Los recientes intentos de un impuestazo a la riqueza son sólo el último ejemplo de que el gobierno argentino no sólo va a contramano del mundo, también va a contramano del sentido común. Mientras el mundo intenta mantener sus economías a flote a la par de lidiar con Covid-19, el oficialismo parece empecinado en destruir lo poco que queda de la economía con vergonzosos resultados sobre la pandemia. Da la impresión de que cada semana nos enteramos de una nueva empresa que se va del país, alguna aerolínea que deja de operar, o de grandes inversiones que miran otros horizontes más prometedores y amigables que lo que este país puede ofrecer. Esto no es otra cosa que menos empleo, menos ingresos y, por lo tanto, mayor pobreza.