En economía, ciencia política y en el territorio del derecho se conoce con el nombre de “life boats situations” aquellas situaciones consideradas límite en cuanto a las relaciones humanas.
Por ejemplo, un naufragio propiamente dicho donde se pierde la noción de casi todo: cuando el dueño o quien al momento representa al propietario, en su caso el capitán o sus subordinados declaran que deben subir a tal o cual bote los niños y las mujeres y, sin embargo, fulano o mengano atropellan a todos y se trepan con su familia a la embarcación sin reparo alguno. Se dice en las áreas de estudio mencionadas que naturalmente semejante situación no puede tomarse como guía de normas civilizadas puesto que constituyen conductas descarriadas (por más comprensibles que resulten). Del mismo modo, en cuanto al combate a los terroristas no puede tomarse como ejemplo de nada la declaración de un pariente de la víctima que sostiene que debe liquidarse al victimario sin juicio alguno.
Sin duda que las normas de convivencia deben sopesarse y meditarse en un clima de tranquilidad y objetividad fuera de situaciones límite.
Pero viene otro asunto de la mayor importancia estrechamente vinculado a lo que comentamos y son los “life boat situations” en otro plano de la vida social. Se trata de situaciones aparentemente excepcionales por las que supuestamente habría que proceder conforme a reglas diferentes a las habituales.
Por ejemplo, después de un terremoto de envergadura gente que se queda sin lugar para vivir reclama que el aparato estatal controle los precios de los alquileres o de la compra de casas que han subido más o menos astronómicamente debido al sismo de marras. Se dice que esta es una situación fuera de lo normal y que, por tanto, debieran imponerse medidas también de carácter excepcional.
