Toda persona con un mínimo de sentido común ha quedado horrorizada con el ataque terrorista a la redacción de la célebre revista en París mencionada en el título de esta nota. Un acto espantoso en el que fueron asesinadas doce personas.
Este tema tiene dos aristas clave. La primera consiste en estar alertas frente a la buscada intención de confundir una religión con un acto criminal. Ya bastante ha sufrido la humanidad con guerras religiosas que en nombre de Dios, la bondad y la misericordia han achurado, degollado, amputado, torturado y quemado a cientos de miles de seres humanos. Los fanatismos religiosos a través de inquisiciones y demás atropellos a las libertades individuales se han constituido en bandas contrarias al mínimo respeto al derecho de cada cual para seguir el camino que estime pertinente siempre y cuando no lesionen igual posibilidad a otros.
En el caso que nos ocupa, es relevante apuntar que hay mil cuatrocientos millones de musulmanes en el mundo y la inmensa mayoría repudia el terrorismo y la devastadora alianza del poder con la religión y el consiguiente adoctrinamiento y acciones agresivas hacia otros pensamientos y preferencias. Aquellas mayorías siguen la tradición de la tolerancia, demostrada, por ejemplo, en España durante los ocho siglos de gobierno musulmán, circunstancia en la que el progreso ha sido portentoso en filosofía, medicina, derecho, economía, agricultura, música, geometría, álgebra y arquitectura. Afirman que el jihad es la guerra interior contra el pecado y citan el Corán que dice que quien mata a una persona será tratado como que mató a la humanidad y quien salva a una es como si salvara a la humanidad (en 5:31). Esto va para estar en guardia de la siempre estigmatizadora y xenófoba derecha.
El sentido del humor es central en la vida, especialmente la capacidad de reírse de uno mismo. Los acomplejados y débiles mentales no resisten el humor que muchas veces es más punzante que una faena de investigación que pone al descubierto debilidades y corrupciones de quienes sienten que deben estar o están en el centro del poder político y sus aliados circunstanciales. Demás está decir que la impronta liberal no significa que se deba ser imprudente, pero no excluye la imprudencia, la impertinencia, el amarillismo y la zoncera siempre que no esté involucrada la lesión de derechos de otros. Cada uno asume la responsabilidad por lo que hace y así fabrica su reputación. El modo de expresarse de uno no es el modo de otro, pero todos deben tener el derecho de hacerlo en una sociedad abierta. En lo personal, la burla y el sarcasmo a sentimientos religiosos de otros o de los propios, de agnósticos o de ateos me disgusta grandemente pero parafraseándolo a Voltaire nada debería hacerse para prohibir semejantes manifestaciones, ni ninguna otra.
Por otro lado, en general, la ridiculización, la ironía y la satirización tienen muchas veces más fuerza que la articulación de argumentos serios. En esta nota rendimos homenaje a la tarea periodística que solo responde a los dictados de la conciencia de quien habla, escribe o dibuja.
La segunda arista se refiere a la indispensable libertad de prensa, para lo cual introduzco algunas partes de un artículo de mi autoría publicado en “La Nación” de Buenos Aires (abril 10, 2012). Esta libertad debe ser respetada y cuidada como política de elemental higiene cívica en el contexto de una sociedad abierta, no solo porque el ventilar y debatir ideas es indispensable para acrecentar conocimientos y conocer opiniones varias sobre muy distintos temas, sino porque brinda información de todo cuanto ocurre en el seno de los gobiernos para así velar por el cumplimiento de sus funciones específicas y minimizar los riesgos de extralimitación y abuso de poder.
Resulta especialmente necesaria la indagación por parte del periodismo cuando los aparatos de la fuerza que denominamos gobierno pretenden ocultar información bajo los mantos de la “seguridad nacional” y los “secretos de Estado” alegando “traición a la patria”, “insolencia” y esperpentos como el “desacato” o las intenciones “destituyentes” por parte de los representantes de la prensa.
Por supuesto que nos estamos refiriendo a la plena libertad sin censura previa, lo cual no es óbice para que se asuman con todo el rigor necesario las correspondientes responsabilidades ante la Justicia por lo expresado en caso de haber lesionado derechos de terceros, lo cual puede incluir ofensas difamatorias. Esta plena libertad de prensa desde luego incluye al humor y la caricatura, como es el caso hoy de Charlie Hebdo en donde se ha producido la tragedia que comentamos.
Esta plena libertad incluye presentaciones irreverentes y, sobre todo, el debate de ideas con quienes implícita o explícitamente proponen modificar el sistema vigente, de lo contrario se provocaría un peligroso efecto boomerang (la noción opuesta llevaría a la siguiente pregunta, por cierto inquietante ¿en que momento se debiera prohibir la difusión de las ideas comunistas de Platón, en el aula, en la plaza pública o cuando se incluye parcial o totalmente en una plataforma partidaria?). Las únicas defensas de la sociedad abierta radican en la educación y las normas que surgen del consiguiente aprendizaje y discusión de valores y principios, aplicados también al caso de Charlie Hebdo con su frecuente inclinación de izquierda militante, lo cual resulta irrelevante para lo que decimos de la libertad de prensa.
Hasta aquí lo básico del tema, pero es pertinente explorar otros andariveles que ayudan a disponer de elementos de juicio más acabados y permiten exhibir un cuadro de situación algo más completo. En primer lugar, la existencia de ese adefesio que se conoce como “agencia oficial de noticias”. No resulta infrecuente que periodistas bien intencionados y mejor inspirados se quejen amargamente porque sus medios no reciben el mismo trato que los que adhieren al gobierno de turno o a los que la juegan de periodistas y son directamente megáfonos del poder del momento. Pero en verdad, el problema es aceptar esa repartición estatal en lugar de optar por su disolución, y cuando los gobiernos deban anunciar algo simplemente tercericen la respectiva publicidad. La constitución de una agencia estatal de noticias es una manifestación autoritaria a la que lamentablemente no pocos se han acostumbrado.
Es también conveniente para proteger la muy preciada libertad a la que nos venimos refiriendo, que en este campo se de por concluida la figura atrabiliaria de la concesión del espectro electromagnético y asignarlo en propiedad para abrir las posibilidades de subsiguientes ventas, puesto que son susceptibles de identificarse del mismo modo que ocurre con un terreno. De más está decir que la concesión implica que el que la otorga es el dueño y, por tanto, tiene el derecho de no renovarla a su vencimiento y otras complicaciones y amenazas a la libre expresión de las ideas que aparecen cuando se acepta que las estructuras gubernamentales se arroguen la titularidad, por lo que en mayor o menor medida siempre pende la espada de Damocles.
Fenómeno parecido sucede con la pornografía y equivalentes en la vía pública que, en esta instancia del proceso de evolución cultural, hacen que no haya otro modo de resolver las disputas como no sea a través de mayorías circunstanciales. Lo que ocurre en dominios privados no es de incumbencia de los gobiernos, lo cual incluye la televisión que con los menores es responsabilidad de los padres y eventualmente de las tecnologías empleadas para bloquear programas. En la era moderna, carece de sentido tal cosa como “el horario de protección al menor” impuesto por la autoridad, ya que para hacerlo efectivo habría que bombardear satélites desde donde se trasmiten imágenes en horarios muy dispares a través del globo. Las familias no pueden ni deben delegar sus funciones en aparatos estatales como si fueran padres putativos, cosa que no excluye que las emisoras privadas de cualquier parte del mundo anuncien las limitaciones y codificadoras que estimen oportunas para seleccionar audiencias.
Otra cuestión también controversial se refiere a la financiación de las campañas políticas. En esta materia, se ha dicho y repetido que deben limitarse las entregas de fondos a candidatos y partidos puesto que esos recursos pueden apuntar a que se les “devuelva favores” por parte de los vencedores en la contienda electoral. Esto así está mal planteado, las limitaciones a esas cópulas hediondas entre ladrones de guante blanco mal llamados empresarios y el poder, deben eliminarse vía marcos institucionales civilizados que no faculten a los gobiernos a encarar actividades más allá de la protección a los derechos y el establecimiento de justicia. La referida limitación es una restricción solapada a la libertad de prensa, del mismo modo que lo sería si se restringiera la publicidad de bienes y servicios en diversos medios orales y escritos.
Afortunadamente han pasado los tiempos del Index Expurgatoris en el que papas pretendían restringir lecturas de libros, pero irrumpen en la escena comisarios que limitan o prohíben la importación de libros, dan manotazos a la producción y distribución de papel. La formidable invención de la imprenta por Pi Sheng en China y más adelante la contribución extraordinaria de Gutemberg, no han sido del todo aprovechadas, sino que a través de los tiempos se han interpuesto cortapisas de diverso tenor y magnitud pero en estos momentos han florecido (si esa fuera la palabra adecuada) energúmenos que arremeten con fuerza contra el periodismo independiente (un pleonasmo pero en vista de lo que sucede en varios puntos del planeta, vale el adjetivo).
La libertad de expresión constituye el eje central de la sociedad abierta, los espíritus totalitarios no comprenden ese valor inmenso al efecto de respirar el purificador oxígeno de la libertad; bien ha escrito Thomas Jefferson que “nuestra libertad depende de la libertad de prensa la cual no pude ser limitada sin perderlo todo”.
Adrian Ravier, por favor podría ampliar esto:
«Otra cuestión también controversial se refiere a la financiación de las campañas políticas. En esta materia, se ha dicho y repetido que deben limitarse las entregas de fondos a candidatos y partidos puesto que esos recursos pueden apuntar a que se les “devuelva favores” por parte de los vencedores en la contienda electoral. Esto así está mal planteado, las limitaciones a esas cópulas hediondas entre ladrones de guante blanco mal llamados empresarios y el poder, deben eliminarse vía marcos institucionales civilizados que no faculten a los gobiernos a encarar actividades más allá de la protección a los derechos y el establecimiento de justicia. La referida limitación es una restricción solapada a la libertad de prensa, del mismo modo que lo sería si se restringiera la publicidad de bienes y servicios en diversos medios orales y escritos.»
Me gustaMe gusta
Jesús, esta columna no es mía, sino del Dr. Alberto Benegas Lynch (h), con quien compartimos principios y quien nos envía semalmente un artículo para su publicación en el blog. Imagino que su duda proviene de la crítica a los pseudo-empresarios y quizás puedo aclarar algo. Adhiero a la crítica del profesor Benegas Lynch a aquellos empresarios que en lugar de buscar el favor del consumidor, buscan los privilegios del poder político. La crítica a esa vinculación entre el Estado y algunos empresarios es, desde mi punto de vista, un punto en común que tenemos casi todos los intelectuales de las distintas tendencias, incluidos los socialistas. Es más, me parece que la crítica socialista a la empresarialidad proviene justamente de esta vinculación que está presente en todas las sociedades modernas, y no tanto a aquellos que con creatividad e ingenio buscar ofrecer productos innovadores en el mercado. Lo que no ven los socialistas es que si desean terminar con este problema nada mejor que reducir las funciones del estado. Desde el momento en que abrimos la puerta al intervencionismo con regulaciones y aranceles, comienza a crearse esta vinculación que todos detestamos.
Espero ayude!
Me gustaMe gusta
Adrián, gracias por tu respuesta, empecemos por lo último, entiendo abrir las puertas al intervencionismo con regulaciones y aranceles ya que el gobierno de turno empieza a subir sus aranceles en algún rubro, rubro este representado por algunos empresarios quienes ayudaron en la campaña de ese gobierno para la toma del poder en perjuicio del consumidor que podría comprar mas barato con el producto importado, allí me has ayudado y estoy claro. Ayudame un poco en aclarar «La referida limitación es una restricción solapada a la libertad de prensa, del mismo modo que lo sería si se restringiera la publicidad de bienes y servicios en diversos medios orales y escritos.»
Me gustaMe gusta
Explícame mejor cuál es tu duda Jesús. Me parece que lo que el Dr. Benegas Lynch dice es que cualquier persona puede financiar la campaña política de un candidato en la medida que lo haga voluntariamente con sus propios recursos. En general se critica esto, para avanzar en financiar las millonarias campañas políticas con dinero del contribuyente, lo que representa un avance indebido del estado sobre la propiedad privada.
Me gustaMe gusta
Creo que hay que poner sobre la mesa otro tema o punto de vista, el cual lo he visto en una sola publicacion de las varias que he leido de diferentes medios.
Francia apoya con distintos medios la intervencion en medio oriente, tal como lo hace inglaterra y por supuesto USA. Cada pais es soberano, estos paises no tienen que hacer ahi, creyendo que traen la libertad y la democracia a estos paises arabes. No es asi, aunque estos paises arabes esten atrasados 400 años, hay que dejarlos ser siempre y cuando no perjudiquen a otros. Dado todo esto, es de esperarse y logico una represaria por los grupos extremistas fundamentalistas islamicos, No seamos ingenuos y pensemos que fue un ataque a la libertad de expresion, Nada es gratis. Ojo, no esto justificando ninguno de los 2 bandos, pero hay que medir las consecuencias antes d actuar, y Francia no se esta metiendo con cachorros de labrador, se esta metiendo con extremistas islamicos.
Por eso a veces pienso que hipocritas pueden ser algunos gobiernos o medios, solo difundiendo que fue un ataque a la libre expresion. Logico que lo fue, pero todo tiene un limite. Como dice Lynch, el grueso de musulmanes repudia el terrorismo, pero estos ¨montoneros islamicos¨ no son bebes de pecho.
Hay que analizar las 2 caras de la moneda.
Espero haber sido claro con este punto de vista que quiero lograr.
Gracias por este blog, y a Benegas Lynch, siempre leo cosas muy buenas de ambos.
Me gustaMe gusta
Gracias Adolfo! Este es un tema central de la política exterior, aunque creo que sí abunda bibliografía que trate este punto de la «no intervención». Personalmente, lo hice aquí, en un ensayo donde reseño críticamente «Las Venas Abiertas» de Eduardo Galeano. (Ver parte 3, a partir del último renglón de pág. 29)
Haz clic para acceder a 20131031_121948_caminos-abiertos-para-america-latina.pdf
Me gustaMe gusta
Tomo un extracto del trabajo citado: «El segundo punto tiene que ver con la guerra, las fuerzas armadas, y en términos más generales con la política exterior. Al respecto, George Washington decía en 1796, en ejercicio de la Presidencia de la nación que “[e]stablecimientos militares desmesurados constituyen malos auspicios para la libertad bajo cualquier forma de gobierno y deben ser considerados como
particularmente hostiles a la libertad republicana.” En el mismo sentido, Madison anticipó que “[e]l ejército con un Ejecutivo sobredimensionado no será por mucho un compañero seguro para la libertad.” (citados por Benegas Lynch, 2008, p. 39)
Durante mucho tiempo el gobierno de Estados Unidos fue reticente a involucrarse en las guerras a las que fue invitado. Robert Lefevre (1954/1972, p. 17) escribe que entre 1804 y 1815 los franceses y los ingleses insistieron infructuosamente para que Estados Unidos se involucrara en las Guerras Napoleónicas; lo mismo ocurrió en 1821, cuando los griegos invitaron al gobierno estadounidense a que envíe fuerzas en las guerras de independencia; en 1828 Estados Unidos se mantuvo fuera de las guerras turcas; lo mismo sucedió a raíz de las trifulcas austríacas de 1848, la Guerra de Crimea en 1866, las escaramuzas de Prusia en 1870, la Guerra Chino-Japonesa de 1894, la Guerra de los Bóeres en 1899, la invasión de Manchuria por parte de los rusos y el conflicto ruso-japonés de 1903, en todos los casos, a pesar de pedidos expresos para tomar cartas en las contiendas. […]
El abandono del legado de los padres fundadores comienza a darse con el inicio de la Primera Guerra Mundial. No sólo comienza un abandono de la política exterior de no intervención, sino que también se observa un Estado creciente, más intervencionista y un paulatino abandono del patrón oro y del federalismo. El poder ejecutivo comenzó a ejercer poco a poco una creciente autonomía, y a pesar de las provisiones constitucionales en contrario opera con una clara preeminencia sobre el resto de los poderes, avasallando las facultades de los Estados miembros.
Lefevre escribe que desde la Primera Guerra Mundial en adelante “la propaganda ha conducido a aceptar que nuestra misión histórica [la estadounidense] en la vida no consiste en retener nuestra integridad y nuestra independencia y, en su lugar, intervenir en todos los conflictos potenciales, de modo que con nuestros dólares y nuestros hijos podemos alinear al mundo […] La libertad individual sobre la que este país fue fundado y que constituye la parte medular del corazón de cada americano [estadounidense] está en completa oposición con cualquier concepción de un imperio mundial, conquista mundial o incluso intervención mundial […] En América [del Norte] el individuo es el fundamento y el gobierno un mero instrumento para preservar la libertad individual y las guerras son algo abominable. […] ¿Nuestras relaciones con otras naciones serían mejores o peores si repentinamente decidiéramos ocuparnos de lo que nos concierne?” (Lefevre, 1954/1972, pp. 18-19) A partir de las dos guerras mundiales y la gran depresión de los años treinta se nota un quiebre en la política internacional americana respecto de su política exterior. De ser el máximo opositor a la política imperialista, pasó a crear el imperio más grande del siglo XX. Pero no se trató sólo de la política exterior.
Robert Higgs (1989) desarrolló su teoría del efecto trinquete (o “ratchet effect”) para mostrar que cada vez que el gobierno crece a través de una guerra o crisis, la disminución de los gastos después de la guerra no es suficiente para hacer que el nivel de gasto básico retorne al nivel previo. (Ravier y Bolaños, 2013, p. 66) Esto significa que introducirse en conflictos bélicos no sólo llevó a Estados Unidos a abandonar el principio de no intervención, sino que también lo llevó a abandonar el gobierno limitado, y su significativa carga tributaria sobre la economía de mercado.
De ahí que Galeano (1971, p. 309) guarde plena razón cuando critica la política proteccionista norteamericana: “Del mismo modo que desalientan fuera de fronteras la actividad del Estado, mientras dentro de fronteras el Estado norteamericano protege a los monopolios mediante un vasto sistema de subsidios y precios privilegiados, los Estados Unidos practican también un agresivo proteccionismo con tarifas altas y restricciones rigurosas, en su comercio exterior.”
Y es que se trata de un paquete. Si Estados Unidos abandona el principio de no intervención y decide participar activamente en los conflictos bélicos, entonces no puede depender de la importación de alimentos para abastecer el consumo local. No hay un argumento económico para los subsidios, sino un argumento político, fundado esencialmente en la política imperialista.
A partir de allí ya no hubo retorno. Alberto Benegas Lynch (h) (2008) es muy gráfico al enumerar las intromisiones militares en el siglo XX en que Estados Unidos se vio envuelto, las que incluye a Nicaragua, Honduras, Guatemala, Colombia, Panamá, República Dominicana, Haití, Irán, Corea, Vietnam, Somalía Bosnia, Serbia-Kosovo, Iraq y Afganistán. Esto generó en todos los casos los efectos exactamente opuestos a los declamados, pero, como queda dicho, durante la administración del segundo Bush, la idea imperial parece haberse exacerbado en grados nunca vistos en ese país, aún tomando en cuenta el establecimiento anterior de bases militares en distintos puntos del planeta, ayuda militar como en los casos de Grecia y Turquía o intromisiones encubiertas a través de la CIA. […]
Me gustaMe gusta