Esta tarde tuve el placer de participar de un Tribunal en la exitosa defensa de tesis del ahora Dr. Pablo Arosemena Marriot, en el marco del Programa de Doctorado en Economía de ESEADE. Su tesis estuvo centrada en la dependencia de Ecuador de los petro-dólares y en cómo la teoría del public choice, los principios básicos de las finanzas públicas y cierta experiencia internacional pueden ayudarnos a fijar una combinación de reglas fiscales que limiten el gasto público o más bien, independicen los ingresos provenientes del crudo de los ingresos corrientes como medio de financiamiento del gasto público corriente, con el objeto de buscar un modelo económico sustentable de largo plazo. Demás está decir que felicito públicamente a Pablo por su excelente trabajo y no dudo que esta tesis será el comienzo de una propuesta formal de transformación de la economía de Ecuador, pero quiero dedicar este espacio para trasladar algunas de sus preocupaciones al caso argentino.
El 24 de enero de 2012, la Casa Rosada -a través del Vicepresidente de la Nación Amado Boudou- informó que el superávit fiscal de 2011 cerró en casi 5000 millones de pesos. Su discurso resumió la excelente performance macroeconómica de la Argentina y elogió el modelo K que revirtió el déficit fiscal de la década anterior.
Muchos somos, sin embargo, los que tenemos la impresión de que estas estadísticas -así como las que maneja el INDEC- son puro humo y que el modelo K carece de sustentabilidad en el largo plazo.
La sostenibilidad de un modelo económico en el largo plazo depende de varios factores, siendo uno de los más importantes el equilibrio fiscal. Los principios básicos de las finanzas públicas nos dicen que para garantizar ese equilibrio el gasto corriente debe ser financiado con ingreso corriente.
Ahora, ¿qué entendemos por gasto corriente? La erogación que realiza el sector público y que no tiene como contrapartida la creación de un activo, sino que constituye un acto de consumo; esto es, los gastos que se destinan a la contratación de los recursos humanos y a la compra de los bienes y servicios necesarios para el desarrollo propio de las funciones administrativas.
¿Y qué entendemos por ingreso corriente? Son aquellos recursos provenientes de la vía fiscal o por las operaciones que realizan las entidades del sector público, mediante la venta de bienes y servicios (exceptuando los activos fijos). Son aquellas percepciones que significan un aumento del efectivo del sector público, como resultado de sus operaciones normales, sin que provengan de la enajenación de su patrimonio.
Siguiendo con la tendencia de los últimos años, en el presupuesto de este 2012, el gobierno ha proyectado aumentar los gastos corrientes a una tasa mayor que los ingresos corrientes, lo cual nos deja con un déficit del 3,5 % del PIB.
¿Por qué entonces el gobierno insiste en mencionar un superávit fiscal? Porque en la cuenta «rentas de la propiedad», ha incluido el financiamiento que recibe de los fondos de la Anses y el Banco Central, que todos los expertos coinciden que no debería ser registrado como ingresos corrientes.
Según Luciana Díez Frers, directora del Programa de Política Fiscal del Cippec, estos recursos sumaron en 2011 $23.390 millones y en 2012 llegarían a $27.000 millones, lo cual nos conduce a un déficit primario de $ 38.920 millones y uno financiero de $86.000 millones, equivalentes al 3,5% del PBI.
Al maquillaje del gobierno, habrá que agregar la soja-dependencia. Es que en las proyecciones de recaudación tributaria se encuentra hoy el supuesto de que el precio récord de la soja vino para quedarse.
Este es el supuesto que quisiera discutir con los lectores. ¿Qué factores determinan el precio de la soja? ¿Es correcto pensar que el nivel récord de la soja se mantendrá en el mediano y largo plazo? ¿Qué puede ocurrir si tal cosa no sucede? ¿Qué políticas o reglas fiscales pueden tomarse para evitar que una caída en el precio de la soja termine impactando en la economía y el empleo?
Haciendo especulaciones (estimaciones dirían otros) el precio de la soja hoy estaría determinado por:
1. la depreciación de las monedas nacionales, y bonos del tesoro, como refugio de valor.
2. las tasas de interés bajas.
3. el ascenso de los comodities como forma de preservar el valor.
Varios Bancos Centrales, incluso el argentino, están aumentando sus tenencias en «oro».
El fin del acuerdo de Bretton Woods va a determinar una lenta y tortuosa transición a un nuevo patrón monetario, del que sabemos y sabremos poco y nada.
Por ello, especulo humildemente, que seguirá cierta tendencia al alza de estos precios, incluso de la ilusión llamada Apple (¿hasta los u$s1.000?) en el mediano plazo (¿¿¿2 a 5 años más???).
En Argentina no se pueden hacer previsiones, menos fiscales… no tienen sustento político. Van a seguir ampliando la intervención a otras empresas, es el momento de auge del «populismo».
Es necesario dejar que el populismo cumpla con sus fases, y no se retorne al «péndulo» post ’55, sólo de esta forma tendrá sentido algún tipo de transformación político-económico y social.
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Gracias Pablo por compartir tus reflexiones sobre estos problemas. Mi lectura es que el precio de la soja depende de la mayor demanda que este commodity recibió de China en los últimos años y también de la política monetaria de la Reserva Federal -que en los últimos años ha sido muy expansiva-. Estados Unidos está mostrando cierta recuperación -a mi juicio insostenible-, lo que hará que pronto se acelere la inflación y suban la tasa de interés para evitarlo. Esto hará que se resienta la recuperación, y la economía puede caer en una nueva crisis. Si EEUU cae en crisis, podemos ver a China con una desaceleración de su crecimiento y una reducción de consumo, lo cual puede repercutir en el precio de la soja, hacia abajo. Por otro lado, la mayor tasa de interés y la interrupción de la política monetaria laxa que EEUU ha practicado desde hace tiempo, llevará a una caída del precio del oro, del crudo y de otros commodities como la soja misma, lo cual puede terminar generando serios problemas fiscales en la Argentina.
Mi consejo para la economía argentina es que se independicen los recursos sojeros de los recursos tributarios y se intente equilibrar el gasto corriente con el ingreso corriente -sin soja-. Esto puede ayudarnos en los tiempos dificiles que se avecinan. No está demás decir que difícilmente el gobierno avance en este camino, puesto que contradice el propio modelo K vigente.
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Es parte de mi trabajo monitorear los precios del Maiz y la Soja (Soya en Guatemala). Comparto la opinión que sugiere que los precios de todos los commodities en general están por encima de su “precio natural” impactados por especulación en contra de las monedas en general. Se habla de hasta un 35% de todos los futuros de Maiz y Soya estando en manos de inversionistas que no necesitan el grano sino especulan con estos contratos. El caso de la Soya también está sostenido por el crecimiento Chino (el cual se duda que pueda sostenerse por mucho tiempo más). Sin embargo, también hay algunos datos fundamentales que soportan una visión alcista.
La producción mundial ha bajado por algunos problemas climáticos en Argentina y Brasil (45% de las exportaciones se producen en estos dos países). Algunos argumentan que estas dificultades climáticas también están acá para quedarse… pero eso es OTRA discusión.
Adicionalmente, el consumo de Soya para biodiesel está creciendo alrededor del mundo lo cual también pone presión en los inventarios. La demanda por fuentes alternas de energía continuará ejerciendo fuerte presión en los commodities (Maiz-etanol, Soya-biodiesel) a menos que el petróleo baje de los $100/barril, algo que es más complicado políticamente.
No se ha incrementado la superficie de siembra para la cosecha del próximo año ni en Sudamérica, ni en Estados Unidos. Esto último también por intereses políticos en parte y sobre todo porque las superficies están compitiendo también con otros granos cuyos precios y rentabilidad se mantienen por encima de la Soya (Maiz y Trigo… la superficie de algodón es la que más ha cedido).
En conclusión, es mi opinión que los precios no bajarán significativamente en los próximos años. Quizá sea suficiente para seguir alimentando al modelo K por una década más.
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Gracias Orlando por compartir tu experiencia en este campo. Lo que no me queda claro es cómo una mayor oferta de soja (o soya) en Brasil o Argentina puede generar un precio más alto. La teoría económica nos enseña exactamente lo contrario, cuanto mayor es la oferta, más bajo es su precio…
Por lo demás, me parece que los altos precios de commodities no obedecen sólo a la mayor demanda, sino también a un fenómeno monetario. EEUU ha exportado inflación al mundo. Un cambio de la política monetaria, a mi entender, modificará el escenario de estos precios.
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Aclaro, NO se ha incrementado la superficie sembrada con Soya, eso es lo que causa presión alcista. El algodón ha cedido un poco de su terreno pero nada significativo a la Soya.
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