Recuperemos la cosmovisión de los Padres Fundadores

Es un placer informar que Juan Carlos De Pablo es un nuevo miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.

Jorge Oviedo le ha dedicado una columna a De Pablo en La Nación, donde resume:

Juan Carlos De Pablo tiene una larguísima carrera como economista, profesor, escritor, aunque seguramente es más conocido por su labor en los medios de comunicación. Columnista de este suplemento desde hace dos años, De Pablo popularizó el conocimiento económico desde programas de televisión y su capacidad para simplificar las explicaciones de procesos complejos para el público en general. Parece haber cumplido ampliamente su lema: «Serio, pero no solemne», que es, además, el título de su columna aquí.

Habrá sido en 2004 o 2005 cuando contacté a Juan Carlos De Pablo por primera vez. Quería conseguir su libro «Macroeconomía», el cual no podía encontrar en ninguna librería. Muy amablemente me invitó a retirarlo por su oficina. En ese momento estaba trabajando en mi tesis doctoral, intentando desarrollar una Curva de Phillips de pendiente positiva, y fue precisamente en ese libro, donde encontré algunas referencias a trabajos de Friedman y Lucas sobre estudios empíricos fundamentales.

En otra oportunidad, Juan Carlos aceptó comentar un artículo que presenté en la Reunión Anual de la Asociación Argentina de Economía Política. Allí intenté resumir la macroeconomía del capital,  así como ofrecer una lectura hayekiana de la crisis subprime. Las diferencias quedaron claras, pero muy cordialmente me invitó a almorzar frente a su oficina para discutir el paper antes de la reunión anual que tuvo lugar en Mendoza.

Cada ensayo que escribo, lo envío a ciertas personas que pienso pueden estar interesadas. Juan Carlos de Pablo siempre se hizo de tiempo para leer y comentar mis artículos.

Juan Carlos De Pablo es un excelente consultor, escritor, periodista, etc etc, pero yo quiero destacar su «docencia».  Juan Carlos enseña en cada artículo, clase, conferencia, almuerzo o programa de televisión. Uno puede estar en desacuerdo con algunas de sus ideas, pero siempre tiene un mensaje transparente. Quienes lo conocen sabrán que tiene un estilo muy particular, pues, deja los modos formales a un lado, para expresar ideas claras. En su propio programa de televisión, invitaba a escritores de libros nuevos para decirle: «¿Qué tiene para decirle a Doña Carlota?» Dejemos a un lado el libro en sí, ¿cuál es la idea? Ese es el espíritu que debemos tener, pienso yo, ante cada artículo que leemos.

Recibí esta mañana la conferencia de introducción como Miembro Titular de la ACNE que ofreció ayer, y uno encuentra allí un mensaje muy claro y trascendente:

Titulé mi disertación “Recuperemos la cosmovisión de los padres fundadores”. El enunciado de mi inquietud es muy simple: ¿no estaremos equivocando el rumbo, como profesión? En otros términos; ¿no habrá que “volver a las fuentes”, obviamente que con la debida actualización? Lo que sigue no es un teorema, es casi una arenga o, mejor dicho, una propuesta para reflexionar y guiar la acción.

[…] Lo que estoy diciendo es que, una vez más, nos hemos pasado al otro lado. Me preocupa y me alarma la distancia que existe entre el ideal del economista que Keynes planteó en el obituario que escribió a propósito del fallecimiento de Marshall, y la realidad actual. El graduado moderno (el buen graduado moderno, según los cánones de la profesión) recibe “señales” referidas a lo que se requiere para triunfar, muy desbalanceadas desde el punto de vista de la importancia relativa de la técnica, la introspección, la observación directa, el desarrollo de la escucha y las lecturas de la historia. Y cuando hablo de señales me refiero a que resulta profesionalmente correcto hablar maravillas de la pluralidad de los enfoques, pero cuando se trata de conseguir un puesto como profesor en una universidad, publicar en las revistas técnicas más reconocidas por la profesión, el prestigio que cada uno tiene delante de sus pares, etc., los desvíos se pagan caros.

Me preocupa que en muchas universidades, el análisis económico aplicado se realiza hoy en cualquier departamento menos en el de economía. ¿Está interesado en la economía de la salud?, vaya a la facultad de medicina; ¿le interesan las políticas públicas?, vaya a la escuela de gobierno; ¿quiere volcar su energía profesional a la economía del sector primario?, acérquese a la facultad de agronomía. ¿A qué nos dedicamos, en los departamentos de economía? Esto tiene una lamentable consecuencia: el debate público referido a la economía aplicada queda en manos de personas que tienen menor preparación profesional que nosotros, pero que se atreven a realizar afirmaciones sin basarse en el nivel de rigurosidad que nos exigimos los economistas.

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