Hayek, Pinochet y la Democracia Ilimitada

Según una encuesta a profesores universitarios de EE.UU., Friedrich Hayek se encuentra entre los cuatro economistas más influyentes del siglo pasado. Basta repasar sus contribuciones científicas a diversos campos de la economía, presentadas en más de 130 artículos y 25 libros para comprender la decisión, apuntando además sus otros aportes a la filosofía política, la antropología jurídica, la historia, el derecho y otras ciencias sociales. La brillante carrera académica de Hayek concluye con el primer Premio Nobel a un defensor de la economía de mercado, al cual luego siguieron otros como Milton Friedman, James M. Buchanan o Edmund Phelps.

Hayek, sin embargo, es una figura polémica y anti-popular en Latinoamérica, y no lo es sólo por su crítica científica al socialismo o al Estado de Bienestar, sino por su supuesta crítica a la democracia, su apoyo permanente a las dictaduras, y en particular su apoyo a Augusto Pinochet.

Este artículo busca tratar esta temática sensible en Hayek, para lo cual deberemos apoyarnos en sus propias palabras, para ver qué grado de verdad hay en las acusaciones que recibe y entender mejor su posición.

Hayek y la democracia

Hayek fue un demócrata. Es cierto, criticó la “democracia de masas”, la “democracia ilimitada”, entendida como aquella situación en la que una persona o un grupo de personas elegidas por la mayoría del pueblo, pueden atentar contra la vida, la libertad individual y la propiedad de las minorías.

Pero defendió una “democracia limitada”, donde las mayorías eligen al gobierno, el que luego debe regirse mediante reglas, una Constitución, una República, las que deben preservar los derechos fundamentales de todos, incluso los que no eligieron al gobierno en cuestión.

En este sentido, tomo una selección de tres párrafos de una entrevista que compartió con Álvaro Alsogaray en Buenos Aires en 1977:

“Lo que usted llama ‘democracia de masas’ es lo que yo he denominado ‘democracia’ o —mejor dicho— ‘gobierno con poderes ilimitados’. Esto quiere decir que los gobiernos surgidos de una mayoría electoral, por una deformación del concepto de democracia, se consideran investidos de una autoridad sin límites y de un poder discrecional prácticamente absoluto para hacer todo lo que consideran conveniente hacer. El problema surge de que se da por supuesto que en una democracia los poderes de la mayoría deben ser ilimitados, y que un gobierno con poderes ilimitados debe usarlos para asegurar los intereses de esa mayoría. El gobierno se verá así forzado, para asegurarse el apoyo continuado de esa mayoría, a hacer uso de sus poderes ilimitados en favor de intereses especiales, esto es, de los grupos que la componen, tales como comerciantes, sindicatos, habitantes de regiones particulares, etc. Esto es especialmente visible en el terreno económico, en el cual el gobierno se verá obligado a intervenir para complacer a los grupos de la mayoría que se desean que se haga una excepción a su favor. En tales condiciones, un partido político que espera alcanzar y mantener el poder apenas tendrá más opción que la de utilizar sus poderes para comprar el apoyo de los grupos particulares. En la práctica esto significa que incluso un estadista íntegramente consagrado al interés común de todos los ciudadanos se encontrará en la necesidad constante de satisfacer intereses especiales, porque solamente así podrá retener el apoyo de la mayoría que necesita para conseguir lo que es realmente importante para él”.

[…] “Cualquier gobierno en las condiciones que hemos comentado intervendrá en la economía no porque la mayoría sea ‘intervencionista’ sino porque el partido que lo apoya no retendría la mayoría si no comprara el apoyo de grupos particulares con la promesa de ventajas especiales. Desde hace algún tiempo estoy convencido de que lo que amenaza a la economía de mercado no es únicamente el deliberado intento de las diversas especies de colectivistas para reemplazarla por un sistema planificado, ni tampoco las consecuencias de las nuevas y erróneas políticas monetarias: las instituciones políticas que prevalecen en el mundo occidental producen necesariamente un impulso en esa dirección, el cual tan solo puede detenerse o evitarse cambiando esas instituciones. Yo he llegado tardíamente a estar de acuerdo con Schumpeter, quien sostuvo hace treinta años que había un conflicto irreconciliable entre la democracia y el capitalismo, salvo que no es la democracia como tal, sino las formas particulares de organización democrática —consideradas ahora como las únicas formas posibles de democracia—, lo que producirá una expansión progresiva del control gubernamental sobre la vida económica, aun cuando la mayoría del pueblo desee conservar una economía de mercado”.

[…] “Creo que ese problema no es sólo de ustedes [los latinoamericanos]; en mi opinión abarca a todo el mundo occidental. La democracia que durante más de cien años hemos conocido en Gran Bretaña se apoyaba en tradiciones muy arraigadas de preeminencia de los derechos individuales y de limitación de los poderes del Estado. En la medida en que esas tradiciones se han ido abandonando durante las últimas décadas, también ese país ha comenzado a experimentar los conflictos analizados”.

La “democracia ilimitada” en Argentina y Chile

Ejemplos de esta “práctica democrática” abundan en la historia de la humanidad, siendo Adolf Hitler el máximo representante, quien luego de ser elegido democráticamente avasalló la vida, la libertad individual y la propiedad de millones de personas.

En Latinoamérica, esta “democracia ilimitada” estuvo representada por ejemplo con Juan Domingo Perón en Argentina y Salvador Allende en Chile, siendo este último acusado por casi dos tercios de los diputados (63,3 %) “de veinte violaciones concretas a la Constitución y las leyes, entre las cuales destacaban amparar grupos armados, torturar, detener personas ilegalmente, amordazar la prensa, manipular la educación, limitar la posibilidad de salir del país, confiscar la propiedad privada, formar organismos sediciosos, violar las atribuciones del Poder judicial, el Congreso y la Contraloría, y todo ello de manera sistemática y con el fin de instaurar en Chile ‘un sistema totalitario’, es decir, una dictadura comunista”.

Tanto Juan Domingo Perón como Salvador Allende fueron sustituidos en el gobierno por dictaduras militares. En ambos casos, los sucesores decidieron terminar con la amenaza comunista, para lo cual llevaron adelante las mismas restricciones a las libertades individuales que criticaron en sus predecesores, sumando a ello, una larga lista de violaciones de los derechos humanos y desaparecidos.

Y aquí surge la pregunta clave. Si el liberalismo se define como “un sistema filosófico, económico y político, que promueve las libertades civiles” y “se opone a cualquier forma de despotismo”, ¿por qué un “neoliberalismo” habría apoyado al régimen de Pinochet?

Friedman y Pinochet

Comparto con Enrique Ghersi que “[e]l término “neoliberalismo” es confuso y de origen reciente. Prácticamente desconocido en EE.UU., tiene alguna utilización en Europa, especialmente en los países del este. Está ampliamente difundido en América Latina, África y Asia. Sin embargo, esta difusión tiene poco que ver con su origen histórico. Forma parte del debate público que se produce en tales regiones, en el que la retórica —que es una ciencia autónoma— tiene un rol protagónico para darle o quitarle el sentido a las palabras”.

Sin embargo, entiendo que “neoliberales”, según diversos autores, serían Milton Friedman y Friedrich Hayek, lo cual me habilita a hablar del pensamiento de ambos y su relación con Pinochet.

Es conocida ya la historia de que Pinochet consultó a Milton Friedman por ciertas recomendaciones de política económica. En tal sentido, Friedman viajó con su esposa a Chile en abril de 1975, y sólo unos días después escribió una carta muy difundida, en la que explicó cuáles eran los dos problemas centrales de ese país. “El problema económico fundamental de Chile tiene claramente dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de mercado. Ambos problemas están relacionados: cuánto más efectivamente se fortalezca el sistema de libre mercado, menores serán los costos transicionales de terminar con la inflación”. Seguido a esto, se detallaron las ocho medidas que el gobierno debía tomar.

Desde lo moral, ¿debió Friedman aconsejar a Pinochet? Sus defensores afirman que Friedman guardaba la esperanza de que sus ideas inspiraran una transformación económica en Chile que fortaleciera a la clase media, quien luego reclamaría un retorno a la democracia.

Pero, ¿de dónde proviene la conexión entre Hayek y Pinochet?

Hayek y Pinochet

Investigué un poco el tema, y me encontré con un interesante artículo de Carlos Rodriguez Braun, señalando que Hayek “ni una línea dejó escrita en apoyo a Pinochet, y en cambio las escribió a miles condenando de modo tajante las dictaduras de derechas e izquierdas”.

Dicho artículo recibió al poco tiempo una respetuosa respuesta crítica de Juan López Torres, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, quien nos recuerda unas declaraciones de Hayek al diario chileno El Mercurio del 12 de abril de 1981, en las que dijo: “Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”.

Primera pregunta: ¿Dijo esto Hayek? Efectivamente. Una lectura completa de la entrevista así lo demuestra y finalmente disponemos de ella, gracias al esfuerzo del Institut Hayek.

Segunda pregunta: ¿En qué contexto lo dijo? Lo dijo en el contexto de la guerra fría, tiempos en los cuales surgieron varias dictaduras en Latinoamérica, especialmente en el cono Sur, y tiempos en los que Hayek visitó Chile y Argentina, entre varios otros países.

En esta entrevista en el diario El Mercurio, Hayek se definió como enemigo del Estado de Bienestar y la Justicia Social, y se mostró preocupado por los poderes discrecionales del Estado y los privilegios que otorga, lo cual sabía, lo convertían en una figura anti-popular.

Además, Hayek volvió a remarcar la distinción que señalamos arriba sobre la democracia: “Desafortunadamente, en estos tiempos las democracias están concediendo demasiado poder al Estado. Esta es la razón por la cual soy muy cuidadoso de distinguir entre ‘democracias limitadas’ y ‘democracias ilimitadas’. Y obviamente mi elección es por las democracias limitadas”.

“En algunos países, las mayorías son capaces de convertirse en grupos discriminatorias que favorecen a ciertas personas en detrimento de otras. Para mí se trata de democracias ilimitadas. Por otro lado, la democracia limitada debe ser capaz de dar a los propios grupos de contribuyentes las mismas posibilidades que al resto”.

No sólo eso, en esta entrevista Hayek distingue también las tradiciones que inspiraron a Norte América y América del Sur. América del Sur no se inspiró en la línea liberal clásica británica, como fue el caso de EE.UU., sino sobre el máximo poder gubernamental. “Creo que América del Sur fue excesivamente influenciada por el tipo de ideologías totalitarias”.

Ahora, ¿qué podemos decir sobre la cita en cuestión? Traducir la pregunta y la respuesta completas puede arrojar algo de luz, incluso para quienes conozcan la obra de Hayek y no hayan tenido la oportunidad de leer esta entrevista:

“¿Qué opinión, desde su punto de vista, debemos tener de las dictaduras? Bueno, yo diría que estoy totalmente en contra de las dictaduras, como instituciones a largo plazo. Pero una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Como usted comprenderá, es posible que un dictador pueda gobernar de manera liberal. Y también es posible para una democracia el gobernar con una total falta de liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente. Mi impresión personal —y esto es válido para América del Sur— es que en Chile, por ejemplo, seremos testigos de una transición de un gobierno dictatorial a un gobierno liberal. Y durante esta transición puede ser necesario mantener ciertos poderes dictatoriales, no como algo permanente, sino como un arreglo temporal”.

Mirando los hechos desde el presente, Friedman y Hayek tuvieron cierta razón: Aun con ciertos problemas propios de otro Estado de Bienestar, Chile transformó su economía, abandonó la dictadura, recuperó la democracia y se encamina a ser el primer país desarrollado de Latinoamérica.

Pero desde mi punto de vista Hayek fue demasiado ingenuo. Al decir que “una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición” se puede interpretar que justificó la dictadura, y esto es justificar las restricciones a las libertades individuales que siempre criticó, además de los desmanes por todos conocidos que provocó la dictadura militar.

¿Por qué señalo cierta ingenuidad en Hayek? Porque la entrevista siguió, y cuando Renée Sallas consultó a Hayek por otros ejemplos de “dictaduras de transición”, Hayek contestó con el caso de Konrad Adenauer y Ludwig Erhardt en Alemania Occidental, un modelo de transición que está muy lejos de las prácticas ejercidas por la dictadura chilena.

No extrañará al lector mi intuición de que Hayek ignoraba lo que ocurría entonces en Argentina y Chile. Y es que las dictaduras de ambos países controlaban los medios y hasta el pueblo mismo ignoró algunos años más lo que ocurría realmente.

Reflexión final

Hayek pensaba que la democracia por sí misma, aislada, ilimitada, era un problema, y debemos coincidir con él. Esto no implica volver a las dictaduras que tantas vidas costó en Latinoamérica. Implica que debemos rodear a la democracia de otras instituciones como la Constitución, la división de poderes, reglas fiscales y monetarias, que permitan controlar el avance del Estado sobre las libertades individuales.

Concluyo señalando seis puntos que se deducen de lo dicho más arriba. 1) Hayek era un demócrata. Criticó la democracia de masas o democracia ilimitada, pero no a la democracia limitada. 2) Hayek se preocupó en toda su obra científica de filosofía política por las minorías que estaban siendo aplastadas durante esos mismos procesos democráticos, como fueron los casos de Perón en Argentina y Allende en Chile. Sus preocupaciones científicas hoy siguen siendo material de estudio a través del Public Choice o el Análisis Económico de la Política. 3) Hayek no estaba de acuerdo con las dictaduras a largo plazo. 4) Hayek fue ingenuo al avalar la dictadura de Pinochet como una transición hacia la economía de mercado y la democracia limitada. 5) Hayek fue siempre un defensor de la vida y las libertades individuales. Posiblemente no sabía lo que estaba pasando en Chile, y mucho menos habría justificado los asesinatos o los desaparecidos. 6) Como prueba del punto anterior, al hablar Hayek de una transición hacia una economía de mercado con democracia limitada, tenía en mente lo ocurrido en Alemania Occidental.

Bibliografía

Davis, W. L., Figgins, B., Hedengren, D. And Klein, D. B., Economics Professors’ Favorite Economic Thinkers, Journals, and Blogs (along with Party and Policy Views), Econ Journal Watch, Volume 8, Number 2, May 2011, 126-146.

Benegas Lynch (h), Alberto, ¿Qué significa el peronismo?, en Tras el ucase, Fundación Alberdi, Mendoza, mayo de 2003.

Ghersi, Enrique, El mito del neoliberalismo. Conferencia regional de la Mont Pelerin Society llevada a cabo del 18 al 21 de septiembre del 2003 en Chattanooga, Tennessee, EE.UU.

Hayek, Friedrich, “La inflación es la mayor amenaza contra la libertad”. Entrevista realizada por Álvaro Alsogaray, Revista SOMOS, Buenos Aires, 25 de noviembre de 1977.

Hayek, Friedrich, “Leader and Master of Liberalism”. Entrevista realizada por Renée Sallas, Diario El Mercurio (p. D8-D9), Santiago de Chile, 12 de abril de 1981.

Larraín, Felipe y Vergara, Rodrigo (Eds.), La Transformación Económica de Chile, Centro de Estudios Públicos, abril del 2000.

Piñera, José, “Milton Friedman y sus recomendaciones a Chile”, ElCato.org, 17 de noviembre de 2006. (Incluye carta de Milton Friedman a Augusto Pinochet, del día 21 de abril de 1975).

Piñera, José, “Cómo Allende destruyó la democracia en Chile”, en Una Casa Dividida: Cómo la violencia política destruyó la democracia en Chile, Santiago de Chile: Editado por Proyecto Chile 2010, Abril 2005.

Ravier, Adrián, “James M. Buchanan y el análisis económico de la política”, Laissez Faire No. 30-31, Universidad Francisco Marroquín, Guatemala, marzo-septiembre de 2009.

Rodríguez Braun, Carlos, “Hayek = Pinochet”, El País Digital (España), 4 de junio de 1999.

Torres López, Juan, “Hayek, Pinochet y algún otro más”, El País Digital (España).

21 comentarios en “Hayek, Pinochet y la Democracia Ilimitada

  1. Estimados

    Aquí está la entrevista (en inglés), realizada por el diario el El Mercurio de Chile, donde Hayek da su polémica respuesta (http://www.fahayek.org/index.php?option=com_content&task=view&id=121)

    El Mercurio: «What opinion, in your view, should we have of dictatorships?»

    Hayek: «Well, I would say that, as long-term institutions, I am totally against dictatorships. But a dictatorship may be a necessary system for a transitional period. At times it is necessary for a country to have, for a time, some form or other of dictatorial power. As you will understand, it is possible for a dictator to govern in a liberal way. And it is also possible for a democracy to govern with a total lack of liberalism. Personally I prefer a liberal dictator to democratic government lacking liberalism. My personal impression – and this is valid for South America – is that in Chile, for example, we will witness a transition from a dictatorial government to a liberal government. And during this transition it may be necessary to maintain certain dictatorial powers, not as something permanent, but as a temporary arrangement.»

    Saludos!

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  2. Mas allá de que Hayek no parece haber estado demasiado errado en su predicción, la cita completa, como indica el post de Adrián, muestra que la preocupación central de Hayek era los límites al poder más que la forma particular de gobierno.

    Mises hace una mención similar sobre que en ciertas situaciones un gobierno fuerte/dictadura puede ser una transición «necesaria.» Si no recuerdo mal se encuentra en su libro Liberalism.

    Muchsa gracias por compartir la cita!!!!

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  3. Excelente artículo y comentarios! El tema es recurrente cuando uno debate con gente de izquierda un poco informada y viene muy bien conocer estos datos (perdón Gabriel, dije datos…).
    Muchas gracias. Un fuerte abrazo.

    Frano

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  4. Adrián, interesantísimo post. Como vos, siempre tuve inquietudes respecto a las fatídicas declaraciones de FAH a «El Mercurio» de Chile.
    Yendo al tema: ¿era Hayek un fascista? La respuesta es obvia: absolutamente no. Las declaraciones que citaste hacen mucho para clarificar al respecto. Ahora bien, me llama mucho la atención que hablemos sin más de una «dictadura liberal» (y no es una cuestión de palabras). Una dictadura liberal es una contradicción en términos. Quienes defendemos los derechos individuales, entre otras cosas, porque sabemos los peligros que entraña el poder estatal no podemos siquiera resultar concebible aquella cosa de una «dictadura liberal». Sería algo como aceptar que el gobierno tiene el poder de violar los derechos individuales pero no lo hace únicamente por sus buenas intenciones. La salvaguarda de la libertad quedaría entonces en una persona o grupo que tiene la suma del poder público y gobierna sin frenos y contrapesos (porque justamente eso es una dictadura).
    A mi modo de ver, la idea de la «dictadura liberal» no sólo podría ser considerada como errónea y carente de sentido, probablemente va en contra de las concepciones políticas del mismo Hayek. No obstante, todo esto no quita la lucidez de Hayek para entender las consecuencias despóticas que puede tener un sistema democrático. Allí hay un terreno más que fértil para investigar.
    Slds

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  5. Gracias Federico! Coincido plenamente. Estoy reescribiendo este artículo, porque ahora dispongo de esa entrevista y puedo ver la causa por la cual Hayek ha recibido tanta crítica de la izquierda, en parte justificada.

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  6. Estimados Federico y Adrián, yo no veo que el concepto de «dictadura liberal» sea una contradicción en términos tan simplemente. Yo entiendo que Hayek está tratando de separar el concepto de cómo es que se elige a los gobernantes (mediante elecciones o no, en cuyo caso podría pensarse en algún tipo de dictadura, respecto del acceso al poder) de lo que éstos tienen permitido hacer (funciones limitadas o ilimitadas).
    En este sentido es que pienso que Hayek dice preferir una potencial «dictadura liberal» (o sea un gobierno que no haya llegado al poder por vía democrática pero que en sus acciones de gobierno se limite en sus funciones a un estado mínimo) a una democracia (el poder ilimitado de la mayoría).
    Está claro que esto puede ser válido para un período corto de tiempo ya que el poder dictatorial seguramente derivará en poder ilimitado.
    Simplemente pienso que Hayek está intentando bajar del pedestal en que se ha puesto a la democracia, para poner de manifiesto que la misma no es ni condición suficiente para garantizar los derechos individuales sino que tampoco sería condición necesaria. Esto es algo más que necesario porque ese pedestal en que se ha puesto a la democracia (en lugar de la república) es condición suficiente para dirigirse indefectiblemente hacia una tiranía de la mayoría.
    Un fuerte abrazo para cada uno.

    Frano

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  7. Frano, entiendo tu punto. Este es otro de esos largos debates donde los liberales no nos ponemos de acuerdo. ¿Se puede hablar de libertad económica sin libertad política? Pablo Molina, del IJM, trata acá el tema. http://www.juandemariana.org/comentario/781/libertad/economica/libertad/politica/

    Alberto Benegas Lynch (h) y Ezequiel Gallo, en el primer número de Libertas también: http://www.eseade.edu.ar/servicios/Libertas/49_3_Benegas%20Lynch-Gallo.pdf

    En todo caso, independientemente de la posición que tomemos en este debate, la cita de Hayek en «El Mercurio» fue muy desafortunada. “Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”.
    El no está diciendo que se queda con la libertad económica de Pinochet. Está diciendo que prefiere a Pinochet antes que a Allende. ¿Por qué no condenar a ambos?

    Ya reescribí mi artículo. Ni bien sale en El Cato lo linkeo aquí.

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    • Adrián, yo no me estaba refiriendo específicamente al contrapunto entre «libertad política» y «libertad económica» sino al de la «libertad de los antiguos» vs. la «libertad de los modernos» como muy claramente expresa Benjamín Constant en su «Discurso sobre la libertad de los antiguos comparada con la libertad de los modernos» (la transcripción del discurso puede leerse a partir de la página 51 del texto de Godoy sobre Constant http://www.cepchile.cl/dms/lang_1/doc_1031.html).
      Mi visión es que Hayek se estaba refiriendo más a esto, donde el equilibrio entre ambas libertades depende de muchas circunstancias en cada momento y lugar.
      La democracia liberal (o la república) serían en este caso efectos de un orden liberal, no funcionaría si impusieras por la fuerza un régimen democrático en una sociedad que no tiene el sustento filosófico liberal como cultura predominante.
      Saludos.

      Frano

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      • Frano, te acompaño hasta cierto punto. La democracia naturalmente puede degenerar en una excesiva socialización de la vida de los individuos y forzarlos a «obedecer y pagar». Sin embargo, no me parece que para quienes quieran defender la libertad una «dictadura» sea una manera efectiva. Sobre todo porque yo considero que lo más característico de una dictadura -y en esto me separo de la definición que dabas más arriba- no es cómo llega al poder sino cómo lo ejerce. En ese sentido, y perdón que me repita, un poder ilimitado que puede avanzar sobre todos los derechos cómo le dé la gana no puede ser liberal.
        Un abrazo!

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    • De nada Adrián.
      A propósito, muy buen artículo el del Cato. Algunos comentarios (de antemano, perdona la extensión):

      – La mayoría democrática que llamó a los militares a poner “inmediato término” a las violaciones cometidas por el ya a esas alturas inconstitucional gobierno de Salvador Allende, lo hizo a sabiendas de que las restricciones a las libertades individuales continuarían por un tiempo. El llamado a derrocar a Allende no lo justificaban los demócratas en la crisis económica, sino, como bien tú dices, en las violaciones concretas a la Constitución y las leyes, el amparo a grupos armados, la detención ilegal de personas, la tortura, confiscación de propiedad, etc. En resumidas cuentas, se le culpaba a Allende de poner al país al borde de una guerra civil. Así expuesto, lo ingenuo en este caso no son las declaraciones de Hayek, sino pensar que las restauraciones de las libertades vendrían un 12 de septiembre.
      – Es por esto que la mayoría de los liberales chilenos apoyaron entusiastas al gobierno militar, e incluso trabajaron para él (Alvaro Bardón, José Piñera, Arturo Fontaine, Cristián Larroulet, etc.). Es que lo veían como un régimen de transición, no ideal ni definitivo en su forma, pero bastante más cercano a los ideales liberales que todos los gobiernos social-demócratas y marxistas que presidieron Chile en las décadas precedentes. ¿No es más democrático un gobierno elegido “al dedo”, pero que “gobierna menos”, que uno votado por la mayoría popular, pero entrometido en cada aspecto de la vida personal de sus ciudadanos?
      – El gobierno militar avanzó en cada materia en lo que a libertades respecta. Cuando sólo la Iglesia y el Estado podían tener universidades y canales de televisión con Allende, Pinochet abrió la posibilidad a toda persona. Conforme entró en vigencia la Constitución del 80 (con todos sus defectos, la más democrática de la historia chilena), las libertades de asociación y políticas fueron garantizadas. Ni hablar de la libertad de empresa y comercio.
      – Donde me parece un liberal sí podría tener problemas con Pinochet, es por supuesto en el tema de las violaciones a los derechos humanos. Una revisión más detallada de la historia, sin embargo, permite eliminar prejuicios a menudo sostenidos.
      Durante los 17 años que duró el régimen, 3.172 personas fueron asesinadas por razones políticas. De ellas, 423 corresponden a civiles, militares y carabineros muertos por la extrema izquierda.
      Del total de ambos bandos, más de 2/3 murieron antes del año ’75, y casi 1/4 entre los años ’75 y ’77, cuando existió la DINA. Durante los 14 años subsiguientes el país vivió pacificamente, prácticamente sin muertos ni desaparecidos, solo con un rebrote momentáneo de violencia a principios de los ’80, con la aparición del Frente Manuel Rodriguez.
      Los militares no deseaban ni buscaban el poder; intervinieron por expresa petición popular ante la amenaza totalitaria de los socialistas. Respondieron con fuego al fuego extremista, y evitaron la guerra civil. La junta y Pinochet, cuando se percataron de los asesinatos y las torturas de la DINA, la disolvieron, y posteriormente, a su reemplazante, la CNI, le prohibieron detener gente. Nunca hubo una política de gobierno dirigida al asesinato, tortura y desaparición de gente. Indiferencia y negligencia ante los excesos tampoco. Como prueba, más de 500 militares estaban detenidos y siendo juzgados por violaciones a los derechos humanos cuando se dictó la amnistía de 1978.

      Muchos saludos,

      RV

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  8. Yo no critico a Friedman, ni a los Chicago Boys chilenos por ayudar a la transformación económica de Chile. Si Fidel Castro me consultara qué debe hacer Cuba para terminar con sus problemas económicos, pienso que sería un error de mi parte negarle mi respuesta.
    Pero esta cita en Hayek sí es desafortunada: “Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”. Básicamente Hayek dice que prefiere a Pinochet, antes que a Allende. Mi visión es que debió haber condenado a ambos sistemas (dictadura y democracia ilimitada).
    Lo único que podría justificar sus palabras es un desconocimiento de lo que en realidad pasaba en Chile. Algo que como digo en el artículo no debiera sorprender ya que pasaron varios años hasta que el pueblo supo realmente lo que ocurría.
    Por lo demás, me parece que la actualidad de Chile no justifica una sola muerte.

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    • Todo liberal, en cuanto liberal, intenta limitar lo más posible los poderes del gobernante. Sabe que un poder ilímitado tiende inevitablemente a ser ejercido abusivamente. Eso lo diferencia del conservador, que por sobre las restricciones al poder prefiere en el mismo a gobernantes virtuosos.
      Un liberal, por lo tanto, no puede favorecer sistemas políticos como la democracia ilimitada o las dictaduras, pues dejaría de ser liberal. En eso estamos claros. Otra cosa distinta sin embargo es que no pueda dar su apoyo a un gobernante que estando en el poder bajo un sistema dictatorial, ejerza éste prudentemente y, más aún, dirija su accionar de manera sistemática a desarrollar instituciones que lo limiten.
      No es que apoye al dictador por ser el mandamás de una dictadura, sino que lo apoya porque estando en dictadura actúa de la manera más liberal posible. No le gusta el régimen porque dictatorial va a ser su forma definitiva, sino porque es una etapa intermedia hacia una democracia limitada en toda plenitud.
      Esa me parece es la visión compartida por la mayoría de los liberales chilenos, y la razón por la cual entusiastamente colaboraron con el gobierno militar.

      Saludos!

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  9. ¿Dices Ricardo entonces que en Chile la mayoría de los economistas liberales son pro-Pinochet? Como decía antes, aconsejar a Fidel Castro para que establezca una transformación económica en el buen sentido, no implica que esté de acuerdo con la dictadura, ni con las restricciones a las libertades individuales que su gobierno ejerce. De ninguna manera apoyaría lo que hace, como imagino que Piñera no apoyó ni una sola muerte provocada por Pinochet en Chile.

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  10. Adrián

    Lo que diferencia a la dictadura cubana de la dictadura chilena es que en la primera sí existe una política de gobierno destinada a la violación sistematica de los derechos individuales de sus ciudadanos, lo que en mi opinión no ocurrió en el régimen de Pinochet.
    Nadie niega que durante su periodo hubo muertos, desaparecidos y torturados; cosa distinta es si la responsabilidad puede ser endilgada a él.
    Cuando en un post anterior mostré las cifras de muertos por años, lo hice intentando mostrar que no hubo sistematicidad en las violaciones. El ejercicio puede parecer frío, pero no por eso menos necesario. De haber sido los asesinatos y torturas política de gobierno, las violaciones se habrían mantenido estables en el tiempo, no se habría cerrado la DINA ni establecido restricciones a la CNI, tampoco detenido ni juzgado a militares.
    Los liberales chilenos tienen claro los avances del gobierno militar en materia de libertades; donde discrepan es en el tema de las violaciones a los derechos humanos en general y la responsabilidad en ellas de Pinochet en particular. Sebastián Piñera cree a Pinochet culpable y lo condena consecuentemente. Su hermano José lo cree inocente y lo defiende con la misma consecuencia.
    En lo personal, como lo he expuesto, creo en su inocencia. Las frías pero necesarias cifras me parece así lo evidencian. Durante más de un lustro tribunales de justicia chilenos que se destacan particularmente por su animadversión hacia los militares, lo procesaron y nunca lo declararon culpable.
    Si algún día alguien me demuestra que Pinochet es culpable de asesinato o tortura, no me demoraré ni un segundo en quitarle mi apoyo y condenarlo. Es la opinión que tengo de cientos de uniformados responsables de la muerte de compatriotas. Por el momento, mi conciencia me lleva a defender al general, por cuanto su régimen, aunque no ideal en la forma, significó un vuelco inmenso en nuestra historia que tiene al país al borde del desarrollo.

    Muchos saludos!

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  11. Ricardo,

    La transformación económica es indiscutible. Eso lo podemos dejar a un lado. Pero Pinochet dirigió la dictadura durante muchos años. Directa o indirectamente me parece que es responsable de las cosas que ocurrieron durante su régimen. Que no lo haya procesado la justicia imagino es parte de una negociación política que ha ocurrido siempre en los países latinoamericanos. Por eso los presidentes corruptos nunca van presos. Pero respeto tu posición, aunque no la comparta.

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    • Se agradece el espacio y la posibilidad de discutir estos temas con respeto, sin caer en las descalificaciones personales, como a menudo sucede en Chile cuando uno lo hace.

      Para finalizar mi intervención, copio y adjunto un corto el posteo de José Piñera, donde describe concisamente el proceso de «liberalización desde dentro» llevado a cabo por el gobierno militar.

      Slds!

      http://josepinera.com/articles/articles_restored_democracy.htm

      HOW LIBERTY AND DEMOCRACY WERE RESTORED IN CHILE

      By José Piñera

      In April 1975, when Chile was facing a severe economic and political crisis, a team of classical liberal economists made a «friendly takeover» of the economic policies of the military government that had saved the country from a communist dictatorship.

      It is now widely recognized that Chile’s economic success occurred after the nation’s free-market economists won the battle against the hyperinflation they inherited from the Allende regime and then undertook deep structural reforms in the midst of the various economic and political storms that buffeted the country in the late 1970s and early 1980s.

      What is less known is that some of us also participated in an unprecedented process of «liberalization from within” that created the conditions for the restorartion of democracy in Chile.

      Chile’s democratization process faced two simultaneous challenges: first, to construct a democracy with limited powers that would protect liberty, along the lines of the balance of powers consecrated in the United States Constitution; and second, to convince a successful military government to turn over political power peacefully and constitutionally—something that may be unique in history.

      The four crucial steps in this process were:

      1. The economic model. The most potent force behind Chile’s return to democracy was the free-market economic model, which opened the country to the global economy, expanded the realm of individual liberty, decentralized economic and social power like never before, and created a property-owning middle class that proved to be a crucial ally in the transition to a rule of law and free political elections.

      2. Early labor democracy. The first effective step toward democracy was taken in 1979 with the Labor Plan. In effect, the law allowed workers to associate freely with the unions of their choice and to elect their leaders, thereby bringing full democracy to the labor sector. At the time, William Thayer, a minister for former President Eduardo Frei Montalva, called the free election of thousands of union leaders “a dress rehearsal for the return to democracy.” A year later, Thayer affirmed in an interview in Qué Pasa magazine (July 24, 1980), “The Labor Plan was a great act of courage. It has created full labor democracy in a country which is still in a state of political emergency. It is noteworthy that labor should be the sector in which democracy has first been reestablished.”

      3. The 1980 Constitution. The free-market economists were key members of the civilian team that achieved the approval of Chile’s Constitution of 1980. The document introduced several innovations which explain the current stability of the country: presidential runoffs that prevent the election of minority governments, effective protection of private property rights, the freedom to work without union restrictions, etc. But it also contained in its transitional procedures a detailed timeline for returning to democracy—a timeline that was followed strictly. I keep a facsimile of the original Law Number 3.464, signed in the special cabinet session of Friday, August 8, 1980, which sealed the return to democracy. It carries the signatures of three classical liberal economists.

      4. Building the institutions of liberty. Fareed Zakaria, in his book The Future of Liberty argues that nations should create certain “institutions of liberty” before calling for free elections. Without those institutions, the result is an “illiberal democracy,” such as those which have stained the history of Latin America and the Third World. During Chile’s transition period (1981-1990), the free-market economists achieved, among many other related advances: the free establishment of private universities, the inauguration of an independent central bank (which had been provided for in the Constitution), the transition toward private ownership of television stations, and the constitutional Mining Act, which allowed private property rights to function in a crucial sector of the Chilean economy.

      The above elements were not merely a wish list, or a plan of action, but rather, things that were actually achieved, and achieved in some extremely difficult domestic and international circumstances.

      The Chilean transition was an emblematic case of virtuous sequencing in the construction of a free society. Regrettably, this history is almost unknown outside of Chile.

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