No es la primera vez que se constata que un empresario exitoso no tiene la menor idea de los fundamentos y el significado del comercio. En todo caso revela que tiene gran intuición para sacar partida de un arbitraje, es decir, comprar barato y vender caro. Es muy común que un banquero desconozca por completo el significado del dinero y de los efectos de la reserva fraccional, el “free banking” o la reserva total y mucho menos el origen conceptual de la moneda en el contexto del teorema de la regresión monetaria. Tampoco es necesario que un director de marketing sepa en que consiste el proceso de mercado y todas sus implicaciones y así sucesivamente. Un empresario puede, además, tener esos conocimientos pero no es lo habitual. Más aun, es muy común que si se le da la posibilidad al empresario de obtener prebendas y acercarse al calor oficial a través de privilegios que implican eliminar la competencia y así perjudicar al consumidor, lo aceptará de mil amores.

Ahora estamos frente a un magnate que asumió la presidencia de Estados Unidos que se deja llevar por impulsos primitivos que van contra el libre comercio con lo que revela un desconocimiento palmario de los principios clave de las transacciones voluntarias de mercado en los cuales las dos partes siempre ganan. Resulta que patrocina el llamado “proteccionismo” decimonónico elaborado teóricamente por Friedrich List en Alemania. Su principal caballito de batalla es la denominada “industria incipiente” como razón para imponer aranceles a la importación. Esto ha sido adoptado por todos los populistas-nacionalistas de todos los rincones del globo. Consiste en la peregrina idea de que una industria naciente necesita ser protegida debido a la mayor experiencia de sus competidores en el exterior “hasta que la industria incipiente se ponga en marcha”.