Introducción
La ciencia económica no tiene el rigor científico de las ciencias naturales, motivo por el cual no goza del mismo prestigio. Consecuencia de ello es la existencia de instituciones económicas cuyos orígenes son tan disímiles como teorías, opiniones, y/o sugerencias, surjan.
En este artículo demostraremos el origen de la inconsistencia de la ciencia económica, y para ello partimos de una contundente sentencia de J.S. Mill, citado y compartido por S. Jevons:
“… «el más mínimo error en la teoría del valor inocula el correspondiente error en todas nuestras conclusiones restantes, y cualquier vaguedad o nebulosidad en nuestra concepción del mismo crea confusión e incertidumbre en todo lo demás», un fallo en la teoría del valor inocula su defecto a toda la teoría económica.”
Esa sentencia me inspiró a definir que: economía es la ciencia que estudia el valor.
Continuemos con otra referencia sobre el valor de J.S. Mill:
“Afortunadamente, no queda nada que aclarar en las leyes del valor, ni para los escritores actuales, ni para los del porvenir: la teoría está completa.”
Sintéticamente decimos que: la “consumada” teoría del valor de Mill consistía en aceptar que con los precios estaba solucionado el tema del valor. Lo cual equivale a asimilar la igualdad entre valor y precio, luego, con aceptar que la oferta y la demanda marshallianas determinan los precios, teníamos cerrado el cimiento de la teoría económico: el valor. [1]
PERO, Carl Menger [2] se oponía con mucho énfasis a aceptar que los precios se originan en la oferta y la demanda:
“Nota 18:…También la teoría de la oferta y de la demanda (o sea la teoría de la oferta «efectiva» y de la demanda «efectiva») carece por completo de valor en lo que se refiere a la comprensión teórica de los fenómenos de los precios, hasta que los fenómenos altamente complicados no sean derivados y limitados a sus factores constitutivos elementales y al juego de los intereses individuales. Y es que equivale a un círculo lógico afirmar que los precios de los bienes se determinan según la demanda efectiva (teniendo en cuenta un precio determinado) y según la oferta efectiva (teniendo en cuenta determinados factores de producción y un determinado beneficio), es decir un círculo parecido a aquel en que se mueven los defensores de la teoría de los costes de producción…”
Aquí demostraremos que la inconsistencia de la teoría económica está, precisamente, en haber aceptado la sentencia de Mill, infortunadamente convalidada por el fallo epistemológico de Jevons, en lugar de seguir el camino de investigación que sugería recorrer Menger: el de la utilidad. [3]
La “tijera” de Menger
En la economía diaria se calcula en función de los precios monetarios, lo cual implica considerar que todas las unidades de un stock tienen el mismo valor (precio unitario por cantidad). Pero la teoría económica nos dice que, en un determinado stock de bienes económicos, el valor de cada unidad es distinto a las demás (implica sumatoria de valores unitarios) ― ello conforme la ley de utilidad marginal decreciente (ley de la riqueza): la unidad n vale menos que la unidad n-1: vq(n) ˂ vq(n-1). [4]
Del párrafo precedente deducimos una conclusión de extrema relevancia teórica para comprender los fenómenos económicos: el cálculo económico en función de los precios no equivale al cálculo económico en función del valor (subjetivo), cuya dimensión es la utilidad. [5]
Sabiendo que los precios son coeficientes de cantidades intercambiadas, resulta evidente que lo que debemos demostrar, conforme la ley de la riqueza, es que el intercambio (de donde surgen los precios) se explica por el valor subjetivo (utilidad), y así habremos resuelto el problema del cálculo económico, y el lugar que en él le cabe a los precios.
Al efecto de demostrar lo planteado, a partir de un stock total de bienes económicos (qt) (condición esencial para saber si un bien es escaso: “economía real”), asignamos un valor subjetivo a cada unidad. [6] Para ello consideramos la utilidad marginal decreciente que aporta cada unidad (Uqi) al valor total de la riqueza considerada ―sería la teoría de la imputación intrínseca de cada unidad de riqueza sobre el total de la cual forma parte.
Lo expresado nos lleva a lo que di en llamar (en mi tesis doctoral):
La “tijera” de Menger

Mientras la ordenada muestra las cantidades de q, la curva Uq representa, con lectura tradicional de izquierda a derecha, el valor subjetivo que le asignamos a cada unidad de qt. La curva U$ representa, con lectura invertida de derecha a izquierda, el valor subjetivo que le asignamos a cada unidad $t, representada en la abscisa. [7]
El punto I de intersección indica el momento del intercambio de qi por $i. Cualquier posición a la izquierda o derecha de I indica la existencia de pérdida por no intercambiar, lo cual estaría representado por la distancia entre ambas curvas. [8]
Luego, del intercambio explicado en función de la utilidad (Menger versus O y D de Marshall), surgen las cantidades intercambiadas, de donde emergen los precios relativos: de q y $: 1Pq($) = $i / qi, y por el inverso 1P$(q) = qi / $i. ― se aprecia que los precios son datos, los cuales deben ser interpretados de acuerdo a teorías, no a “hacer teoría” en función de ellos.
Es importante advertir que cada intercambio tiene su “tijera” de Menger, lo cual nos indica que no todos se van a generar en un mismo punto I del ejemplo. Deducimos que los precios de mercado son simple estadística de la infinidad de intercambios generados por infinitas valoraciones subjetiva individuales. Esta reflexión es mucho más relevante de lo que a primera vista parece, veamos:
- Causalidad natural lógica deductiva valor-precio: los valores relativos determinan los precios: v → P.
- Causalidad fáctica: los precios observados (datos) nos permiten calcular los valores: P → v.
- Conocimiento disperso: los precios son estadística de la infinidad de valoraciones que generaron intercambios, entre infinidad de manifestaciones de riqueza ―de aquí surgen los precios de mercado como promedio estadístico. Es por ello que se hace indispensable contar con una unidad de medida para el cálculo económico. [9] Es así como el ser humano resuelve el problema que plantea el conocimiento disperso de Hayek, y hace visible “la mano invisible” de Adam Smith. [10]
- La fatal arrogancia: la ignorancia del orden económico de la causalidad natural (v → P), es la que sustenta la imposición de la causalidad fáctica (P → v), bajo la promesa del bienestar común. PERO, todo control de precios (máximos o mínimos), como consecuencia de alterar los valores subjetivos, indefectiblemente termina en menor riqueza propietariamente más concentrada ―lo mismo acontece con toda imposición que altere los intercambios (cerrar el comercio exterior, fijar aranceles, burocracia, etc.).
- La teoría económica: entonces surge la pregunta: ¿por qué no tiene rango constitucional el impedir el control de precios, especialmente el de la moneda [11] ? La respuesta está en que la teoría económica desconoce, con la rigurosidad suficiente, [12] que el origen de toda acción humana es la utilidad (Menger), la cual se sustenta en el valor subjetivo. ¿Entonces cómo, si una simple “tijera” de Menger brinda rigor científico al origen de los precios, en desmedro de la simple “tijera” de Marshall (oferta y demanda), ésta rige las instituciones económicas? Ello tiene su origen en que la teoría económica se olvidó de Menger y optó por fatídica expresión de J.S. Mill ― con los precios estaba solucionado el tema del valor, y las curvas de oferta y demanda eran suficientes para explicar su origen (la “verdad revelada” en los claustros, desde el primer año de la carrera de economista).
Hacer teoría económica en función de los precios implica considerar que el precio es inherente al bien económico, lo cual deviene de la teoría del valor objetivo, motivo por el que toda “política económica” adolece de arrogancia hayekiana, he indefectiblemente decanta en autoritarismo. Luego, desde una teoría sustentada en el valor objetivo (precios) se afecta toda la teoría económica: distribución, ciclos, cuantitativismo, teoría monetaria “moderna”, etc.
La “tijera” de Menger ha demostrado que la inconsistencia de la teoría económica surge de fundamentarse en una fallida teoría del valor, como sentenció J.S. Mill.
Nota: otro error teórico de relevancia es asimilar valor y utilidad, siendo que la utilidad es la dimensión del valor. Muestra de ello es que la utilidad aparece como elemento-entidad para definir al valor (o riqueza): utilidad que se le asigna a los bienes económicos.
Carlos Bondone
[1] A lo cual adhirió S. Jevons, quien a pesar de declararse un confeso teórico del valor subjetivo su yerro epistemológico lo involucró en el valor objetivo. Su “ingeniosa” y fatídica “relación de intercambio” es el origen neoclásico.
[2] Menger, Carl (1892). El dinero, medida del valor. Revue d’économie politique, Vol. VI (1892), p. 159-175.
[3] Diferencia muy bien destacada por Schumpeter.
[4] Luego q*Pq($) ≠ ∑1nvq($).
[5] Motivo por el cual Menger rechazaba enfáticamente la idea de que las curvas de oferta y demanda determinaban los precios.
[6] Como la tabla de “las diez escalas” de Menger (Principios de Economía política).
[7] Las superficies α representan la utilidad marginal acumulada.
[8] Importante advertir que en I no se produce igualdad entre Uq y U$ ― nadie intercambia libremente sin obtener beneficio. En el gráfico parece que Uqi = U$i debido a que hemos dibujado, a los efectos de simplicidad expositiva, las dos curvas sobre la misma ordenada. La no observación de esta crucial circunstancia fue la que extravió a Jevons en su intento de presentar una gráfica con la misma intención (su “relación de intercambio”), motivo por el cual no pudo advertir que el intercambio se produce cuando la utilidad marginal relativa de una riqueza [Urq($)] es igual a la utilidad marginal de la otra [U$(q)], de donde surgen los valores relativos (vq($) = Uq / U$) que determinan los intercambios [Urq($) = Uq * v$(q) = U$], de donde surgen los precios.
[9] Tema muy caro en la teoría económica, en la medida que se consideraba que el valor subjetivo no es mensurable.
[10] Einstein: lo más difícil es comprender lo que no se ve.
[11] Implica la no existencia de “autoridad monetaria”.
[12] Por eso la injerencia jurídica en terreno de la ciencia económica, tema que muy bien denunciara Menger.