solo me circunscribo a los aspectos más sobresalientes del nuevo documento del actual Papa en materia económico-social.

El aspecto medular del documento (que comentaremos brevemente puesto que el espacio no nos permite abarcar todos los aspectos) se encuentra en el segundo capitulo. Para darnos una idea del espíritu que prima, se hace necesario comenzar con una cita algo extensa para que el lector compruebe lo dicho en palabras del texto oficial.

“Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. […] Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida.

En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

En verdad, las reflexiones del Papa resultan sorprendentes debido a las inexactitudes que contienen. En primer lugar y antes que nada, debe precisarse que el mundo está muy lejos de vivir sistemas de competencia y mercados abiertos sino que en menor o mayor medida ha adoptado las recetas del estatismo más extremo en cuyo contexto el Leviatán es cada vez más adiposo y cada vez atropella con mayor vehemencia los derechos de las personas a través de múltiples regulaciones absurdas, gastos y deudas públicas colosales, impuestos insoportables e interferencias gubernamentales cada vez más agresivas, todo lo cual no es siquiera mencionado por el Papa en su nuevo documento.

Sin embargo, la emprende contra la competencia y los mercados libres que dice “matan” como consecuencia de la supervivencia de los más aptos, sin percatarse que los que mayores riquezas acumulan hoy, en gran medida no son los empresarios más eficientes para atender las demandas de su prójimo sino, en general, son los profesionales del lobby que, aliados al poder político, explotan miserablemente a los más necesitados. También omite decir que la desocupación es una consecuencia inevitable de legislaciones que demagógicamente pretenden salarios superiores a los que las tasas de capitalización permiten como si se pudiera hacer ricos por decreto. Tasas que desafortunadamente son combatidas por las políticas gubernamentales que prevalecen. Dichas tasas constituyen la única causa de la elevación en el nivel de vida de la gente. Si no somos racistas y nos damos cuenta que las causas no residen en el clima imperante ni en los recursos naturales (recordemos que África es el continente que exhibe la mayor dosis y que Japón es un cascote donde solo el veinte por ciento es habitable), podremos concluir que dichas tasas permiten incrementar salarios e ingresos en términos reales.

Si un pintor de brocha gorda de Angola se muda a Canadá percibirá un aumento en sus ingresos cuatro veces superior al que venía obteniendo. No es que el canadiense sea más generoso que el angolés, es que está obligado a abonar esos salarios debido a las tasas de inversión en su país. Es por ello que en lugares donde las aludidas tasas son elevadas, en general no existe tal cosa como “servicio doméstico”. No es que el ama de casa estadounidense no le gustaría contar con ese servicio, es que, salvo contadas excepciones, no lo pueden afrontar.

Llama la atención que el Papa se refiera a la compasión del modo en que lo hace, puesto que, precisamente, aquella contradicción en términos denominada “Estado Benefactor” es lo que no solo ha arruinado especialmente a los más necesitados y provocado la consecuente y creciente exclusión, sino que se ha degradado la noción de caridad que, como es sabido, remite a la entrega voluntaria de recursos propios y no el recurrir a la tercera persona del plural para echar mano compulsivamente al fruto del trabajo ajeno.

En resumen, los valores y principios de una sociedad abierta no matan, lo que aniquila es el estatismo vigente desde hace ya mucho tiempo. Es importante citar el Mandamiento de “no matar”, pero debe también recordarse los que se refieren a “no robar” y “no codiciar los bienes ajenos”. En este sentido, estimo de una peligrosidad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo cuando escribe el Papa: “animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ‘No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos’”.

¿Ese es el consejo agresivo al derecho de propiedad que el actual Pontífice les tramite a los líderes políticos del momento? ¿No es suficiente el descalabro que vive el mundo por desconocer los valores de la libertad? ¿Está invitando a que se usurpen las riquezas del Vaticano o solo se refiere a las de quienes están fuera de sus muros y la han adquirido lícitamente?

A continuación el Papa escribe que “Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión.  […] Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz”.

Debe precisarse, por un lado, que en una sociedad libre la desigualdad de rentas y patrimonios es inexorable consecuencia de las compras y abstenciones de comprar que lleva a cabo la gente en los supermercados y equivalentes en la medida que considere lo satisface o no el empresario en cuestión. El comerciante que acierta obtiene beneficios y el que yerra incurre en quebrantos. Por otra parte, las desigualdades fruto del privilegio significan un asalto al fruto del trabajo ajeno por parte de ladrones de guante blanco a través de bailouts y otros fraudes con el apoyo de instituciones nefastas como el FMI, del mismo modo que ocurre con los gobernantes que roban al contribuyente para abrir cuentas numeradas en países más civilizados al efecto de poder salvar su patrimonio mal habido que surge de las políticas irresponsables que ellos mismos ejecutan.

Pero lo que resulta más preocupante es que, puesto todo en contexto, el Papa parece estar insinuando una justificación a la violencia como reacción a lo que estima es el sistema competitivo, de mercados abiertos y del respeto a los derechos de propiedad.

También es pertinente apuntar que la llamada “igualdad de oportunidades” es incompatible con la igualdad ante la ley. Si un jugador de tennis mediocre jugara con un profesional y se pretende otorgarle al primero igualdad de oportunidades, habrá que, por ejemplo, maniatar al segundo con lo que se lesionaría su derecho. La cuestión es que todos mejoren sus oportunidades pero no igualarlas desde que cada uno es diferente, único e irrepetible. La igualdad es ante la ley, no mediante ella.

En definitiva, la sana preocupación por la pobreza no se resuelve intensificando las recetas estatistas y socializantes sino en aconsejar el establecimiento de marcos institucionales por el que se respeten los derechos de todos. Si se hiciera la alabanza de la pobreza material y no la evangélica referida al espíritu, la beneficencia quedaría excluida puesto que con ello se mejora la condición del receptor. Y si se dice que la Iglesia es de los pobres, debería dedicarse a los ricos puesto que los pobres estarían salvados. Además, todos somos ricos o pobres según con quien nos comparemos. Desde luego que repugna y alarma sobremanera el observar la miseria en la que muchos viven, pero es urgente comprender que esa situación es consecuencia de los permanentes ataques al progreso que infringen los gobiernos que, en lugar de limitarse a garantizar derechos destruyen las posibilidades de elevar la condición de tanta gente herida en su dignidad a través de inflaciones monetarias, presiones fiscales inauditas y tremendos bloqueos a los arreglos contractuales pacíficos que no lesionan derechos de terceros. En la medida en que esas políticas empobrecedoras no han tenido lugar, en esa media es que se ha permitido mejorar la situación de miseria en cuanto a la producción de alimentos, de medicamentos, de educación, de vivienda y tantas otras manifestaciones de progreso que sacaron a nuestros ancestros de la condición original de las cavernas y la miseria que no se logra por arte de magia sino con trabajo, ahorro y perseverancia en el sistema de la libertad que incentiva la creatividad y el respeto al prójimo.

En esta línea argumental, es de gran importancia tener presente consideraciones bíblicas sobre pobreza y riqueza material para constatar el significado de estos términos en el contexto de los valores morales que deben primar sobre toda otra consideración, en concordancia con los dos Mandamientos antes mencionados que hacen referencia a la trascendencia de la propiedad privada, lo cual es del todo armónico con los postulados de una sociedad abierta. Así, en Deuteronomio (viii-18) “acuérdate que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3) “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento”  y que “ la clara fórmula de Mateo —bienaventurados los pobres de espíritu— da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24).

Se que el Papa está imbuido de las mejores intenciones, pero las intenciones y la bondad de la persona —como es el caso— no son relevantes, lo importante son las políticas que se llevan a cabo. En este cuadro de situación, por último, es de interés tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

Los fanáticos que siempre dicen amén a todo son cómplices del problema, puesto que como ha dicho el actual Papa refiriéndose a los cortesanos: «son la lepra de la Iglesia». Si fuera por ellos —salvando las distancias— todavía estaríamos con los Borgia.

Infobae: El Libre Mercado y la Crítica del Papa Francisco

Comparto mi nota del lunes en Infobae sobre la crítica que el Papa Francisco hace al libre mercado. Vale aclarar que si bien tiendo a coincidir con varios aspectos del análisis de Gabriel, no obstante es un documento que al criticar al «libre mercado», sea lo que sea que entienda el Papa por este termino, claramente su mensaje se entiende en contra de las economías libres.

Las críticas que el Papa Francisco hiciese al libre mercado en el Evangelii Gaudium (“La alegría del Evangelio”) han generado fuertes reacciones. No sólo en Argentina, su país de origen, sino en varios países alrededor del mundo. Un ejemplo es un reciente post de Gregory Mankiw (Harvard University) en su blog con breves pero interesantes reflexiones. Especial atención recibió el pasaje donde el documento critica la teoría del “derrame, que supone que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismo sacralizados del sistema económico imperante” (p. 44).

Seguir leyendo en Infobae.

Reflexión de domingo: «El Papa Francisco y la economía libre en la Evengeli Gaudium»

Francisco1.  Introducción.

La exhortación apostólica Evangelii gaudium[1] (EG), de Francisco, no es un texto de economía: es una fina y rica reflexión magisterial sobre el tema de la evangelización en los tiempos actuales, tema muy vasto, cuyo análisis excede los humildes objetivos de este artículo y que queda en todo caso para otra oportunidad.

Sin embargo, en el diagnóstico que Francisco realiza de las actuales circunstancias hay algunas apreciaciones de cuestiones económicas que nuevamente han despertado la admiración y adhesión de aquellos que critican al libre mercado y la preocupación o vivo rechazo de quienes lo defienden. No es, claro, la primera vez que sucede. Sucedió con la Quadragesimo anno, 1931, con la Mater et magistra, 1961, la Populorum progressio, 1967, la Laborem excercens, 1981, y la Solicitudo rei socialis, 1988. Sobre el material contenido en esos documentos, hice siempre lo mismo: aclaré los matices semánticos y distinguí entre los principios generales de la Doctrina Social de la Iglesia y sus aplicaciones prudenciales[2]. En este caso agregaré además un intento de diálogo entre el horizonte de la Escuela Austríaca de Economía y el horizonte desde donde escribe Francisco.
2. El horizonte de precomprensión de la Escuela Austríaca de Economía. (EA)
Para entender de qué habla la EA cuando se refiere a “libre mercado” hay que analizar el núcleo central de la teoría del proceso de mercado, que se desarrollada fundamentalmente en un programa de investigación conformado por autores como Mises, Hayek, Israel Kirzner e incluso Rothbard.
Para ello, propongo analizar la estructura teorética del tratado de economía de Mises, La Acción Humana.[3] Allí Mises divide su análisis en tres grandes áreas: el análisis de la economía de mercado, el socialismo y la economía intervenida. Cuando Mises habla de la economía de mercado, se refiere a lo que en mis propios términos es un análisis fenomenológico del mercado en sí mismo, como un proceso dinámico que tiende a una situación de equilibrio sin alcanzarla nunca, bajo el supuesto institucional de propiedad privada, esto es, libre acceso al mercado y ausencia de controles estatales. El intervencionismo es, en cambio, el mercado intervenido, precisamente por esos controles cuya ausencia se supone en un mercado libre. Mises es muy claro, en la parte sexta de su tratado de economía (que es clave) en el análisis de dichas intervenciones: la intervención mediante impuestos progresivos a la renta; las restricciones a la producción por medio de tarifas arancelarias, la intervención monetaria por medio de la estatización de la moneda por medio de bancos centrales y controles en las tasas de interés; la confiscación de recursos naturales, las lesiones al derecho a la asociación por medio del sindicalismo corporativista, los controles de precios y salarios. La lista no es excluyente, pero lo interesante es que conforma lo esencial de la economía real tal cual Mises la miraba ya en 1949, cuando su tratado sale publicado. O sea que la economía intervenida, para Mises, no era la Unión Soviética: era Europa y EEUU ya desde 1949, y ni que hablar de otras regiones, por supuesto.
A esto hay que agregar los estudios de Hayek sobre el rechazo a la competencia perfecta como un mal planteo del problema económico, crítica que se da principalmente en seminales artículos publicados en 1936, 1945 y 1946[4]. Contrariamente a los modelos que presuponen conocimiento perfecto, Hayek sostiene que el problema económico consiste en cómo coordinar expectativas de oferta y demanda bajo el conocimiento disperso y limitado de oferente y demandantes. Y ello es posible sólo bajo tres condiciones: libre entrada al mercado, lo cual implica igualdad ante la ley y ausencia de monopolios legales en un mercado; dos, la capacidad de aprendizaje de los propios errores, como factor compensatorio del conocimiento disperso, y tres, los precios libres como sintetizadores de conocimiento disperso y por ende como señales de la escasez relativa de los bienes y servicios en el mercado. Ello implica que el mercado siempre es un proceso a la coordinación pero nunca una coordinación perfecta, y que las intervenciones del gobierno, al afectar a los precios, afectan a las señales necesarias para esta coordinación. Mises recoge todo esto en su tratado de economía y habla de la capacidad de aprendizaje ya como el factor empresarial. Rothbard agrega a todo eso, en 1962, su insuperable tratamiento del tema de los monopolios[5], donde enfatiza el rechazo al modelo de competencia perfecta por parte de la EA, e Israel Kirzner sistematiza todo esto en su teoría de mercado como proceso vs. mercado en equilibrio, a través del factor empresarial, en 1973[6]. No de casualidad, 1974 se considera el año del revival de la EA en todo el mundo.
Nada de todo esto fue escrito por gente aburrida y despreocupada de los demás. Su motivación era “emancipatoria”, esto es, un ideal preocupado por la eliminación de la pobreza y alcanzar el desarrollo de los pueblos. Eso se ve sobre todo en la vida de L. von Mises[7].
Pero la conclusión fundamental de este punto dos es que:
a)      El mercado libre no son “los mercados” ni el “capitalismo real” actual, que se podría llamar capitalismo prebendario, aunque yo prefiero llamarlo directamente economía intervenida.
b)      El mercado libre no tiene nada que ver con modelos de competencia perfecta que presuponen conocimiento perfecto, eficiencia perfecta “o bondad” de los agentes intervinientes.
c)      El mercado libre se da realmente cuando se dejan actuar a las tres condiciones referidas anteriormente por Hayek; el mayor o menor alejamiento de esas tres condiciones son la medida de un mayor o menor mercado libre.
3. Análisis de la crítica al “mercado libre” por parte de Francisco, a la luz de lo anterior.
Como dije en el punto uno, no es la primera vez que tenemos este problema. La encíclica Quadragesimo anno, de Pío XI, es de 1931, y tiene fuertes críticas al llamado capitalismo liberal y al “imperialismo internacional del dinero”. Pero, oh casualidad, esas críticas se dan precisamente después de la crisis de 1929, cuando se produce la crisis económica justamente descripta y al mismo tiempo predice por Mises en 1912[8], como el efecto básico de la intervención del estado en el mercado de capitales, la moneda y la tasa de interés.
Sucede ahora algo similar, aunque agravado. La economía intervenida, en EEUU y Europa, se ha profundizado. A la luz del horizonte de la EA, no estamos ante la crisis del mercado libre, sino ante una crisis, cada vez mayor, de la economía intervenida; mucho más después del 2008.
A la luz de lo anterior, veamos los principales párrafos de la Evangelii gaudium sobre temas económicos. Nuestro comentario estará en bastardilla.
3.1. “…Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. (Tiene razón: esa economía mata. Son millones y millones los seres humanos que mueren por desnutrición, hambre y condiciones infrahumanas de vida. Pero ello es el resultado del subdesarrollo, y el subdesarrollo es el resultado de la no inversión, que es producida por todas las medidas intervencionistas analizadas por Mises. Dice este último: “…Extensas áreas geográficas de nuestro planeta —el Oriente asiático, las Indias neerlandesas, la Europa meridional y suroriental, la América latina— sólo muy superficialmente han recibido hasta ahora la influencia del capitalismo. La situación en estos países no difiere mucho de la que prevalecía en Gran Bretaña al comenzar la Revolución Industrial. Millones y millones de seres carecen de empleo y de posible encaje dentro de los sistemas económicos tradicionales. Sólo la industrialización puede salvar a tan desgraciadas masas. Empresarios y capitalistas es lo que esos países necesitan con mayor urgencia. Puesto que sus descabelladas políticas les impiden contar con ulteriores aportaciones de capital extranjero, no tienen más remedio que proceder a la acumulación de capital nacional. Tienen que rehacer todas y cada una de las penosas etapas por las que pasó la industrialización de Occidente. De ahí que al principio tendrán que conformarse con salarios relativamente bajos y largas jornadas laborales. Pero, ofuscados por las ideas que hoy prevalecen en Europa y en Norteamérica, los gobernantes de esos países creen poder recurrir a otras soluciones. Promulgan una legislación social avanzada e incitan a los sindicatos a la “acción directa”. Su radical intervencionismo coarta y retrasa la implantación de nuevas industrias autóctonas. Su dogmatismo está perjudicando grave e inmisericordemente a los coolies chinos e indios, a los peones mejicanos y a millones de seres humanos que, al borde de la muerte por inanición, luchan por sobrevivir”[9]). No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. (Tiene razón. Pero la “exclusión” de los millones a los que se refiere Mises está causada por el subdesarrollo fruto, a su vez, de la falta de mercado libre tal como Mises lo entiende). No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. (Tiene razón. Pero en la economía se tira comida cuando los gobiernos interfieren en el mercado agropecuario con precios mínimos produciendo sobrantes en el mercado). Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad (competitividad como la EA la entiende, no, porque no hay actualmente libre entrada al mercado) y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. (Sí, eso es así cuando los grupos de presión más poderosos consiguen prebendas por parte del gobierno, como muy bien lo explica la escuela del Public Choice[10]. No es así en una economía libre, esto es, cuando no hay privilegios otorgados por el gobierno). Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. (Tiene razón: el ser humano no es un bien de consumo. Pero es así cuando hay desocupación endémica, producida por los salarios mínimos y los privilegios sindicales fuertemente criticados por Mises en La Acción Humana y en El Socialismo (1922)[11]. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, (hay que tener en cuenta que explotación, si ello implica  referencia a la plus valía marxista, debe ser reinterpretada, porque la teoría de la plus valía marxista, al basarse en la teoría del valor trabajo de Smith y en la del costo de producción de Ricardo, es falsa[12]) sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes». (Si, ese es el resultado del subdesarrollo por NO haber respetado al mercado libre. En última instancia, es comprensible que Francisco vea a la economía actual como un mercado libre; claro, EEUU, Europa y América Latina no son Corea del Norte. Si no se tiene en cuenta a la EA, es así. Pero ya vimos que la economía actual está lejos de ser un mercado libre como “proceso de mercado”: es una economía intervenida, y mucho más: es un juego perverso de grupos de presión que giran alrededor de los gobiernos centrales que reparten discrecionalmente una torta fija que no crece, por la falta de inversión y por el obvio límite del presupuesto público, como bien lo ha descripto J. Buchanan: una “rent seeking society”[13]).
3.2. “…En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. (Bien, no es el caso de la EA. Según sus economistas, el mercado libre no produce un enriquecimiento intrínseco de algunos a partir del cual cae de manera aleatoria riqueza sobre otros. La esencia de la cuestión es que el ahorro permite inversiones, nuevos capitales y nuevos proyectos, lo cual produce esencialmente un aumento de la demanda de trabajo y consiguientemente un aumento del salario real. O sea que el enriquecimiento general es una característica necesaria, no aleatoria ni “derramada” del mercado libre, excepto que se lo intervenga con impuestos confiscatorios, controles burocráticos, inflación y confiscación, como es lo habitual en América Latina. Es más: los empresarios, en un mercado libre, no necesariamente se enriquecen, a menos que tengan una protección del estado, lo cual ya no es mercado libre. Muchos de sus proyectos fracasan e incurren en pérdidas, y ello permite que el bien común se vea beneficiado sólo con los proyectos empresariales que aciertan en la demanda del consumidor) Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, (bueno, si la filosofía de Francisco me lo acepta, yo hablaría del análisis fenomenológico de la realidad social) expresa una confianza burda e ingenua en la bondad (si, esa confianza es la de aquellos que niegan el pecado original, pero no de los economistas de la EA que siempre han pensado en un mercado libre que funciona para personas normales bajo incentivos normales: el mercado libre no es para santos, es para todos) de quienes detentan el poder económico (bueno, en un mercado libre el “poder” lo tiene el consumidor, y en una economía intervenida, el “poder” lo tiene el estado) y en los mecanismos (bien, el mercado libre no es un mecanismo, sino un proceso humano) sacralizados del sistema económico imperante (yo diría que los economistas de la EA nunca han sacralizado nada y tampoco en mi caso que explícitamente he criticado el “clericalismo de mercado”[14]).
3.3. “….Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.
(Este es uno de los puntos más importantes del malentendido que nos está afectando a todos. La crisis financiera internacional del 2008 fue un caso de lo que en la EA es la teoría del ciclo económico. Fue delineada principalmente por Mises en 1912[15] (lo cual le permitió predecir, en parte, la de 1929); Hayek le agregó importantes acotaciones sobre el capital en 1931[16] y forma parte principal de los trabajos actuales de coyuntura de los economistas de la EA en los EEUU. El eje central de la teoría es que si el gobierno expande la moneda en el mercado de capitales, por medio de la expansión monetaria, la tasa de interés tiende a la baja fomentando proyectos de inversión sin sustento real que, cuando la expansión cesa, caen, produciendo quiebras y desocupación generalizadas. Ello es fruto de la intervención del estado, y no del mercado libre. Siempre ha habido avaricia, apego por el dinero e idolatría de las riquezas, incompatibles con el cristianismo, pero no son esos defectos humanos las causas de las crisis financieras, sino la intervención del estado en el mercado de capitales.)
56. Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. (Como hemos visto, eso es fruto del subdesarrollo, que a su vez es causado por la intervención del estado). Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. (Bien, como hemos visto, si por “autonomía absoluta” se entiende al mercado libre tal cual la EA lo entiende, entones esa autonomía implica simplemente que el estado no expande la oferta monetaria, bajando artificialmente las tasas de interés. No veo por qué llamarla “absoluta” dado que todo el sistema bancario es regido por las reglas básicas de respeto a los contratos). De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. (La EA no niega que el gobierno sea el agente encargado de custodiar el Estado de Derecho; lo que sí niega es que el aumento de oferta monetaria sea beneficioso. O sea, no veo por qué para ser católico hay que ser keynesiano).Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. (Bueno, sí, esa es la tiranía de los gobiernos afectando a la oferta monetaria y produciendo pobreza y subdesarrollo, la economía que mata).Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. (El endeudamiento de los países pobres se debe a préstamos de gobierno a  gobierno, no al mercado libre. En un mercado libre no puede haber deuda pública porque los gobiernos no tienen emprendimientos empresariales. Mises criticó al Fondo Monetario ya en 1949[17] y P. Bauer[18] ha explicado claramente el origen estatista de la deuda internacional, que obviamente debe ser, por un lado, condonada, pero, por el otro lado, nunca comenzada de vuelta). A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. (Si, la corrupción es un horror, pero es fruto, como hemos visto, de las mafias de los grupos de presión que dependen del gobierno, lo cual nada tiene que ver con el mercado libre; de las infinitas regulaciones gubernamentales, que fomentan la coima para ser evadidas, y de la multiplicación de organismos del estado donde los grupos de presión depositan sus sobornos). El afán de poder y de tener no conoce límites (Si, eso fue descripto así por Adam Smith en La Riqueza de las Naciones). En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.(Bueno, de vuelta, más que el mercado divinizado, es el estado convertido en Dios la causa de esa situación).
3.4. «…Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. (Tiene toda la razón. La inseguridad no tiene su solución de fondo en cárceles llenas de personas sin la más mínima oportunidad que desde su infancia han sido abusados, desnutridos, drogados, des-escolarizados, etc., y seguirán llenando esferas de marginación mientras el subdesarrollo siga. Simplemente, de vuelta: ese subdesarrollo, ese subdesarrollo asesino, es fruto del estatismo de los gobiernos y especialmente de los de América Latina. Una democracia constitucional estable, un Estado de Derecho respetado, una economía de mercado, en igualdad ante la ley y ausencia de privilegios, son la clave para salir de la pobreza). Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor. Estamos lejos del llamado «fin de la historia», ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas y realizadas.
60. Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social” (De vuelta, toda la razón, simplemente agreguemos que el fomento del consumo sólo puede producirse por políticas inflacionarias que a expandir la base monetaria, fomentan innecesariamente la demanda de bienes y servicios cuya oferta no aumenta por  controles que frenan la inversión y producen fuga de capitales).
3.4.“…La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. (Perfecto, ya hemos dicho muchas veces que la propiedad privada, en un mercado libre, es lo que hace que cumpla su función social[19]. Si el oferente NO cuenta con protecciones por parte del estado, u obtiene ganancia ante sus competidores, por sus mejores servicios, o se funde. La posibilidad de monopolios naturales es casi imposible si las tarifas arancelarias son cero y el productor tiene toda la competencia internacional por delante). La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, (a eso nos referíamos: Mises mismo dice que esa es la función social de la propiedad[20]) por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. (Si, cuando el gobierno deja de estafar con la inflación, cuando deja de gravar con impuestos confiscatorios, se le devuelve al pobre lo que la política estatista le sacó). Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles. (Si: sólo una economía de mercado desarrollada deja márgenes de recursos disponibles para fundaciones sin fines de lucro y todo tipo de asociaciones solidarias que no tengan que ver con la rentabilidad). Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces”. (Esto es muy importante. Las economías de mercado han sido fruto de la praxis y el pensamiento de las sociedades judeocristianas occidentales. Pueden expandirse a otras culturas pero el origen de sus virtudes principales (la laboriosidad, el cumplimiento de los contratos, el ahorro, la frugalidad, el respeto del estado de derecho) son judeocristianas).
3.5. “…La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. (Toda la razón). Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera (bien, he allí el eje central de este diálogo: como dijimos, Francisco ve en la economía intervenida por los gobiernos “la autonomía absoluta de los mercados”. Por ello le propongo interpretar la realidad social y económica desde otro ángulo, y especialmente considerar que el mercado financiero es un problema cuando el gobierno expande la base monetaria y afecta a las tasas de interés; y ello pasa tanto en EEUU como en Argentina) y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”. (Inequidad es falta de distribución. Claro que es un deber que los presupuestos se distribuyan con equidad. Pero en una sociedad con escasez, donde, después del pecado original, hay que ganarse el pan con el sudor de la frente, el problema central es  la dispersión y des-coordinación de conocimiento para minimizarla. O sea, el problema principal es producir. Claro que Dios ha creado todo para todos los seres humanos pero luego del pecado original los bienes deben ser producidos con un trabajo que causa sudor. Una ética del trabajo y de la producción es por ende tan importante como una ética de la distribución).
3.6. “…Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. (Entiendo que la analogía de la “mano invisible” sea invisible J. El asunto es interpretarle a la luz de lo anteriormente expresado por Hayek. No es un mecanismo automático, no es suponer que la gente va a ser mágicamente buena. Tiene que ver con que la “mano visible” del gobierno, interviniendo los precios como síntesis de información dispersa, borra las señales del mercado, que son los precios. Ello sí que hace “invisible” a lo que es escaso o no en términos de demanda del consumidor, como explicó Hayek en The Use of Knowledge in Society[21]. Por lo tanto la analogía de la “mano invisible” lo que quiere decir es que cuando el gobierno no interviene, la oferta se acerca a la demanda “aprendiendo” a leer los precios. El que no aprende se funde, y ello es esencial para el bien común. Por ende se puede confiar en una economía de mercado; no hay nada “invisible” excepto que las personas habitualmente no ven las consecuencias directas de sus acciones: Francisco “no ve” que cuando elogia a San Lorenzo los productores de camisetas de San Lorenzo tienen mayor demanda, pero es así, y nada de malo hay en ello excepto que el productor de camisetas lo haga con un arreglo con el gobierno argentino a expensas de todos). El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. (Tiene razón: el mero asistencialismo no es suficiente. Es necesaria una reforma de las estructuras, y por ello estoy proponiendo con todo respeto y afecto a Francisco la consideración de que lo que él llama mercado son las estructuras estatistas que frenan al desarrollo Por lo demás, como ya he explicado otras veces[22], Hayek no niega la redistribución de ingresos a nivel municipal, siempre que no sea inflacionaria, confiscatoria o monopólica. Lo que los partidarios de la EA rechazan es el monopolio de los gobiernos nacionales, el “welfare state”, que está en crisis en EEUU y en Europa, no sólo por una cuestión de ineficiencia y pirámide de la población invertida, sino por una radical injusticia: atenta contra el ppio. de subsidiariedad. Esa distribución que Hayek admite, por lo demás, es totalmente compatible con un programa de investigación donde las funciones del gobierno municipal se transformen en las de un club good).  Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos” (Bien, como hemos dicho, ello sucede cuando no hay reglas claras en una economía de mercado. Cuando se busca rentabilidad, se promueven nuevas inversiones, y ello implica aumentar la demanda de trabajo (pues los bienes de capital provienen del trabajo, inteligencia y creatividad aplicados a los recursos naturales) lo cual implica aumentar la demanda de trabajo y disminuir la desocupación).
4.   Conclusión.
Espero que este diálogo sea fructífero. Un diálogo siempre implica una voluntad de empatía para acercar horizontes. ¿Por qué aquellos formados en Scannone o Dussel, por un lado, no pueden sentarse a dialogar con los que estamos formados en Mises y Hayek? ¿Tan infranqueable tiene que ser la incomunicabilidad de paradigmas? Creo que no. Mucho más cuando las intenciones son las mismas: acabar con la pobreza, el subdesarrollo, el hambre, la desnutrición y todas las condiciones infrahumanas de vida. Mucho más cuando no estamos debatiendo los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia; mucho más cuando nada de esto está dicho como una crítica a los teólogos que se han preocupado por las condiciones humanas de vida de los pueblos, mucho más cuando todo esto está dicho desde un laico que comparte los llamados de Francisco a vivir más auténticamente el Evangelio, a descentralizar el gobierno de la Iglesia, a ir hacia las periferias, a mirar con misericordia, a escuchar con el corazón. Espero que Francisco, un Papa abierto al diálogo, se abra a este diálogo, tan inusual, pero tan importante.
 


[2] Zanotti, G.J: Economía de Mercado y Doctrina Social de la Iglesia (Ed. de Belgrano, Buenos Aires, 1985). Segunda ediciòn: Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2005.
[3] Sopec. Madrid, 1968.
[4] “Economics and Knowledge”; “The Use of Knowledge in Society”; “The Meaning of Competition”, respectivamente, todos en Individualism and Economic Order, Chigago University Press, Midway Reprint 1980.
[5] Man, Economy, and State, Nash Publishing 1970, cap. 10.
[6] Competencia y empresarialidad (1973) Unión Editorial, Madrid, 1998, y The Meaning of Market Process, Routledge, 1992.
[7] Zanotti, G.J.: “La filosofía política de Ludwig von Mises”, en Procesos de Mercado, Vol. VII, Nro. 2, Otoño 2010.
[8] The Thoery of Money and Credit, Liberty Fund, 1981.
[9] Op.cit., p. 756.
[10] Ver Buchanan, J,:  “Mi peregrinaje intelectual”, Tópicos de actualidad, CEES, Marzo 2001;  El cálculo del consenso, Espasa-Calpe, Madrid, 1980; The Limits of Liberty, University of Chicaco Press, 1975;  The Logical Foundations of Constitutional Liberty, Liberty Fund, 1999, Vol. I.
[11] Socialismo, Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1968.
[12] La refutación a la plus valía de Marx, en vida de Marx, fue en el cap. 8 del libro I de la monumental obra de E. von Bohm Bawerk, Capital and Interest (Liberty Press, 1959) de 1884. Esta obra es tan importante y extensa como El Capital de Marx y es su contracara, pero los marxistas la ignoran totalmente y los que se dicen no marxistas, también.
[13] Op.cit., The Logical Foundations of Constitutional Liberty.
[14] Zanotti, G.J.: “Economy and Culture in the Thought of John Paul II”, en Logos, A Journal of Catholic Thought and Culture; 1:2 1997.
[15] The Theory of Money and Credit, op.cit.
[16] Precios y Producción, Unión Editorial, 1996.
[17] La Acción Humana, op.cit. p. 591
[18] Crítica de la teoría del desarrollo, Orbis, 1983.
[19] Economía de mercado y Doctrina Social de la Iglesia, op.cit., cap. III.
[20] La Acción Humana, op.cit, p. 823.
[21] Op.cit.
[22] En “Igualdad y desigualdad según desiguales paradigmas”, en Empresa y Humanismo (2004), Vol. VII Nro. 2, pp. 259-254.