Como la mayoría de los grandes fenómenos sociales espontáneos, el sindicalismo fue adquiriendo organización y contenido ideacional -más allá de sus formulaciones y reivindicaciones iniciales- a través de tanteos, experiencias y contactos con otros grupos, así como con sus propios activistas, sin aparecer, sino en la última etapa de su desarrollo, como una meta institucional específica. Esos contactos fueron pacíficos o tormentosos, según las vicisitudes de cada período histórico y de cada país, pero, en cualquier caso, estuvieron matizados por la incertidumbre de su desenlace final, que fue la institucionalización, en aquellos países donde la democracia pudo consolidarse o donde la posibilidad de su vigencia se mantuvo latente, entre la intermitencia de golpes militares.
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