En los últimos días, Eduardo Conesa -Diputado del Pro-, ganó un lugar en la prensa proponiendo un dólar a 26 pesos. No sabemos aun qué posibilidades ciertas tienen estas ideas de aplicarse, pero tomo este espacio para recordar que planteamos este mismo debate en diciembre de 2015, precisamente sobre las ideas de quien fuera mi profesor de Macroeconomía II en la UBA en 1999, además de dirigir mi tesina de la Licenciatura en Economía.
Dejo la nota publicada en su momento. Y abramos el debate.

¡No comparto!
El número ese surge de tomar el tipo de cambio real de ese momento, y cambiar el nominal de hoy para que el real de hoy sea igual al de ese momento.
Eso lo hace con la siguiente cuenta: TCR= E*P(ext)/P(doméstico).
Ahora, primer punto, si la devaluación fuera la receta de la prosperidad, seríamos la máxima potencia económica.
Segundo punto, no podemos suponer que se puede subir «E», sin que suba P(doméstico).
¿Cómo haría el BCRA para llevar el tipo de cambio nominal (E) de los $ 15,7 de hoy a $26?
Tiene que emitir pesos y comprar reservas. Pero eso inevitablemente se va a ir a la inflación. Más dinero, más precios. Entonces sube P(doméstico) y nunca llegás a ese objetivo «deseable» de tipo de cambio real (TCR)…….
El BCRA para evitar la inflación podría subir mucho la tasa de interés, pero entonces ¿va a subir el dólar o va a volver a bajar?
No lo veo ni deseable, ni posible.
Abrazo!!
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Totalmente de acuerdo con Ivan. El amigo Conesa se tiene que dar cuenta que el tipo de cambio es el que determina el mercado. Es un precio mas de la economia y punto.
Saludos
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De acuerdo con Iván y Juan. No estamos en el caso del 2001 con una elevadísima desocupación junto con una gran subutilización de la capacidad instalada y la gente a la desesperada. Y si vemos la resistencia que generó el inevitable pass through a partir de enero 2016 (con un antecedente similar del 2014) se hace evidente que estamos ante un debate abstracto por ser políticamente inviable para un gobierno que no dispone de mayorías legislativas y que tiene a las diversas agrupaciones peronistas al acecho, algunas hasta con consignas del tipo «cueste lo que cueste» como el FpV o la izquierda dura. A esta complejidad se le suma el hecho de que la crítica situación económica de fines del 2015 no fue llegada a percibir por amplios sectores ciudadanos, lo que facilita la acción de demolición de casi toda la oposición y conduciría a un rotundo fracaso en octubre del 2017 y, buehhh… kaputt.
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Puras tonterías, si se bajara el gasto público, se podrían bajar los impuestos y la productividad del trabajo será más elevada en dólares, lo cual es lo mismo que tener un tipo de cambio más elevado. Conesa supone que puede modificar una variable de la economía sin que esa variación desencadene un efecto dominó sobre las demás. Eso implica no entender la interrelación de los fenómenos económicos.
Estoy diciendo algo parecido a lo que Iván Carrino expresó en el comentario anterior, sin tanto tecnicismo.
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Ocurre que este gobierno es tan populista como todos desde Peron (o desde el 30 de Uriburu?) y no quiere bajar el gasto publico enorme , desproporcionado y empobrecedor que tenemos. No hacen falta ecuaciones monetaristas para demostrar la clara realidad a corregir. Pretende el PRO seguir con las sempiternas devaluaciones «competitivas» como disfraz a la emison irresponsable como salvavidas de ultima instancia.
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Pero han leído la nota? Mi intención no era discutir el dólar a 26 pesos, sino la necesidad de un tipo de cambio real alto como transición hacia un ordenamiento general de la economía… Lógicamente, devaluar y nada más fracasaría… eso ni Conesa lo propone…
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Adrián, por mi parte puedo hacer un comentario errado por limitaciones personales pero jamás daría una opinión sobre una nota sin haberla leido previamente. Y fíjese que yo no opiné sobre las ventajas o desventajas de un TC alto -menos de que sea un cierto valor- sino que hoy veo absolutamente imposible desde el punto de vista de la gobernabilidad adoptar una política basada en esa premisa. No descarto que pueda ser interesante discutir en abstracto esa posibilidad y aún que se la pueda ver, junto con otras medidas, como una salida hacia la cual se pueda apuntar a mediano plazo para hacer más sustentable el desarrollo y mejorar la apertura económica sin caer en los problemas fatales de los 90.
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