Del 17 al 19 de noviembre tuvo lugar en Rosario el V Congreso Internacional «La Escuela Austriaca en el Siglo XXI», organizado por la Fundación Bases y auspiciado por varias instituciones como la Fundación Naumann y CMT group (aquí el programa completo // aquí síntesis de Daniel Duarte). En los próximos días, en sucesivos post, intentaremos ir retomando algunas de las cosas que nos dejó el Congreso, tanto para compartirla con los lectores del blog que no pudieron asistir, como también para re-abrir el debate y la reflexión en temas que requieren un diálogo profundo.
En esta oportunidad, comenzaremos con la ponencia de Iván Carrino, quien analizó la convertibilidad argentina de la década de 1990 desde un punto de vista austriaco.
Copio a continuación en análisis que nos hizo llegar Alejandro Sala, y copio después los cuatro comentarios que ofrecí en el Congreso después de escuchar la ponencia. Sugiero que antes de leerlos, lean la ponencia.
Iván Carrino: un “puente conceptual” entre la teoría y la práctica – Por Alejandro Sala
El economista Iván Carrino presentó, en el Congreso de Economía Austriaca realizado recientemente en Rosario, una ponencia (que se puede leer aquí) que desencadenó interesantes debates. Básicamente, Carrino sostuvo que el régimen de convertibilidad monetaria entre el peso y el dólar, vigente en Argentina entre 1991 y 2002, es compatible con la teoría monetaria austriaca, y que su colapso no se debe a fallas conceptuales, sino al incumplimiento de la premisa de mantener un presupuesto fiscal equilibrado.
El punto de partida del análisis de Carrino es el hecho de que la sanción de la Ley de Convertibilidad fue la consecuencia de la crisis hiperinflacionaria desencadenada a comienzos de 1989:
Los episodios hiperinflacionarios de 1989 y 1990 fueron para nuestro país el corolario de décadas de inflación crónica posteriores a la creación del Banco Central. A comienzos de 1991 el nuevo gobierno estaba abierto a ideas sobre cómo resolver el problema inflacionario. El entonces ministro de Relaciones Internacionales, Domingo Cavallo, ya había acercado la propuesta de la Ley de Convertibilidad pero esta no fue aceptada por quien era entonces Ministro de Economía, Erman González. Sin embargo, luego de una nueva suba de la inflación, en enero de 1991 González fue reemplazado por Cavallo en la cartera económica. Finalmente, el 27 de marzo de 1991 se aprobó la Ley de Convertibilidad.
Carrino pasa luego a describir ciertos rasgos técnicos del modelo monetario elegido y, posteriormente, aporta un muy relevante conjunto de datos estadísticos (son especialmente recomendables los cuadros presentados como Anexo II) que permiten ameritar debidamente aciertos y errores del plan de convertibilidad. Pasa seguidamente a estudiar la relación entre el modelo monetario implementado y la teoría monetaria austriaca:
… hubo tres características clave de la ley de convertibilidad: el tipo de cambio fijo, la obligación de mantener reservas por al menos el 100% de la base monetaria y la libertad de elegir la moneda para hacer contratos. Como veremos a continuación, todos estos puntos son compatibles con las propuestas de política monetaria de los economistas de la escuela austriaca.
Este es el punto en el que la posición de Carrino desencadenó debates. Resulta innegable que el trabajo contiene una interpretación no estrictamente ortodoxa de los enfoques austriacos. Por ende, para algunos, puede haber una desnaturalización de los fundamentos austriacos en la Ley de Convertibilidad.
No es el propósito de este comentario saldar esta polémica, pero sí tratar de encuadrarla. ¿Cuál podría ser, entonces, una ponderación prudente de la ponencia de Carrino? Para poder responder a esta cuestión es necesario, previamente, fijar una posición respecto de las relaciones entre la teoría y la praxis económicas.
Las teorías presuponen situaciones abstractas, generales, despojadas de toda consideración específica. Ese fue el punto de partida del análisis de Carrino, tomando como referencia la teoría monetaria austriaca. Luego, el autor de la ponencia contrastó esos principios teóricos con las circunstancias específicas de la Argentina de la época en la que la Ley de Convertibilidad fue sancionada. Había accidentes particulares que conducían a una necesaria adaptación de los principios teóricos a esas instancias concretas de tiempo y lugar. Ese proceso de adaptación, natural e inevitablemente, tuvo que provocar algún tipo de “contaminación” de los fundamentos teóricos.
Desde una posición ortodoxa, obviamente, es bastante fácil criticar el análisis de Carrino. Pero este abordaje supone desentenderse de la necesidad de que las teorías económicas estén disponibles para ser utilizadas como guías de la política práctica. Carrino intentó demostrar que hay un “puente conceptual” entre la pura teoría y la aplicación práctica de las concepciones teóricas. ¿Esto implica que se producirá cierta “corrupción” de la teoría? Sin dudas. Pero ¿hay alguna posibilidad de que algo así no suceda?
La respuesta a esta pregunta es negativa. Es imposible, en el ejercicio de la política práctica, soslayar la consideración de la situación específica en la que se actúa. El problema concreto, inmediato, urgente que había que resolver era “quebrar” las expectativas inflacionarias, por medio de alguna medida de política monetaria, que generara confianza en una sociedad cuya mentalidad estaba “dolarizada”. La respuesta a ese problema fue la Ley de Convertibilidad que, como bien lo señala Carrino en su trabajo,
impuso en Argentina un régimen monetario con el objetivo expreso de terminar con la inflación y recuperar la estabilidad. En este sentido, y como se observa en el cuadro del Anexo II, el sistema fue exitoso. En paralelo, vimos que las propuestas de la ley son compatibles con muchos puntos defendidos, a lo largo de la historia, por los más destacados economistas de la escuela austriaca.
Luego, Carrino pasa a explicar por qué, con el tiempo, la Convertibilidad no se sostuvo y fue finalmente eliminada en 2002. La clave de su argumentación es la siguiente:
El gasto público pasó de 46.351 millones de dólares en 1991 a 82.842 millones de dólares en 2001, un aumento del 79%.
Con este dato a la vista, resulta claro que, si la Convertibilidad no se sostuvo, fue, precisamente, por vulnerar el principio austriaco del equilibrio fiscal. Por ende, no se puede concluir que el colapso de la Convertibilidad se explique por ser una concepción teórica incompatible con los criterios austriacos, sino porque los políticos que tuvieron la responsabilidad de sostener el modelo vulneraron esos mismos lineamientos. Lo cual nos lleva a considerar que la tesis sostenida por Carrino (la compatibilidad entre los argumentos austriacos y los fundamentos de la Ley de Convertibilidad) se encuentra más bien corroborada que falsada.
Mis comentarios a la ponencia
Repito aquí los cuatro comentarios que ofrecí al terminar de escuchar la ponencia de Iván:
1. Celebro que los austriacos discutamos en el contexto de un Congreso el éxito o fracaso de la convertibilidad. Es un tema que divide a sus miembros y en el cual falta claridad.
2. Coincido con Iván en que no fue la convertibilidad la principal causa por la cual la década de 1990 terminó tan mal. Coincido también con Iván en que la causa hay que buscarla más bien en el continuo desequilibrio fiscal, agregando los desafortunados shocks externos.
3. Sin embargo, la imagen de Cavallo junto a Mises y Hayek es desafortunada y polémica (o un chiste de mal gusto como dijo Alberto Benegas Lynch), porque Cavallo no sólo contribuyó en formular la Ley de Convertibilidad, sino que también aportó en dejar las bases de su destrucción y de la mayor crisis que la Argentina haya sufrido en su historia. Muchos recordamos su frase al reemplazar a López Murphy en 2001, afirmando que «el problema no es el déficit fiscal, sino la competitividad», agregando que había que flexibilizar la ley de convertibilidad con una canasta de monedas, entre otras propuestas. La fuga de capitales que siguió dejó al BCRA sin reservas, y poco despúes se abandonó la convertibilidad.
4. Si nos concentramos ahora en la Ley de convertibilidad -que es el objetivo de la ponencia-, esta también fue defectuosa, porque no se trató de una caja de conversión ortodoxa y fuerte, sino en una caja de conversión heterodoxa y débil. Concretamente, la base monetaria no fue respaldada con el 100 por cien de reservas netas, sino con el 100 por cien de reservas totales, lo que incluye dólares de terceros. Este punto también lo enfaticé en la presentación de la propuesta de dolarización flexible y banca libre que desarrollamos junto a Nicolás Cachanosky. La imagen que acompaña este post puede ayudar a ver el punto. La línea de puntos que presentan las reservas netas rara vez estuvieron dentro del rango del 90 al 110 por ciento de la base monetaria, lo que habría implicado una caja de conversión ortodoxa.
Más profundidad en las páginas 5-8 de este artículo.
Cavallo falló, al menos, en dos puntos centrales: a) comprender la importancia de una convertibilidad ortodoxa frente a la heterodoxa; b) que la misma fracasaría sin equilibrio fiscal.Con una convertibilidad ortodoxa, la economía argentina podría haber enfrentado mejor los shocks externos del efecto tequila de 1994/1995, la crisis asiática de 1997, el default ruso de 1998 o la devaluación de Brasil de 1999. No sólo ello, se pudo evitar también la crisis de 2001-2002, el daño a las instituciones, a las propuestas pro-mercado y en particular a los autores de la Escuela Austriaca.
Esto sí que es un debate!
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El Dr. Cavallo le contesta a Adrian en esta nota de su blog:
http://www.cavallo.com.ar/la-convertibilidad-y-la-escuela-austriaca/comment-page-1/#comment-70298
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Muy interesante la nota. Para leer con detenimiento. Creo que hay un tema que no se si fue tocado (perdón si esto se trato) pero la baja en los precios de los commodities que Arg exporta contribuyo al desequilibrio de las cuentas públicas.
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