ESEADE – Maestría en Economía y Ciencias Políticas – Podés iniciar en agosto!

Junto a Iván Carrino hemos asumido un nuevo desafío. Dirigir la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Un programa único en la Argentina que seguramente será de interés para nuestros lectores de Buenos Aires, y aquellos que se animen a mudarse a esta ciudad.

Es la única Maestría que ofrece conjuntamente el estudio de la Ciencia Política y la Ciencia Económica y sus interrelaciones.

La maestría brinda una completa formación para el funcionario que se desempeña en ámbitos del gobierno u organismos nacionales e internacionales y para el profesional  que se dedica a la consultoría, el análisis y la asesoría política y económica.

Es la única maestría que ofrece conjuntamente el estudio de la Ciencia Política y la Ciencia Económica y sus interrelaciones.

El programa permite entender los efectos de la vida económica en las normas, instituciones y prácticas políticas; el funcionamiento de los mercados y el impacto de las regulaciones gubernamentales.

Ofrece una formación interdisciplinaria que se integra con diversas materias y seminarios sobre metodología y epistemología de las Ciencias Sociales, historia económica y política y teoría social.

Un cuerpo docente de excelente antecedentes y trayectoria académica, brinda una perspectiva y un ambiente de debate centrado en los valores de la libertad y la responsabilidad individual.

La maestría brinda una completa formación para el profesional que se quiera desempeñar en el ámbito de la consultoría, el análisis y la asesoría política y económica, así como en los ámbitos del gobierno, la política, la academia, los think tanks y los organismos nacionales e internacionales.

Destinatarios

La Maestría está dirigida a profesionales egresados de todas las carreras universitarias, siendo las más representadas economía, ciencias políticas, abogacía, relaciones internacionales, sociología y periodismo.

Esta Maestría brinda una completa formación interdisciplinaria al profesional que quiera desempeñarse en el ámbito de la consultoría, el análisis y la asesoría política y económica, el gobierno, la política, la academia, los think tanks y los organismos nacionales e internacionales.

Más información aquí. (Plan de Estudio, Modalidad, Requisitos, Cuerpo Docente y más)

Carrera Acreditada por CONEAU, Resolución N°885/12

El economista en la academia, la política y la consultoría

Se escucha con cierta frecuencia una broma hacia los economistas que afirma que si preguntamos a diez de ellos su opinión sobre un determinado problema, posiblemente tengamos once soluciones. ¿Por qué diferimos los economistas en nuestras recomendaciones de política económica? ¿Por qué en ocasiones tenemos más de una recomendación? ¿Carece esta ciencia joven de consensos científicos básicos?

Lo cierto es que la economía como ciencia ha desarrollado leyes sólidas que nos permiten enumerar cuantiosos consensos, pero cuando nos movemos hacia la recomendación de la política económica o ante un problema de políticas públicas los disensos son mayores.

“Por qué difieren los economistas en sus opiniones de política pública” es en definitiva un aspecto sociológico de la profesión que se ha debatido en numerosas oportunidades, pero el punto que quiero señalar aquí es que ganaríamos mucho los economistas, y con ello pienso que recuperaríamos parte del prestigio perdido de la profesión, si definiéramos con claridad los planos en los que trabajamos cuando hacemos nuestro análisis y nuestras recomendaciones. ¿A qué planos me refiero? Al plano del académico y al plano de la política.

Una anécdota que acostumbraba relatar Manuel Ayau, fundador y Rector de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, puede ayudar a mostrar el punto. Ocurrió en la reunión anual de la Mont Pelerin Society en St. Andrews. Estaba exponiendo Milton Friedman sobre su estudio de la moneda y Enoch Powell, entonces miembro de la Cámara de los Comunes en Londres, le preguntó si en su exposición había tenido en cuenta los factores políticos, a lo que Friedman se apresuró a contestar por la afirmativa. Powell dijo: “Entonces su paper no me sirve, pensaba que recibiría reflexiones de un académico, déjenos a nosotros la negociación política”.

Hace unos meses el mismo Federico Sturzenegger, Presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), exclamaba ante la Asociación Argentina de Economía Política que se reunió en Bariloche que la profesión debía contribuir a los debates de políticas públicas. Muchos se defendieron explicando que no son escuchados, y cuando se los escucha se exclama que trabajan en una torre de marfil.

Me parece que la profesión del economista se encuentra desprestigiada o devaluada ante la opinión pública precisamente porque los especialistas desconocen su rol ante la sociedad. No es lo mismo el rol científico del economista que el rol del político. Me apresuro a señalar, incluso, que cuando un economista se viste de político –sea como funcionario o como representante de un partido político- deja de ser economista.

Trabajar en diversos planos sin explicitarlo ante la opinión pública nos expone a debates innecesarios que sólo comprometen los consensos que la profesión ha alcanzado.

El economista como académico o científico

Su lugar natural es la universidad y los congresos científicos. Investiga, estudia, alcanza un doctorado y dedica tiempo a la docencia. El científico trabaja con modelos que en muchos casos se abstraen de la realidad política y social que le acompaña. La teoría que desarrollan es en general abstracta, universal, aplicable a todo tiempo y lugar. Sus trabajos científicos, que a la vez intentan publicar en revistas especializadas, no se preocupan por aquello que la opinión pública puede digerir.

Y está bien que así sea, porque eso los distraería de lo más relevante que es contribuir al cuerpo teórico de la disciplina. Cuando el académico deja un momento la frontera del conocimiento y analiza la actualidad y sus problemas, tiene en general un enfoque diferente, porque su rol -inmerso en óptimos y utopías- lo conducen, en definitiva, a imaginar nuevos mundos posibles, correr el eje del debate.

El economista como político

El político no puede distanciarse de la opinión pública. Su éxito depende de la apreciación que la opinión pública ejerce sobre la política económica que define el gobierno. Bien hará el político en escuchar a los científicos y a los técnicos, pero no pueden darse el lujo de abstraerse de las cuestiones culturales, políticas y sociales que acompañan a su gobierno. Si así lo hiciera, fracasaría como político.

Si el economista que se viste de político está más enfocado en lo que la opinión pública puede digerir que en las conclusiones que obtiene de sus observaciones, mal rol jugará este como economista. Su objetividad estará limitada a un fin último superior que son las elecciones.

El economista como consultor

Mientras el académico educa a sus alumnos en el aula, el consultor hace lo propio con sus clientes y ante la prensa. Su alcance es lógicamente mayor y allí cabe su responsabilidad.

Su formación como economista, casi siempre complementado con estudios de posgrado, les permite aplicar la teoría económica, y si bien no contribuyen a expandir la frontera del conocimiento, son los que mejor entienden la coyuntura, además de intentar predecir escenarios futuros.

El consultor tampoco puede prescindir de la política, porque los escenarios futuros dependen de las decisiones que se toman en ese plano, pero en la medida que se mantiene independiente del gobierno y los partidos políticos, puede evaluar las políticas económicas con objetividad.

La profesión del economista en Argentina

En la Argentina, la opinión pública conoce nuestra profesión a través de los economistas que ocupan cargos en el poder político y los consultores que comparten columnas de opinión y son entrevistados por la prensa. Naturalmente, en esos espacios la economía está cargada de política, lo que en definitiva impide mostrar los consensos básicos que la profesión ha alcanzado en el plano científico.

No quiero negar con esto que existan amplios debates también en el mundo académico, pero ¿qué ciencia no los tiene?

Como cierre, creo necesaria una reflexión acerca de Cambiemos. Nada ansía más el Presidente que ser recordado como un estadista. Si eso desea, será mejor que escuche a aquellos economistas que pueden abstraerse de lo urgente y por un momento piense en aquello que es importante y estructural.

Publicado en El Cronista, miércoles 31 de enero de 2018.

Una revisión sobre el desarrollo de la teoría y las políticas públicas regulatorias durante los últimos cuarenta años

La revista Regulation, publicada por el Cato Institute, cumplió 40 años. Con motivo de ello, sus editores, Peter van Doren y Thomas Firey, publican un interesante artículo evaluando ese período en relación al desarrollo de la teoría y las políticas públicas relacionadas con las regulaciones. Aquí van algunos párrafos. El texto completo en: https://object.cato.org/sites/cato.org/files/serials/files/regulation/2017/3/regulation-v40n1-1-updated-2.pdf

“EL CRECIMIENTO DE LA REGULACIÓN FEDERAL

La visión común de la regulación en los Estados Unidos es que, para su primer siglo o así, el país aceptó el laissez faire; Hubo poca intervención del gobierno en las decisiones privadas del libre mercado. Esto no es completamente cierto; Los gobiernos estatales eran reguladores activos en algunos sectores, especialmente en la banca. Sin embargo, es generalmente correcto decir que la regulación federal fue limitada hasta los años que siguieron a la guerra civil, y se amplió grandemente durante y después del New Deal.

Los responsables de la formulación de políticas normalmente justifican estas intervenciones como necesarias para combatir las “fallas del mercado”, situaciones en las que, a su juicio, las interacciones del mercado no producen resultados aceptablemente “eficientes”. Estos fracasos incluyen el poder de mercado (un comprador o vendedor, o una colección de compradores o vendedores, domina un mercado y manipula la oferta y los precios, como los monopolios y los cárteles), externalidades negativas (situaciones en que algunos de los costos de una transacción son involuntariamente soportados por no participantes En la transacción, un ejemplo es la contaminación), fallas de información (una parte en una transacción tiene una ventaja informativa sobre otras partes que distorsiona el mercado) y problemas de bienes públicos (un proveedor no puede excluir a los que no pagan, Equitación “sobre los pagos de otros y el bien que se presta como resultado, ejemplos incluyen algunos aspectos de los servicios de bomberos y policía y defensa nacional). Cada uno de estos casos resulta en menos transacciones que en un mercado sin tales fallas, lo que significa ineficiencia y pérdida de bienestar.

Una serie de regulaciones federales y políticas domésticas relacionadas a principios de la era post-Guerra Civil involucraron ferrocarriles. Los encargados de formular políticas creían que la amenaza de la competencia futura en rutas específicas disuadiría a las empresas ferroviarias de hacer costosas inversiones de capital necesarias para atender a las zonas menos pobladas. También les preocupa que los ferrocarriles no puedan reunir suficientes derechos de paso para sus redes ferroviarias. Para ayudar con este último problema, los legisladores ampliaron los poderes federales y estatales del dominio eminente para asegurar esos derechos de tierras para el uso de los ferrocarriles. Posteriormente, los responsables políticos adoptaron una regulación de tarifas para evitar que los ferrocarriles abusaran de su poder de mercado sobre rutas específicas de baja densidad y también requirieran la aprobación federal para que los ferrocarriles abandonaran líneas en estas áreas que ya no querían operar.

Las décadas siguientes vieron intervenciones gubernamentales similares en otras industrias que incluían tecnología madura, incluyendo telefonía, energía, radiodifusión, camiones y aviación de pasajeros, así como esfuerzos generales para combatir el poder de mercado (es decir, “rebajar la confianza”). Finalmente, a fines de la década de 1960 y principios de la década de 1970 se observaron más intervenciones federales en los precios minoristas, la mano de obra y la seguridad en las carreteras, así como un amplio impulso a la salud, la seguridad y la regulación ambiental.”

¿Qué tan lejos deben situarse los académicos de la política?

Alberto Benegas Lynch (h) suele diferenciar en sus clases el rol del académico, del rol del político. Asegura que el rol del académico es correr el eje de debate, imaginar nuevos mundos posibles, y no atender a si una propuesta de política pública es viable o no en el presente. El rol del político es diferente. Inspirado en el trabajo académico, debe atender necesariamente a aquello que la opinión pública puede digerir en el presente y trabajar a su vez para intentar que una propuesta que no es viable hoy, lo sea en el futuro. Es sabido que la posición de Alberto Benegas Lynch (h), no difiere mucho de aquello que recomendaba Hayek.

Alberto Mansueti (2006), sin embargo, es uno de los tantos liberales clásicos que se presentan críticos de esta posición. Encontramos a continuación un resumen de su crítica:

«Aspirar al éxito político para el liberalismo clásico sólo en base a la Economía Austriaca es irrealista. Sin embargo, y con pocas excepciones, con mucho de ese irrealismo viven las Fundaciones e instituciones asociadas al liberalismo clásico, comenzando por la más célebre de todas, la Sociedad Mont Pelerin… ¿Por qué? En buena parte porque muchas de ellas … siguen el desafortunado consejo de Hayek, un genio sin duda, pero equivocado entonces al recomendar esfuerzos intelectuales y académicos y desalentar emprendimientos políticos… Pero, ¿imagina Ud. cómo hubiera sido el mundo en los últimos 100 años, si Lenin en 1913 hayekianamente hubiese aconsejado a sus seguidores no dedicarse a la política sino sólo a especulaciones filosóficas, investigaciones científicas, históricas y bibliográficas? En tal caso probablemente marxistas y socialistas de otras observancias hubiesen quedado reducidos a pequeños círculos de disconformes, hurgando bibliotecas y documentos, y escribiendo artículos, ensayos monográficos y libros… ¿E imagina Ud. cómo hubiera sido el mundo en los últimos 50 años, si Hayek en 1947 hubiese considerado que las cátedras universitarias y los centros de producción y transmisión de ideas y conocimientos estaban ya en poder de los socialistas o a punto de caer? ¿Y si en consecuencia, leninianamente Hayek hubiera aconsejado a los liberales fieles dedicarse a la política tanto o más que a los estudios y reflexiones académicas…? En tal caso probablemente los liberales clásicos hubieran organizados partidos, ganado elecciones en muchos países, abolido el estatismo -con sus inflaciones, guerras, desempleos y miserias- mediante revoluciones de libre mercado, y cambiado la historia del mundo. Y obligado así a los cientistas sociales, periodistas, políticos y curiosos en general, a correr a las bibliotecas (y ahora a Internet) a descubrir cuáles autores, obras y principios inspiraron a los políticos liberales cambios tan benéficos para la humanidad…»

Con esta cita creo que podemos abrir el debate.