El resultado práctico de la teoría austriaca del dinero es que la producción de dinero ha de ser dejada al libre mercado. Las intervenciones del estado no mejoran los cambios monetarios, sino que simplemente enriquecen a unos pocos a expensas del resto de los usuarios. El resultado de esto es, por supuesto, el completo desastre: en lugar de tratar con preciosas monedas de plata u oro, los ciudadanos están obligados a mantener por ley unas impropias notas de papel.
Los economistas austriacos actuales no son los primeros en apuntar que el intervencionismo hace al dinero desagradable y poco fiable. Más bien, la idea mantiene una larga tradición de varios siglos ilustrado por economistas como Murray Rothbard, Ludwig von Mises, Carl Menger, Frédéric Bastiat, William Gouge, John Wheatley, Etienne de Condillac, y Tomás de Azpilcueta. De hecho, esta tradición se remonta al primer padre fundador de la economía monetaria, el gran Nicolás Oresme.