LA CORRIENTE EN LOS ASUNTOS DE LOS HOMBRES* – por Milton Friedman y Rose D. Friedman

There is a tide in the affairs of men Which, taken at the flood, leads on to fortune; Omitted, all the voyage of their life Is bound in shallows and in miseries.

Shakespeare, Julius Caesar

La imagen de Shakespeare es un texto apto para nuestro ensayo. Existen corrientes poderosas en los asuntos de los hombres, representados por la entidad colectiva que denominamos sociedad, de la misma manera que en los asuntos de cada individuo. Las corrientes en los asuntos de la sociedad tardan en manifestarse, de la misma manera que una corriente comienza a dejar atrás a su predecesora. Cada corriente dura mucho tiempo -décadas, no horas- una vez que comienza a surgir y deja su marca en su sucesora aun después de retirarse.

De qué manera las corrientes comienzan a desarrollarse en las mentes de los hombres, se extienden al manejo de los asuntos públicos, a menudo generan su propio fin y dejan paso a otra corriente, todo esto constituye un tema insuficientemente explorado por los historiadores, economistas y otros científicos sociales1.

El objetivo de este ensayo es modesto: presentar una hipótesis que se ha tornado cada vez más razonable para nosotros a medida que pasan los años, ilustrarla con ejemplos de los últimos tres siglos y analizar algunas de sus implicancias. La hipótesis es la siguiente: un cambio importante en la política social y económica está precedido por un cambio en el clima de la opinión intelectual, generado, al menos en parte, por circunstancias sociales, políticas y económicas contemporáneas. Este cambio puede comenzar en un país pero, si es duradero, termina por difundirse en todo el mundo. Al principio tendrá poco efecto en la política social y económica. Después de un intervalo, a veces de décadas, una corriente intelectual “tomada en su punto culminante” se extenderá al principio gradualmente, luego con más rapidez, al público en general y a través de la presión pública sobre el gobierno afectará las medidas económicas, sociales y políticas. A medida que la corriente de acontecimientos alcanza su punto culminante, la corriente intelectual comienza a disminuir, compensada por lo que A. V. Dicey denomina las contracorrientes de opinión, que representan generalmente una reacción a las consecuencias prácticas atribuidas a la corriente intelectual anterior. Las promesas tienden a ser utópicas. Nunca se cumplen, y por lo tanto desilusionan. Los protagonistas iniciales de la corriente de pensamiento desaparecen y la calidad intelectual de sus seguidores y partidarios disminuye en forma inevitable. Hacen falta independencia y coraje intelectuales para iniciar una contracorriente que domine la opinión, y también, aunque en menor medida, para unirse a la causa. Los jóvenes emprendedores, independientes y valientes buscan nuevos territorios para conquistar y ello requiere explorar lo nuevo y lo no probado. Las contracorrientes que juntan sus fuerzas ponen en movimiento la próxima marejada, y el proceso se repite.

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