De Lavagna a Kicillof, un único modelo

LavagnaAnte el ya evidente fracaso de la política económica populista del kirchnerismo en los diez años que van desde 2003 a 2013, surge cierta literatura que busca rescatar a algunos responsables directos de los acontecimientos actuales.

Eduardo Duhalde intentó rescatar por ejemplo a su ministro de Economía, Roberto Lavagna, al punto de candidatearlo como una persona de experiencia para resolver la situación actual. Martín Redrado o Martín Lousteau escriben decenas de columnas críticas en las que intentan separarse del actual gobierno, cuando hace unos pocos años acompañaron el proceso. Es cierto, se podrá decir que desde 2007 Cristina Fernández de Kirchner se ocupó personalmente de profundizar ese mismo populismo que “nació” post-convertibilidad, pero cada uno de estos tres economistas tuvo su responsabilidad en la actual situación que sufrimos.

Para empezar, diré que la salida de la convertibilidad fue la peor que se podía haber diseñado. Eduardo Duhalde acusa al gobierno actual de improvisación, cuando él mismo prometió devolver dólares a quienes depositaron dólares, y sólo unos días después pesificó todos los depósitos y fue el responsable de la mayor estafa al pueblo argentino de las últimas décadas. En segundo lugar, hay que ser claros en que esa devaluación, que implicó el abandono de la convertibilidad y que hoy es vista como el comienzo de la “década ganada”, en realidad nos dejó con otra “década perdida”. Es cierto que entre 1998 y 2001 la economía estaba estancada y con alto desempleo, pero la devaluación convirtió esa crisis en una profunda depresión que hizo caer el PIB más del 10 % en 2002, además de destruir el Estado de Derecho.

A partir de 2003, la economía se fue recuperando, pero fue recién en 2008 cuando el PIB real alcanzó el nivel de 1998. Mientras Brasil o Chile emprendieron un proceso de crecimiento desde el techo alcanzado hacia fines de la década de 1990, Argentina tuvo que retroceder primero, para observar cómo en la década más afortunada en un siglo –en lo que refiere al contexto internacional-, tan sólo recuperábamos lo perdido. En pocas palabras, entre 1998 y 2008 Argentina no creció, sino que recuperó el terreno perdido por la desafortunada devaluación.

Recordemos que en 1999 hubo otra opción, que fue la dolarización propuesta por Steve Hanke y Kurt Schuler, claramente ignorada. De haberla implementado en su momento, la Argentina sería la primera economía latinoamericana en presentar un PIB per cápita de niveles europeos.

Volviendo a nuestros tres personajes de hoy, Roberto Lavagna asumió como ministro de Economía del presidente interino Eduardo Duhalde en abril de 2002, ratificado en el puesto por el presidente electo Néstor Kirchner en 2003 y desplazado en 2005 producto de disputas internas. Se destaca en general que lideró la recuperación de la economía argentina, pero durante su gestión inicia también el modelo económico vigente, que llamaremos “populismo”, caracterizado por un incremento acelerado del gasto público (especialmente en el nivel Nación), que se financió especialmente con mayor presión tributaria. Recordemos que con Lavagna como ministro de economía, ésta fue ascendiendo desde un 24 % hasta el 30 % del PIB.

Ser reemplazado por Felisa Miceli claramente no mejoró las cosas, aunque se puede decir que a partir de allí y hasta su muerte, Néstor Kirchner se mantuvo como un virtual ministro de Economía, aun con la llegada de Cristina Kirchner al poder. El nombramiento del joven Martín Lousteau como ministro de Economía en diciembre de 2007 iba en línea con esto mismo. Su margen de decisión era muy acotado, aunque cometió el incomprensible error de intentar aumentar aún más la presión tributaria que entonces estaba en el orden del 36 % del PIB. Todos recordamos su propuesta de incrementar las retenciones a las exportaciones de soja por encima del ya excesivo 35 %, que sólo se detuvo por el voto “no positivo” del vicepresidente. Más peleas internas dentro del gobierno, lo terminaron alejando en abril de 2008, y a partir de entonces se convirtió en un crítico del modelo.

El caso de Martín Redrado es un poco más complejo, ya que fue presidente del Banco Central entre septiembre de 2004 y enero de 2010. Durante su gestión jamás reconoció la inflación real, la que duplicaba y hasta triplicaba la oficial declarada por la institución que él presidía. Desde 2007 y hasta su renuncia la inflación sólo estuvo por debajo del 20 % en 2009, el año de la recesión global, al que la Argentina no pudo escapar. Redrado jamás reclamó la independencia del Banco Central, ni se negó a financiar el exacerbado gasto público del Ejecutivo, sino hasta que el oficialismo decidió apartarlo del gobierno.

En esta selección arbitraria de personajes responsables de la debacle que se viene, toca el turno ahora de Axel Kicillof. Claro, muchos dirán que Redrado y Kicillof piensan diferente y es cierto. Pero recordemos que era Kicillof quien antes de integrar el gobierno criticaba a Redrado por sus políticas inflacionarias en el Banco Central. Una vez dentro del modelo, Kicillof olvidó sus críticas, y al momento no hizo nada por corregir las contradicciones obvias de este modelo populista e inflacionario que él llama de “inclusión social”. La sensación que queda entonces es que no importa qué economistas se suman al modelo. Sin importar lo que piensen o en qué autores creen, una vez dentro del modelo se transforman en parte de él, y apoyan incluso aquello que va en contra de sus principios. Volviendo a esta última década, y con una mirada parcial, se podrá decir que hasta 2007 la economía argentina mostraba un superávit fiscal primario, que la inflación estaba controlada y que no existían los problemas cambiarios actuales, pero mi impresión es que se estaban generando las semillas de aquellos problemas que hoy sufrimos.

Y es que en la primera etapa del populismo, uno siempre observa el éxito del modelo, y especialmente cuando la economía parte de una situación deteriorada de actividad económica y empleo. Entre 2003 y 2007 entonces, el modelo populista muestra recuperación de la actividad económica, del empleo y del salario real. La continuidad del kirchnerismo era entonces obvia. Somos muchos, sin embargo, los que ya en esa etapa exitosa pedíamos cautela, y es que el gasto público empezaba a desbordarse, y las tendencias mostraban que ni el precio creciente de la soja, ni sus crecientes retenciones, podían sostenerlas.

No pasó mucho tiempo, hasta que los economistas que revisamos los datos nos empezamos a dar cuenta que la presión tributaria no cedía en su aumento constante, y al mismo tiempo, empezaba a ser normal la monetización del ahora evidente déficit fiscal primario. La aparición de los desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios caracterizan precisamente a esta segunda etapa del populismo.

Preocupados por una inflación creciente, muchos economistas empezamos a alertar de los problemas en el modelo, pero fuimos ignorados. La tercera etapa del populismo es la actual, cuando estos desequilibrios básicos se extienden y empiezan a ser evidentes para toda la población a través de la mayor suba de precios, falta de ciertos productos, y anuncios desesperados del gobierno para ocultar lo que en realidad sucede.

Si el lector se pregunta por lo que vendrá, entonces debemos hablar de la cuarta etapa, la del “ajuste”, una etapa de la que nadie quiere hablar, pero que es difícil evitar. El “ajuste” viene acompañado de una inflación acelerada, recesión, problemas de empleo, caída en el salario real y aumento de pobreza e indigencia. Los economistas científicos pedimos a quienes niegan la necesidad del ajuste que nos muestren cómo se sostiene este nivel de gasto a lo largo del tiempo, pero no hay respuesta.

Ante esta realidad, la oposición debería presentar propuestas, pero éstas brillan por su ausencia. Muchos economistas identifican los desequilibrios, pero nada dicen de que es lo que se debe hacer. Nuestra propuesta, junto a Nicolás Cachanosky, es otra vez la dolarización, porque se corrigen los tres desequilibrios, se minimizan los efectos del ajuste y se genera una regla para evitar seguir cometiendo los mismos errores. Pero está claro que esta propuesta aislada es insuficiente. Ella debe entenderse sólo como una parte de una propuesta integral que poco a poco iremos presentando para delinear la Argentina del futuro.

Publicado originalmente en Infobae, miércoles 29 de enero de 2014.

19 comentarios en “De Lavagna a Kicillof, un único modelo

  1. No estoy de acuerdo con esta solución. El precio de la dolarización es regalar demasiado de nuestros recursos naturales a la élite internacional. Y además, atarse a una moneda extranjera también significa reducir la soberanía. La salida está en cambiar el sistema, no la moneda, y mucho menos una moneda extranjera. Si al menos defendieras una criptomoneda donde la emisión sea controlada descentralizadamente, podríamos esperar un cambio.

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    • Claro Matías! Coincido parcialmente con vos. En nuestra propuesta de dolarización flexible lo que planteamos es libertad en la elección de la moneda. Podrías ser una cripto-moneda, el bitcoin por ejemplo, o bien podría ser el euro, el yen, el xuan o el dólar… lo decide el mercado. Pero incialmente tenemos que reemplazar los pesos por los dólares, porque eso es lo que tiene el BCRA en el activo para responder a sus deudas (los pesos que circulan).

      Por lo demás, tus argumentos de soberanía y élite internacional están respondidos en la propuesta. Aquí va el link…
      [http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2378541]

      En los próximos días compartiremos su versión en español.

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  2. HACE MUCHO DEJE DE SEGUIR ESE BLOG, HOY ENTRE POR INFOBAE. PLANTEAR LA DOLARIZACION EN ESTE CONTEXTO REGALANDO SOBERANIA MONETRIA ES UNA LOCURA, MAS TENIENDO EN CUENTA LA CRISIS DE DEUDA EN ESTADOS UNIDOS Y SU CRECIENTE MONETIZACION. SIN DEJAR DE MENCIONAR LA GUERRA DE MONEDAS QUE SE AVECINA CON EL REMINBI. LIBERALES EN FIN

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    • Insisto Marcelo, la dolarización que proponemos no es la clásica propuesta que aplicaron Ecuador o El Salvador. La propuesta consiste en cerrar el BCRA, esto es, en primera instancia en cambiar los pesos que se devalúan por los dólares que tiene el BCRA en su poder (netos). Luego, la gente podrá cambiar esos dólares por otras monedas que considere superiores.

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  3. Pingback: De Lavagna a Kicillof, un único modelo por Adrián Ravier | Cronista del Sudeste

  4. Espectacular propuesta, hace un tiempo llegue a la conclusión que para Uruguay (soy uruguayo) y para Argentina seria muy positivo dolarizar, porque de hecho la gente de nuestros países ya dolarizo.
    Pensamos en dolares, ahorramos en dolares, los bienes durables se cotizan en dolares, en pesos nos manejamos en la diaria nomas, y también seria un buena forma de atarle de manos a los gobiernos para que evitar los ciclos atraso-fiscal/devaluación y forzar la disciplina fiscal.
    Minimizo los argumentos que seria eso entregar la soberanía etc. Quienes tienes esa posición en que moneda ahorran???
    Adoptar la moneda de otro país no es una solución nueva y ha dado buenos resultados, por ejemplo EEUU adopto la peseta durante el Imperio Español, y a fuerza de la moneda estable crecio y solo la dejo cuando ya estaba fuerte y perfilaba sus propias ambiciones imperiales

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  5. Adrián, aún hoy la posibilidad («aspecto cualitativo de probabilidad») de dolarizar la economía es lejana en la economía argentina, principalmente por motivos de prejuicios culturales.

    Se requiere salir de la presente fallida experiencia, demostrar que fue fallida (sin golpes, ni salidas anticipadas) y «experimentar» el respeto por valores republicanos ciertos (independencia del BCRA, división de poderes, justicia indepte, gasto público en niveles racionales, etc.) para poder avanzar en una propuesta «instrumental».

    Es decir, primero «diseñar» un modelo institucional eficiente y eficaz… para convencer de la necesidad de «adoptar» nuevas instituciones ajenas a nuestro acervo, que garanticen una estabilidad en el largo plazo.

    Sino viviremos constantemente un «eterno retorno» a las raíces que, presuntamente, «no dejaron crecer y mostrar sus bondades».

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    • Entiendo Pablo y coincido! Hay numerosas dificultades, una de ella la mentalidad anti-capitalista que gobierna a parte de la Argentina, que nos impiden en avanzar a instituciones como las que en esta propuesta sugerimos. Pero hacemos el esfuerzo, en este caso con Nicolás, en intentar plantear propuestas que inicien un debate necesario.

      Nuestro aporte es teórico, aunque en este trabajo hemos hecho los deberes y cuantificado algunas variables para ayudar en la transición.

      Si la propuesta teórica no existe, no podemos criticar a los políticos por no aplicarla. Si en el abanico de opciones de nuestros gobernantes, la dolarización se convierte en una posibilidad, entonces habremos aportado algo para el cambio.

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  6. Pingback: De Lavagna a Kicillof, un único modelo | ESEADE

    • Entiendo el punto! Pero me parece que la teorización abstracta es necesaria. Es útil para correr el eje de debate y pensar «afuera de la caja». Si sirve o no, lo dirá el futuro… pero me parece que hay que alejarse un poco de lo que es viable para imaginar nuevos mundos posibles.

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      • creo que ya se conocen los efectos sobre la sociedad de liberar el mercado cambiario, la intervencion estatal es necesaria y eso ya esta probado historicamente. estamos de acuerdo en que el mercado asigna eficientemente los recursos, sin embargo no los asigna equitativamente y en ese sentido la libertad que todos anisamos no es tal. saludos M

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  7. hola, disculpen el espacio que voy a ocupar para tratar de menguar mi ignorancia, pero es que tengo algunas dudas. De economía sé muy poco, y menos de su teoría, pero si no entendí mal, su propuesta básicamente es retirar el cepo y que cada quien pueda optar por invertir en cualquier moneda…. que es lo que pasaba antes del cepo, o por lo menos yo no veo la diferencia, esto es parte de lo que necesito que me expliquen. Pero como luego del cepo, de levantarlo todos irían por dolares, esto haría bajar aun más las reservas?. Otro punto, sin animo de ofender a quien sea partidario del gobierno, gran parte de la inflación viene de la mano de un excesivo gasto público, y gran parte de su «modelo» se sustenta con eso… cuan realista es creer que van a trabajar sobre ese problema? siendo que no se admite como problema, nunca se buscará una solución. Y creo que mi última duda, últimamente siento mucha culpa (y es algo que no se señala, por lo menos de manera directa) por es el abandono al reclamo de los empleados del indec (hace varios años), creo que ellos avisaron y no hubo gran apoyo a ellos, y eso creo que es una gran falta de todos los argentinos que ahora estamos pagando, ustedes tienen más experiencia en este tipo de cosas… no sería todo un poco menos nebuloso no solo si los números fueran un poco más claros, sino que los números existan, que haya parámetros reales de los precios? desde ya muchas gracias, y disculpen mi ignorancia.

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    • Martín, trataré de responder a tus consultas:
      1. En 1935 Argentina crea su Banco Central. Desde entonces entiendo que se declara la moneda nacional de curso legal y se impone el curso forzoso. Esto quiere decir que al hacer cualquier contrato (laboral, comercial, etc), uno debe establecer el mismo en moneda nacional. Si la gente cobra su salario en esa moneda, y paga sus impuestos en esa moneda, entonces la gente no tiene alternativa a demandar esa moneda. Eso es lo que permite que el BCRA imponga el impuesto inflacionario a los tenedores de ese dinero. En la medida que la gente busca alternativas como el dólar o el euro, entonces deja de cobrar el impuesto inflacionario. La inflación se acelera, cuando la gente huye masivmente del peso.
      2. Yo no creo que antes del Cepo cambiario, hubiera libertad monetaria y bancaria como lo que proponemos en esta propuesta de reforma. Más bien, había curso forzoso sobre una moneda manipulada, aunque quizás, menos manipulada que la moneda actual. El Cepo busca justamente evitar que la gente huya masivamente del peso, porque sólo de ese modo se puede financiar el déficit fiscal corriente. El costo político de implementar la reforma sugerida, es justamente que el gobierno deje de contar con este impuesto inflacionario, lo cual lo deja sin otra salida que ajustar el gasto.
      3. Tienes un buen punto cuando dices que no hay por qué esperar que el gobierno mejore su performance fiscal. Sin embargo, ante la dolarización, el gobierno necesariamente debe ajustar sus gastos al nivel de impuestos que recaude, y al nivel de deuda que pueda tomar, porque se pierde la posibilidad de imponer el impuesto inflacionario. De lo que se trata es de establecer límites al gobierno, para que equilibre el presupuesto. Sería algo similar a lo que hace un padre con su hijo cuando le dice que cuenta con cierto nivel de gasto para sus salidas. Lógicamente al hijo le gustaría gastar más, pero simplemente no se puede. Si Argentina es una República, con una Constitución, división de poderes y cierto federalismo, entonces estas «instituciones» deberían imponer límites al poder. En ese sentido, aquí sólo trabajamos la parte monetaria, pero habría que buscar otras reglas fiscales que la complementen.
      4. Respecto al INDEC, he conocido personalmente a algunas personas que trabajan en la institución y sufren diariamente la manipulación de los datos y ciertas imposiciones. Me han contado que hay un intento por ir construyendo en paralelo con la data oficial, una data paralela más realista, que terminado el kirchnerismo nos permita conocer la verdad de estas series estadísticas tan importantes para el análisis macroeconómico. Si esto es cierto, imagino que terminado el gobierno sabremos realmente que la inflación era más alta que la que se dice, que el nivel de actividad económica o crecimiento era más leve que el que se mencionó todos estos años, que el desempleo y la pobreza son mayores a lo que se dice… en fin… todo lo que en este blog, en cierta forma venimos denunciando.

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      • Muchas gracias por responder, me quedó bastante claro. Un saludo y espero que las medidas que se tomen (sean las que ustedes proponen y otras) tiendan a estabilizar la economía, y no a la incertidumbre e inestabilidad vigentes.

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