LO POLÍTICAMENTE CORRECTO ES RETRÓGADO – Por Alberto Benegas Lynch (h)

El progreso significa cambio para mejor. Como nuestra ignorancia es enorme,  la forma de reducirla consiste en abrir debates en todas direcciones al efecto de poder refutar lo  anterior y avanzar en la buena dirección. En otros términos, la faena del intelectual estriba en convertir lo políticamente imposible en políticamente posible. Esto se lleva a cabo en el plano de las ideas, mostrando las ventajas de dejar atrás lo inconveniente para adoptar lo mejor.

ABL

Todos los buenos descubrimientos siempre comenzaron con un sueño que parecía imposible. Como ha escrito John Stuart Mill “todas las buenas ideas pasan por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción”. En otros términos, el progreso está indisolublemente atado a la creatividad y al esfuerzo por correr el eje del debate hacia mejores metas, hacia objetivos de una mayor excelencia, a la curiosidad por explorar lo que aparece como mejor, en definitiva por apartarse de la trampa del status quo, al coraje moral por diferenciarse del espíritu rabiosamente conservador.

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El presidente Macri, por la radio, propone cambios en los valores y las ideas. Correcto, pero está sólo.

El presidente Macri dio una entrevista esta mañana por la radio bien extensa, donde se trataron muchos temas. Apenas terminada, los medios periodísticos comenzaron a buscar qué claves o datos políticos podrían sacarse de lo dicho. No niego que pueda haber señales políticas cuando habla un presidente, pero en este caso, como en otros antes, Macri habla más bien de “valores e ideas”, a punto que parece más un monje que un político.

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En definitiva, creo que su actitud refleja una preocupación que ya he comentado antes en este blog: que el destino de una sociedad, en última instancia, depende de los valores e ideas que predominan en ella. En otras palabras, Macri está diciendo que si la gente, si los argentinos, no abandonamos las ideas populistas de las últimas décadas, y en particular, el populismo con esteroides de los últimos años, no hay mucho futuro. Porque no va a mejorar la calidad institucional más allá de haber puesto algo de orden y haber moderado las formas y si eso no cambia no habrá inversiones que lleguen, ni mucho crecimiento económico, ni mejorarán las oportunidades que tenga la gente.

Entiendo ese punto, Macri ha asumido una tarea apostólica, y tal vez titánica, de convencer a los argentinos que abandonen las promesas cortoplacistas del populismo que ya muchas veces nos han dejado en la ruina. Entre otras, esas ideas típicamente son: que los derechos se defienden en la calle, haciendo piquetes, y no en la justicia; que obtener una mayoría circunstancial habilita a ejercer el poder sin ningún tipo de límites; que la política se maneja con dinero y por eso hay que extraer lo máximo posible del estado; que la división de poderes es un invento para eludir a la voluntad popular; que la inflación la genera la avaricia de los comerciantes y empresarios; que es mucho mejor una empresa estatal, con déficit, que varias en competencia que brinden mejores servicios y más baratos; que todos tenemos el derecho a nuestro propio privilegio y que nadie se atreva a tocarlo (ya sea abriendo algún mercado o el comercio internacional o desregulando) porque entonces volvemos al comienzo de esta lista, y así sucesivamente.

Los políticos hacen su propio juego, no es de extrañar. Sus principios se miden por los votos que pueden generarle, no hay que esperar de ellos otra cosa si los votantes están finalmente dispuestos a avalarlos.

Pero si la intención de Macri es la que he esbozado, hay algo que está débil, y es que nadie más en su propio gobierno se preocupa por las ideas y los valores. Se trata de un gobierno de gerentes, tal vez buenos gerentes, que se dedican frenéticamente a su gestión sin sacar a la luz los principios que están en juego. Entonces ninguno de ellos termina contribuyendo a la competencia de ideas en la que se ha involucrado su presidente.

Por ejemplo, en estos días, se discutió en una audiencia pública la posibilidad de abrir el mercado aeronáutico a nuevas empresas aéreas que quieran ingresar o ampliar sus servicios. ¿Alguno de los funcionarios pregonó acaso los beneficios de la competencia para los consumidores, no para las empresas? ¿Alguno mencionó los exitosos procesos de apertura que ocurrieron en Estados Unidos y en Europa? ¿Alguno fue acaso tan osado como para plantear que, como individuos, deberíamos tener el derecho a elegir viajar como se nos dé la gana? ¿No dice el artículo 14 de la Constitución que tenemos derecho a trasladarnos libremente dentro del territorio? Nada de eso, entonces los sindicatos, y la empresa estatal, que viven de los privilegios, presenta esa tibia apertura como un negocio para empresarios. ¿Cuánto cambiaron entonces las ideas populistas? Nada.

En fin, en este campo de los valores y las ideas se juega el destino de esta sociedad.

MÁS SOBRE COYUNTURA Y LAS IDEAS DE FONDO – Por Alberto Benegas Lynch (h)

ABLParece una perogrullada insistir en el hecho de que para que se entiendan los fundamentos éticos, económicos y jurídicos de una sociedad de hombres libres es indispensable trasmitir con claridad esas fundamentaciones con todo el rigor que resulte posible ya que el receptor es en general hospitalario y sensible a la argumentación y no a las simples afirmaciones.

Es por ello que resulta indispensable contar con espacios para elaborar sobre ideas de fondo. Esa es la manera de correr el eje del debate al efecto de abrir plafones para que el político pueda articular discursos compatibles con la sociedad abierta ya que no puede proponer políticas que la opinión pública no entiende ni acepta.

Ahora bien, si nos dedicamos solo a la coyuntura nunca salimos del pantano. Más aun, con este procedimiento cada vez la coyuntura se hace más negra,  precisamente porque nadie se dedicó a explicar las ideas de fondo y se dejan terrenos abiertos para que el espíritu totalitario avance con sus ideas colectivistas.

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Democracia y Educación – Por Juan Carlos Cachanosky

JCCVarios pensadores partidarios de una sociedad libre han puesto mucho énfasis en la distorsión que se ha generado en el concepto de democracia. En nuestros días todo parece indicar que democracia es el gobierno de las mayorías sin límite alguno a lo que puede hacer. Un cheque en blanco para atropellar derechos individuales. Las promesas que realizan los candidatos un puesto político se ha convertido en una competencia para ver quien viola más los derechos de minorías. Estas promesas consisten en dar beneficios a un grupo con más caudal de votos a costa de los grupos que aportan menos votos. Ya nos hemos apartado mucho del concepto de que un gobierno es elegido para administrar “el imperio de la ley”. Tal vez el libro de Frédréric Bastiat, La Ley, es el mejor ejemplo de lo vieja que es esta confusión, pero todavía podemos retroceder a los antiguos filósofos griegos y encontrar las mismas reflexiones. Inclusive en el Antiguo Testamento podemos leer “La ciudad fue en otro tiempo paraíso de justicia. Y ahora es de homicidios. Tu dinero se ha convertido en basura. Y tu vino se ha adulterado con el agua. Tus gobernantes son desleales y van a media con los ladrones. Todos gustan de regalos y van detrás de su interés”, Isaías I:21:22.

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