En el capítulo 10 de su libro Democracia, el dios que fracasó, el economista y filósofo alemán Hans Hermann Hoppe propone un maridaje entre el conservadurismo y el libertarismo. O, al menos, entre su visión de lo que conservadurismo y libertarismo son.
En dicho texto sostiene que los conservadores tienen que tomar principios defendidos por los libertarios, pero lo mismo deben hacer los libertarios, abrazando ciertos puntos conservadores.
A lo largo del texto intentará transmitir que todas las cosas que los conservadores consideran que están mal con el mundo, son el resultado de haber abandonado principios libertarios. Pero, al mismo tiempo, sostendrá que para conservar un verdadero orden libertario, hace falta abrazar ciertos valores conservadores. He ahí el puente que establece entre ambos movimientos.
¿Tiene razón Hoppe? A continuación no responderemos esa pregunta, que se la dejaremos al lector, pero sí mostraremos que, en al menos tres puntos cruciales, el planteo del profesor va a contramano de lo que podría denominarse la esencia de la escuela austriaca de economía. Los puntos que haremos serán particularmente relevantes en la medida que suele asociarse a Hoppe a dicha escuela, y por tanto podría también asociarse este texto a la misma tradición de pensamiento.
Para el fin del posteo, espero haber convencido al lector de que este no es ni remotamente el caso.
- Individualismo metodológico
Una de las características distintivas principales de la escuela austriaca de economía es el apego al individualismo metodológico. En Boettke (2010) se establece que el primer principio austriaco es que “solo los individuos eligen” y que “la tarea principal del análisis económico es hacer inteligible el fenómeno económico, apoyándolo en los propósitos y planes de los individuos”. Esto es, para comprender los fenómenos sociales es necesario anclarnos en las experiencias individuales, en todo aquello que motiva al individuo a actuar de una o de otra forma. No es conducente, entonces, apoyarse en conceptos agregados, como pueden ser la nación, la familia, o el origen étnico, entre otros, para explicar y comprender fenómenos sociales.
En Carrino (2016) cité a Mises sobre este punto. El austriaco sostenía que “ninguna proposición sensata relacionada con la acción humana puede hacerse sin referencia a lo que los individuos persiguen y lo que consideran como éxito o fracaso, ganancia o pérdida”, y que “el colectivo no tiene existencia y realidad sino en las acciones de los individuos. Solo existe por las ideas que mueven a los individuos a comportarse como miembros de un grupo definido y deja de existir cuando el poder persuasivo de esas ideas se apaga. La única manera de conocer un colectivo es el análisis de la conducta de sus miembros”.
¿Respeta Hoppe el individualismo metodológico en su intento de compatibilizar su libertarismo con su conservadurismo? Sostengo que no.
En la página 254 de la obra se afirma que:
La mayoría de quienes actualmente se autoproclaman conservadores están preocupados, como en principio les corresponde, por la decadencia familiar, el divorcio, la bastardía, la pérdida de autoridad, el multiculturalismo, los estilos de vida extravagantes, la desintegración social, el sexo y el crimen.
Hoppe luego irá explicando que todos estos “males sociales” (debatiremos abajo sobre esto), son la consecuencia directa del abandono de los principios libertarios de orden social. En concreto, que todo esto que se describe es consecuencia de las instituciones del Estado de Bienestar y que por tanto, la mejor alternativa para los conservadores es defender la no intervención del estado en la economía.
Ahora bien, plantear temas como la “decadencia familiar” o “el divorcio” o “los estilos de vida extravagantes” o la “desintegración social” es puro colectivismo metodológico. El divorcio, por ejemplo, no puede analizarse eliminando a los individuos que componen una pareja. Y, por tanto, no puede saberse nunca a priori si un divorcio es bueno o malo. En términos de MIses, probablemente que haya habido un divorcio muestra que, estando divorciados, ambas partes de la ex pareja están mejor, con lo que divorciarse fue la mejor alternativa.
Por otro lado, ¿qué es la desintegración social y por qué sería mejor la integración? Los conceptos agregados sólo pueden entenderse -al menos desde el punto de vista de la escuela austriaca- haciendo referencia a las partes que los componen. En consecuencia, si una “sociedad” se desintegra, eso puede deberse a la decisión voluntaria de todos sus miembros, lo que haría de esa sociedad desintegrada una sociedad mejor que una integrada.
Al conceder que el divorcio y demás son preocupaciones legítimas de los conservadores (obviando los propósitos y planes de las partes que conforman los colectivos que describe), Hoppe está abandonando uno de los principios fundamentales del análisis austriaco.
- La teoría subjetiva del valor
Uno de los aportes fundamentales del padre fundador de la escuela austriaca fue su teoría subjetiva del valor. A diferencia de sus predecesores, Carl Menger puso como determinante principal del valor, a la utilidad -subjetivamente determinada- que determinado bien o servicio le reportaba a quien lo consumía. Los bienes, entonces, no tienen valor en sí mismos, sino que el valor es una consecuencia de cuánto los individuos aprecian -o no- dicho producto.
En el capítulo III de Principios de Economía, sostiene:
“… el valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa autónoma, independiente, asentada en sí misma. Es un juicio que se hacen los agentes económicos sobre la significación que tienen los bienes de que disponen para la conservación de su vida y de su bienestar y, por ende, no existe fuera del ámbito de su conciencia. (…) Lo que uno desprecia, o aprecia en poco, es deseado por otro. Lo que uno desecha otro lo busca. Puede observarse no raras veces que mientras un sujeto económico concede el mismo valor a una determinada cantidad de un bien que a una mayor de otro, hay personas que juzgan el valor de esta cantidad de forma exactamente opuesta.”
¿Respeta Hoppe la idea de que el valor es subjetivo? Rotundamente no.
Es que en varios pasajes de su texto muestra algunos fenómenos como objetivamente buenos y otros como objetivamente malos. Volviendo a la cita de más arriba, por ejemplo: ¿qué tiene de problemático un “estilo de vida extravagante”? ¿A quién molesta? Probablemente no al que lleva dicho estilo de vida. ¿Y por qué debería molestarle al resto?
Ahora claro, al leer estas preguntas Hoppe me pondría en el grupo de los “libertarios nihilistas” o de los izquierdistas, de los pervertidos, anormales, relativistas y otros epítetos. Es que para Hoppe existe una forma correcta de vivir. Y eso va más allá de la simple no vulneración del derecho de terceros:
“La ilegitimidad del Estado y el axioma de la no agresión -nadie empleará la fuerza, ni amenazará con emplearla contra otras personas o sus propiedades-, vistas desde esa izquierda, parecían justificar la libertad de todos para elegir vivir de cualquier manera. Del mismo modo, y en la medida en que la vulgaridad, la obscenidad, la profanación, el uso de drogas, la promiscuidad, la pornografía, la prostitución, la homosexualidad, la poligamia, la pedofilia o cualquier perversión o anormalidad concebible no perjudicasen a terceros (crímenes sin víctimas), en absoluto debían considerarse agresiones, sino estilos de vida y actividades perfectamente normales y legítimas. Por ello no es extraño que, desde un principio, se adhirieran al movimiento libertario un número inusualmente elevado de personas anormales o pervertidas. El ambiente contracultural y la «tolerancia» relativista y multiculturalista del libertarismo atrajo enseguida a individuos inadaptados, gente fracasada, personal o profesionalmente, y a perdedores en general. Murray Rothbard les llamó, desaprobadoramente, «libertarios nihilistas» (nihilo-libertarians), viendo en ellos el «modelo» (típico y representativo) del libertario (modallibertarian)”
El párrafo puede resultar desagradable en muchos niveles, pero ajustémonos a la premisa de la sección: ¿no es esto una violación flagrante del principio de valor subjetivo de Menger y los austriacos?
¿El uso de drogas es un mal en sí mismo? ¿Para quién? Mucha gente fuma marihuana o toma vino y lo hacen porque consideran que eso es mejor para ellos que no hacerlo. La promiscuidad, por otro lado, ¿a quién molesta? No a los que la practican, es de suponerse. Finalmente, ¿qué tendrá de compatible la teoría subjetiva del valor con considerar a la homosexualidad una perversión ilegítima, poniendola en el mismo grupo de cosas que el autor califica como inadaptado, fracasado y perdedor?
Hoppe puede limitarse a decir que desde su punto de vista hay estilos de vida que le gustan más que otros, pero Menger le respondería que “hay personas que juzgan el valor de esta cantidad de forma exactamente opuesta”. Listo, no hay muchas vueltas más para darle al asunto.
- El orden espontáneo
Para Boettke, el décimo postulado que define a la escuela austriaca de economía es que “las instituciones sociales suelen ser el resultado de la acción humana, pero no del designio humano”. Este principio se remonta a las ideas de Adam Smith y Adam Ferguson y fue muy enfatizado dentro de la escuela austriaca por Friedrich Hayek. En “Derecho Legislación y Libertad”, Hayek diferencia el cosmos (los órdenes espontáneos, como el mercado, el lenguaje, o la ley), del taxis (las organizaciones que tienen un objetivo y una conducción lista para alcanzar un objetivo, como por ejemplo una empresa) reforzando la idea de que lo que observamos en la realidad cuando vemos el cosmos no es tanto un resultado deliberado de la mente de una o dos personas, sino más bien el resultado de la acción espontánea de cientos de miles.
Un ejemplo sencillo: no utilizamos el dinero como medio de intercambio porque alguien haya creado el instrumento, sino porque individualmente convino reemplazar el trueque por un medio indirecto. Así, muchas personas fueron eligiendo un medio indirecto de cambio, que en un principio puede haber sido la sal, el tabaco, y finalmente terminaron siendo algunos metales preciosos. Nadie diseñó el dinero, fue una institución surgida espontáneamente de la acción humana.
Hoppe considera que todo aquello que los conservadores (y él también) definen como males sociales son el resultado de la instauración del Estado de Bienestar, y que si se regresa a una sociedad puramente capitalista, con un uso pleno e irrestricto de la propiedad privada, entonces esos males desaparecerán. Leamoslo directamente:
“… una sociedad que restaurase plenamente la facultad dominical de exclusión de la propiedad privada, sería profundamente desigualitaria, intolerante y discriminatoria. Apenas existiría esa «tolerancia» o «apertura de mente» tan cara a los libertarios de izquierda. Sólo con que los pueblos y ciudades volvieran a proceder como hicieron hasta el siglo XIX en Europa y los Estados Unidos, se abriría el camino de la restauración de la libertad de asociación y exclusión, consustancial con la institución de la propiedad privada. (..) De este modo, casi instantáneamente, se verían reafirmadas la normalidad cultural y moral. Los libertarios de izquierdas y los aficionados a experimentar los estilos de vida multiculturales o contraculturales, incluso si no estuviesen implicados en delito alguno, tendrían que pechar, una vez más, con las consecuencias de su conducta. De seguir con su comportamiento o su estilo de vida, serían separados físicamente de la sociedad civilizada, viviendo al margen de la misma o en guetos, teniendo vedado el acceso a muchos cargos y profesiones. Por el contrario, si su deseo fuese vivir y progresar dentro de la sociedad, tendrían que adaptarse a la sociedad en la que pretenden ser admitidos, asimilando para ello sus normas morales y culturales. Ello no implicaría necesariamente que tuviesen que renunciar del todo a conducirse o vivir anormalmente o según otros patrones, sino que los comportamientos alternativos no podrían anunciarse ni exhibirse públicamente. Estas conductas permanecerían en el armario, ocultas alojo público y físicamente restringidas a la privacidad de las cuatro paredes de la propia casa. Hacer publicidad de ellas o ejercitarlas en público sería sancionado con la expulsión” .
El conflicto de Hoppe con el orden espontáneo es indisimulable. Es claro que él considera repudible la homosexualidad, por ejemplo, pero luego salta a la conclusión de que la homosexualidad es tolerada a causa de que se ha vulnerado el derecho de propiedad privada. ¿Pero cómo se sostiene este argumento? Los principios de economía más sencillos enseñan que las personas son libres de discriminar pero que pagarán un costo por hacerlo. Por ejemplo, si un machista deja afuera de su lugar de trabajo a una mujer -y resulta que esta mujer es más productiva que el hombre que quedó en su lugar- el dueño de la empresa pagará el costo de dicha decisión.
Otros empresarios, más astutos, terminarán incluyendo a mujeres, a zulúes, a homosexuales, a rubios, a morochos, a hombres divorciados, etc. etc. Pero no lo harán por miedo a la cultura de la cancelación o por las leyes del Estado de Bienestar, sino por algo mucho más básico: el interés propio. Es por eso que alguna vez planteé que el capitalismo es un sistema de inclusión social, una conclusión muy distante de esta utopía que Hoppe nos quiere vender.
Lo que ocurre con Hoppe es que ve un mundo inclusivo y tolerante que no le gusta, pero se niega a admitir que esto sea culpa del orden del mercado libre (como explicó Horwitz aquí), entonces busca culpables con argumentos poco sólidos, confundiendo el cosmos con el taxis, para retomar las definiciones de Hayek.
Conclusión
Conversando sobre este artículo en clase de Historia del Pensamiento Económico un alumno hizo una crítica y se atajó previamente sostenido que tal vez él era “un poco progre” y por eso tenía una visión distinta a la del filósofo alemán. No obstante, espero haber demostrado que no hace falta ser progresista para rechazar este trabajo. El texto está en franca oposición con al menos tres principios fundamentales de la escuela austriaca de economía, por lo que puede ser rechazado también desde esa posición.