Las altas tasas de inflación de los últimos meses ha llevado al gobierno de Cambiemos a implementar un nuevo control de precios, especialmente en alimentos. Por supuesto, el gobierno no habla de control de precios, sino de acuerdo de precios. Sin embargo, lo que importa es si el precio se ubica o no en su valor de equilibrio, no si el precio es controlado por ley o acuerdo.
Las críticas no se han hecho esperar. Se entiende, el gobierno parece esperar que la medida tenga un resultado distinto al que siglos de historia y cualquier manual introductorio de economía enseñan. Sin embargo, tanto el gobierno como los críticos parecen enfocarse en unos de los dos costos que produce un control de precios.
El primer efecto no deseado de un precio máximo es el desabastecimiento (faltante o shortage del producto en cuestión). El gobierno sostiene que tiene un acuerdo de caballeros con el sector productivo para garantizar la oferta de bienes con sus precios controlados. Los críticos no pueden dejar de ver esto con cierta inocencia. Lo que no ha funcionado en siglos bajo el poder del estado, con Cambiemos alcanza que sea un «acuerdo de caballeros». Una lectura política es que el gobierno se esta «lavando las manos» en caso de que se produzcan faltantes. La lógica es simple. Si el precio se encuentra por debajo de su valor de equilibrio (es barato), entonces (1) aumenta la cantidad demandada y (2) baja la cantidad ofrecida. Por lo tanto, se produce un faltante del bien en cuestión.
Este, sin embargo, es uno de los efectos producido por precios máximos. El otro efecto no deseado es cuál es el precio efectivo que se paga por este bien cuando se impone un valor máximo. El resultado es que el precio efectivo es superior al precio no regulado (es decir, sin control de precios).
El precio efectivo es el costo total de adquirir el bien. Es el precio controlado más otros costos asociados. Por ejemplo, tener que ir de supermercado en supermercado hasta encontrar una góndola donde aún haya productos disponibles. Pagar costos extra en «otros» servicios asociados a la compra del bien con el precio controlado. Por ejemplo, un mayor fee por envío a domicilio, un mayor fee al pagar con tarjeta, mayores precios en otros bienes que no tiene sus precio controlados, peor calidad en el producto, etc.
La paradoja es que al final de cuentas un precio máximo termina produciendo un costo mayor vía otros costos asociados. Lo que parece barato es, en realidad, caro. El productor que debe fijar el precio de uno de sus bienes, lo debe compensar subiendo el precio de otros bienes cuyos precios son libres.
El desabastecimiento es el «costo horizontal» en un gráfico de demanda y oferta. Este es el problema que más se discute. El search cost es el «costo vertical» en un gráfico de demanda y oferta. Este problema no recibe tanta atención (que sea más difícil de medir y observar no lo hace menos real ni relevante). El precio máximo (pC) se ubica por debajo del precio libre (p*), pero en estas condiciones el costo total de adquirir el bien es el precio efectivo (pE), que se ubica por encima de p*.

El gobierno haría bien en recordar los «costos verticales» que causan los precios máximos y no dejar que la motivación política de «hacer algo» le gane a la racionalidad económica
Aquí el documento del gobierno con las medidas económicas anunciadas.
Esto me recuerda a las clases de Economía Política con el Profe Juan Carlos de Pablo allá a fines de los 70s. Este gobierno se ha quedado sin herramientas de política económica. Por más que controle la oferta monetaria (asumiendo que no aumenta) cuando baja la demanda de dinero, sigue habiendo inflación. Y usando algunas de las ideas del Profesor Cannavese las expectativas inflacionarias ya superan los principios lógicos de la Teoría Cuantitativa del dinero. Es un descontrol y una batalla perdida. La única solución es un cambio homérico de la política económica. Un verdadero plan de revolución laboral, eliminando impuestos laborales al sector privado, eliminación de restricciones a la contratación y despidos especialmente para ex-empleados estatales y desempleados estructurales, junto con un creíble plan de achicamiento del Estado, bajada de impuestos distorsivos aun con un posible aumento del déficit financiado con un acuerdo del FMI. Pedir plata para achicar el Estado. Lamentablemente el gobierno tiene que mostrar que hace algo y que no está a merced de los mercados y la sinarquía internacional. Argentina es un país socialista. Así nos va.
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Pingback: Los DOS costos del control de precios
En el analisis de Cacha solo existe el pasado y presente. Y un libro de texto de Micro I. Expectativas no existen. Cultura no existe. En Arg existe la idea que MM y el Pro es inoperante y que lo que viene es peor. Como hacer un plan de politica eco en este escenario duro y futuro, y con nuetsra historia y cultura? con un acuerdo patriotico de bajar drasticamente el gasto politico y a partir del ejemplo el gasto fiscal y liberar toda la eco. en particular de entrda el mercado monetario. Libre pacto de contratos y monedas para todos los agentes economicos. Es dificil ? obvio, y de baja probabilidad. Coincido con F. Mallo. en general.
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un tercer costo podría ser el trauma inexorable que va a representar la salida del control de precios. cuando la presión política por sostenerlo desaparezca, ¿a dónde van a ir a parar los precios?
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