A meses de las elecciones presidenciales, y así cerrar el primer término de gobierno de Macri y Cambiemos, la situación económica y social preocupan al electorado, a los inversores internacionales, y al propio gobierno. Quizás al único que no preocupe sea a los kirchneristas, con ansias de volver al poder.
Creo que nadie niega que la situación que recibió Cambiemos era imposible, por ponerlo de manera suave. Creo, también, que nadie esperaba que Cambiemos cambie al país en cuatro años. Lo que sí se esperaba (y lo que Cambiemos prometió) es un cambio en el rumbo del país. En una estrategia que en cierta medida me hace acordar al kirchnerismo, Cambiemos ha optado por ridiculizar a sus críticos cuando los representa como esperando resultados de un día para el otro. O cuando critica al shock como una política de «echar un millón de empleados públicos de manera súbita».
Es de esperar dado el contexto económico y social recibido que hubiese revisiones de políticas, idas y contramarchas, etc. en el proceso de cambiar la dirección (rumbo) del país. Hay dos cosas que Cambiemos podría, o debería, haber hecho que hubiesen más que compensado cualquier error en materia económica.
Nuremberg a la corrupción
La primera, tomándole prestada la expresión a Roberto Cachanosky, es haber llevado adelante un «Nuremberg de la Corrupción» dando fin a la vida política del kirchnerismo y cerrándole la puerta al populismo (quizás incluso al peronismo). Es necesario recordar que el kirchnerismo no fue sólo un gobierno con inconsistencias en su política económica, fue un gobierno con abuso de autoridad y que no tuvo reparos en pisotear las instituciones republicanas del país. Ni el Congreso ni el Poder Judicial (los dos contrapesos en el Estado) cumplieron su rol de controlar al Poder Ejecutivo.
Cambiemos optó por la estrategia opuesta. No sólo eludió explicar la herencia recibida, sino que al confrontar con CFK ha contribuido a mantener al kirchnerismo políticamente vivo. Hoy el ciudadano medio no sabe si un nuevo gobierno krichnerista no está a la vuelta de la esquina. Cambiemos corre el riesgo de en lugar de ser el gobierno del Cambio, pasar a la historia como otro gobierno más (quizás con más pena que gloria) de transición entre gobiernos peronistas.
Reeducar al soberano
Por soberano me refiero, por supuesto, al pueblo. La retórica y políticas de Cambiemos han contribuido a mantener el gen marxista argentino, donde el empresario es visto como un ser malvado en lugar de como un emprendedor que crea trabajo y arriesga su capital. Cambiemos ha contribuido a perpetuar la idea de que la inflación es un problema de góndolas y supermercadistas. Qué difícil debe ser economista en Cambiemos y ver no sólo ciertas políticas que se toman, sino el cómo se presentan al público.
Cambiemos puede no seguir en el gobierno luego de este mandato, pero pudo haber dado inicio al cambio cultural que tanto necesitan la Argentina. ¿Realmente el mejor gabinete de la historia no pudo emprender esta iniciativa con una oposición intelectualmente tan retrógrada como la kirchnerista?
El proyecto, y promesa, de Cambiemos consistía en llevar adelante un cambio como el arriba descripto. Es difícil utilizar el argumento de la restricción política, cuando es esa misma restricción lo que se promete cambiar. La decepción que Cambiemos genera en su electorado no es haber fallado en el intento, es no haber intentado en primer lugar.
En poco tiempo, Argentina tendrá que decidir en sus elecciones presidenciales entre la continuidad de Cambiemos y el regreso del kirchnerimso (así, al menos hoy, se perfilan las elecciones). Espero que quien sea el próximo gobierno tome nota de los riesgos de no tomar las medidas necesarias por conveniencia política de corto plazo.
Posts relacionados