WP: The Grecian Horse II

Borrador, junto a «Alex» Padilla de The Grecian Horse. En esta serie de papers estudiamos si los inmigrantes importan «mala» instituciones a los Estados Unidos de sus países de origen.

Abstract

In recent years, in response to an increasing literature pointing to the economic deadweight loss associated with immigration restrictions, a literature has emerged pointing to the negative economic repercussions on economic growth would increasing immigration from countries with poor institutions have on the quality of the host country’s institutions when these immigrants import their institutions into their host countries (Borjas, 2014, 2015). Since then economists have attempted to test whether immigrants have a negative impact on their host country’s institutions (Clark et al., 2015; Powell, Nowrasteh, and Clark, 2017; Padilla and Cachanosky, 2018). This paper builds on Padilla and Cachanosky (2018) and examines how immigrants grouped according to the Economic Freedom of the World quartile their country of origin was ranked at time of the census may impact the economic institutions of the states as measured by Economic Freedom of North America index. Our results show that, in the short run, we do observe that the relationship between migrants originating from countries with poor economic institutions and economic freedom is negative, but, in the longer run, that relationship becomes positive, particularly, in the area of labor market freedom. On the other hand, in the longer run, the relationship between migrants coming from most economically free countries and economic freedom is negative. Our results are robust to various specifications.

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WP: The Grecian Horse: Does Immigration Lead to the Deterioration of American Institutions?

Paper con Alexandre Padilla donde estudiamos cuál es el impacto (si es que lo hay) de los extranjeros en Estados Unidos. Sucede, como sostiene Borjas, que los inmigrantes traen consigo «malas» institutiones que pueden dañar el desempeño económico y social del país anfitrion?

Concerns about the institutional impact of immigration, particularly, in the United States, are not new. We can trace them all the way back to Thomas Jefferson and Alexander Hamilton. More recently, in response to a literature that questions the efficiency of current immigration restrictions, Borjas (2015) expresses similar concerns about the institutional impact of immigrants coming from countries with poor institutions. Using economic freedom as proxy for institutional quality of the American states since 1980, using several estimation techniques and control variables, our results show that concerns about the institutional impact of immigrants are so far not supported.

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ESTADOS, NACIONES, FRONTERAS E INMIGRACIÓN

Cuando L. von Mises vio disolverse su amado Imperio Austro-Húngaro (sí, lo amaba, detalle interesante para los anarco-capitalistasJ) escribió una de sus más monumentales y menos leídas obras: Nation, State, and Economy. Allí sistematizó una de sus grandes ideas: la diferencia entre estado y nación, tema que aparecería de vuelta en Liberalismo y en Teoría e Historia. La nación es una unidad cultural unida por el lenguaje (adelantándose a Wittgenstein, describió perfectamente el papel performativo del lenguaje respecto a las formas de vida culturales). Un estado, en cambio, es una unidad administrativa, cuya función es ser el aparato social de coerción que para Mises estaba destinado a la protección de los derechos individuales que, a su vez, debían ser universales a las diversas culturas.

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Por lo tanto, él soñó no con una separación, sino con una unión, bajo un mismo estado federal, de las diversas naciones. Estas últimas no debían estar unidas ni por la educación, ni por el lenguaje, sino sólo por el respeto a las libertades individuales de todos, y a la libre entrada y salida, de capitales y de personas, entre las diversas naciones. Por eso para Mises la libertad educativa y de lenguaje eran tan importantes. En realidad Mises soñó con un mundo cuyas diversidades culturales no fueran impedimento para una unidad que pasara –nada más ni nada menos- por las libertades indivuduales y la libre entrada y salida de capitales y de personas.

¿Demasiado para la naturaleza humana? Puede ser. Hubo, sin embargo, acercamientos. Tal vez los “Estados unidos” fueron, al inicio, eso. Tal vez la Argentina de fines del s. XIX, donde todo el mundo, literalmente, entró, fue eso. Pero esas ocasiones históricas tienen mucho de casual. Coinciden con momentos donde hay cierto consenso cultural sobre “la llegada del otro”, donde el otro no es tan otro. Para cierto norteamericano promedio había otros, esto es, negros y latinos, y para ciertos argentinos promedios, a fines del s. XIX, los otros eran realmente los negros –que no había- y los indígenas –casi totalmente eliminados-. El europeo no era otro. Se parecía al criollo. Los españoles “volvieron” y los “tanos” eran simpáticos. Y listo. Y otras comunidades eran caucásicas.

El problema, para la convivencia de las naciones, es el otro, el verdaderamente otro. El otro, el que tiene rasgos y color verdaderamente distintos, el que tiene costumbres e idioma verdaderamente distintos, es un problema para la naturaleza humana. O sea, luego del pecado original, el hombre es un problema para el hombre, porque todos somos otros en relación a otros. Todos somos extranjeros cuando nos toca serlo.

¿Tuvo razón Hobbes, entonces? No sé. Tal vez hubo un momento “lockiano” en la historia. Tal vez EEUU fue eso: la única nación cuya unidad no pasaba por una raza, religión, sino por la adhesión a la Constitución Federal. Tal vez no fue así. Pero, ¿debe ser así?

Sí, en cuanto ideal regulativo de la historia. La única unidad deseable es un sistema constitucional donde la igualdad sea la igualdad de derechos individuales por los cuales nuestra diversidad se manifiesta. A partir de allí, las diversidades se integran. El comercio, el libre contrato, implica que marcianos, italianos, venusinos, japoneses, puedan intercambiar sus bienes y servicios, y por ende, sus lenguas, culturas, usos y costumbres que se unen, no heroicamente, sino bajo el único incentivo que ha probado ser más fuerte que las guerras para millones y millones de gentes con conocimiento disperso y prejuicios diversos. La emergencia del liberalismo político y económico en la historia no fue el surgimiento del reino de los cielos, sino del único reino posible luego del pecado original. Lo demás tiene otros nombres: esclavitud, servidumbre, guerra, sumisión, crueldad.

Claro que los economistas clásicos y los austríacos tienen razón cuando prueban que la libre movilidad de capitales y de personas aumenta la productividad conjunta y el nivel de vida para todos. Es la solución de la pobreza y del subdesarrollo. Pero lo difícil es el corazón humano que no quiere ver al otro, aunque el otro sea el famoso plomero en Domingo de Woody Allen. Si es el hijo del tano de la vuelta, todo bien. Si es negro y habla francés, mm….

¿Y qué pasa si hay guerras potenciales? ¿Qué pasa si sospechamos que “el otro” es terrorista? Para eso las visas, que son sistemas de fiscalización, pueden ser admisibles. Pero deben ser la excepción, no la regla. Pero no, parecen ser la regla. Entonces la guerra es la regla y la paz es la excepción. Entonces Hobbes es la regla y Locke la excepción. Entonces, ¿el liberalismo fue verdaderamente excepcional?

Claro que Trump está equivocado en sus políticas proteccionistas. Pero repentinamente parece ser el único equivocado. Los fascistas, los comunistas, los intervencionistas, los socialdemócratas, o sea todos excepto nosotros, los pérfidos liberales, están todos de acuerdo con naciones cerradas, con aranceles, visas, pasaportes y todo tipo de control “al extranjero”. Ah si, pero ellos no son Trump. Trump es el nacionalista malo. Ellos son los nacionalistas buenos. Es así de fácil.

Las naciones son en sí mismas buenas. Asi somos los humanos. Nos sentimos bien con unidades culturales linguísticas (yo no, pero yo soy marciano J). El problema está en las naciones cerradas, pero parece que no podemos desprendernos de elllo. Sí, el EEUU originario, la Argentina del s. XIX, con todos sus desastres e imperfecciones, abrieron las fronteras, pero fue algo verdaderamente excepcional. La guerra parece ser lo normal.

Pero si la guerra es lo normal, pongámonos del lado de la excepción. El liberalismo es un mandato moral. Es el contrapeso de la historia de la guerra. Es contraintuitivo. Es vivir con el otro. Ya no hay extranjero o de aquí, ya no hay documentado o indocumentado, ya no hay nacional o inmigrante, porque todos son uno en la igualdad ante la ley.

Libro: The Economics of Immigration: Market-Based Approaches, Social Science, and Public Policy

The Economics of Immigration: Market-Based Approaches, Social Science, and Public Policy editaro por Benjamin W. Powell acaba de ser publicado por Oxford University Press.

El libro posee nueve capítulos divididos en temas de ciencias sociales y de políticas públicas. Junto a Alexandre Padilla, nuestro capítulo acompaña un interesante grupo de autores. En nuestro caso ofrecemos una análisis comparativos del uso de VISAs de trabajo en distintos países.

LA CONTRACARA DEL SUEÑO AMERICANO – Por Alberto Benegas Lynch (h)

ABLNo basta con los desastres que ha provocado Bush II ni los estropicios de Obama respecto a los derechos individuales, ahora irrumpe en la escena política Donald Trump el exitoso agente inmobiliario que por esa razón cree que puede llevarse al mundo por delante con sus propuestas fascistas de gran repercusión en el público estadounidense.

En su discurso de cincuenta minutos de junio último desde el Trump Tower en Manhattan el personaje de marras lanzó parte de su campaña presidencial que por el momento, según las encuestas (frecuentemente sujetas a gruesos errores), lidera las preferencias en círculos republicanos.

Sus aseveraciones resultan por cierto inquietantes para cualquier persona mínimamente inclinada a los postulados de la sociedad abierta. Desafortunadamente está en línea con los resurgimientos de los nefastos nacionalismos europeos de estos tiempos.

La emprendió contra la inmigración especialmente contra los mexicanos a quienes tildó de traficantes de drogas, violadores y criminales al tiempo que aseguró que construirá un muro muy alto que hará financiar a los propios mexicanos.

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Pagan los Inmigrantes Ilegales Impuestos?

En Estados Unidos el inmigratorio es un tema sensible en la opinión pública. Una de las creencias es que los inmigrantes ilegales no pagan impuestos. Esto no es correcto. Se puede ilustrar con dos casos.

En primer lugar, al consumir los inmigrantes, legales o no, pagan la incidencia que les cae del impuesto a las ventas igual que cualquier otro ciudadano. Lo mismo sucede con el impuesto a la propiedad. Al alquilar, en la medida que parte del impuesto se traslade al precio estos inmigrantes pagan parte de este impuesto.

En segundo lugar, ya sea a través de un TIN (Tax Identification Number, para quienes no califican para tener un Social Security Number) o un SSN falso, pagan impuestos a los ingresos como cuaquier ciudadano pero sin la posibilidad de recibir contraprestaciones (por ejemplo Social Security). Este pago de impuestos sin contraprestaciones se hace ya bien para acceder a un trabajo en relación de dependencia o para aplicar a residencia y mostrar pagos de impuestos como «prueba» de la voluntad de ser un buen residente.

Aquí el reporte donde me entrevistan sobre esta cuestión.